En 1994 el diario El País recoge el caso de Libertad Padial Bustos, que durante años peregrinó por distintos juzgados para recuperar su verdadero nombre.
"Mi padre y mi madre se fueron con salvoconductos a Barcelona en 1945. Él a trabajar como metalúrgico y ella de cocinera en una pastelería", recuerda Libertad. La familia sobrevivía modestamente en la Barcelona de la posguerra. "Mi padre insistía en que algún día seríamos libres pero por desgracia para él fue libre enseguida porque se murió en 1950". Huérfana y sin medios económicos, Libertad se lanzó a buscar trabajo sin presumir de lejos lo que implicaba disponer de un carné de identidad como el suyo.
Decidió casarse en 1960: "Voy a pedir los papeles y me dicen que no me pueden dar la partida de nacimiento porque no estaba suficientemente identificada; que Libertad no era mi nombre. Y me confiscaron la documentación. Yo no me podía llamar Libertad. Me dieron a escoger entre Liberata o Jacinta, pero mi madre se enfureció y, dijo que ni hablar. Que en todo caso Josefa, y con Josefa me quedé desde que me casé.
Los intentos por recuperar su nombre real no han cesado desde que en 1981 la Administración levantó la prohibición a que los españoles se llamen como les dé la gana, sin tener que recurrir al santoral del calendario cristiano.
Primero lo intentó en los juzgados de Barcelona, después en Málaga y finalmente en Benidorm, a donde se fue a vivir por su clima benigno. De sus idas y venidas de los juzgados apenas ha recibido otras noticias que las de "se está tramitando". "Me ponían todas las trabas posibles; tampoco me daban la partida de nacimiento porque tienes que explicar para qué la quieres. Harta ya, me inventé que para una herencia y me la dieron. ¿Sabe qué ponía? Que el nombre Libertad se había tachado por una orden del Ministerio de Justicia del 9 de febrero de 1939".
Fuente: El País