En casa nos encanta pasear por el Jardín Botánico de Málaga, hay tanta paz entre todos aquellos árboles y el murmullo de sus fuentes y acequias que cronos a veces se detiene para no perturbar tan inconmensurable belleza. Por eso aquel día mientras disfrutaba haciendo fotografías...
Estaba ensimismada esa tarde junto al Estanque de los Nenúfares Dorados cuando le vi aparecer. Y mientras disfrutaba de las tenues caricias de lánguidos rayos de sol le presentí llegar a lo lejos, con un vaivén cauteloso de sus andares felinos.
Allí estaba ahora junto a mi, como el rey de una selva imaginaria. Había salido de caza y regresaba portando una presa. Pero lo que él no sabía es que nunca salgo sin mi cámara y que ose inmortalizar su presencia.
Por su estampa debía tener ya unos cuantos años sobre sus cansadas espaldas, pero una vez más la naturaleza le había otorgado el privilegio de ser vencedor en ese antiguo y trágico juego de la vida, el siempre omnipresente juego del ratón y el gato.