Revista Cultura y Ocio
¿Puede un mal título estropear una novela? Parece difícil creer que un autor con un colmillo tan afilado como Alberto Olmos haya propuesto –o aceptado de su editor– un nombre tan poco sugerente. ¿En qué estaba pensando? [¿Será esa la razón última de su marcha a Mondadori?]. Sin embargo, estas cosas pasan en la literatura española. Un buen título como Soldados de Salamina salva un libro. Y un título pésimo como Padres, hijos y primates puede hundirlo.
Por suerte esto no ocurre en el caso de Olmos porque el autor, a pesar de no convencer por completo, corre riesgos desde el principio con una estructura narrativa con tres niveles de lectura que hace que la tensión se retroalimente y no decaiga hasta su conclusión.
Olmos crea con acierto una ambiente de intriga desde el comienzo con una frase "Estas somos nosotras" y con un comentario del agente de la propiedad que les muestra la casa "Una de las cosas más fascinantes que me suceden a menudo es vender una casa a alguien muy parecido al propietario anterior".
Madre e hija se mudan a un piso en la ciudad a la espera de la llegada de un marido ausente. La señora tiene ciertos aires de grandeza que hacen que la relación con las personas que le rodean y, en especial, con la chica del servicio sean difíciles. Mientras la hija corretea por el edificio donde mantiene un complicado contacto con el portero mudo y retrasado, se van sucediendo hechos anormales que les inquietan y que producen un desenlace fatal.
En ese contexto el autor utiliza un narrador omnisciente que describe la situación que se produce en la nueva residencia, un diálogo sostenido entre las dos protagonistas madre e hija "colgado" en el espacio, y unos pensamientos desordenados del portero. Todo ello aderezado con lenguaje claro y rotundo, y un estilo propio bien fundado que hace que la lectura tenga un nivel estético superior.
Pero, a pesar de sus virtudes, El Estatus no convence plenamente porque el autor parece no creer en su obra, como si hubiera sido más un trabajo de estilo que una novela donde Olmos se haya dejado el pellejo, su pellejo. Por otra parte, el autor no domina la caracterización de alguno de sus personajes –quizá por desconocimiento o desinterés–, en especial de la madre, Clara, una señora supuestamente de clase bien cuyo comportamiento no sigue los patrones de este tipo de personas.
En cualquier caso, una obra relevante en un escritor a seguir por su nivel de exigencia y por su capacidad de romper con el establishment.