Revista Insólito

El estigma menstrual que todavía perdura

Publicado el 04 enero 2020 por Redespress60

Etimológicamente el término menstruación proviene del latín menstruus, cuyo origen está en mensis, que significa mes. Muchas culturas le han dado a esta un significado místico. Ello se debe a su carácter mensual y a su “aparición” cada 28 días, lo que ha sido relacionado con el ciclo lunar y, junto con ello, con el proceso de la siembra y la cosecha. Podemos decir que la menstruación ha tenido un enorme impacto social, por lo que ha sido mitificada por diferentes culturas que le han asignado poderes mágicos, curativos y eventos traumáticos…

El estigma menstrual que todavía perdura

Chris Knight, antropólogo social de la Universidad de Londres, ha indagado acerca de los orígenes históricos de este tabú y en su libro “Blood Relations: Menstruation and the Origins of Culture” expone que, en un principio, la menstruación se asociaba con el poder y con el éxito de la caza, es decir, el tabú original ensalzaba el poder femenino. Sin embargo, esta postura cambió, según Knight, en el momento en que la población aumentó y la caza era escasa.

Si bien es cierto que el tema menstrual ha dejado de ser un tema tabú en Occidente, persiste aun así un estigma en torno a esta y todo lo que la envuelve. Gran parte de las mujeres no expresan abiertamente que están en el periodo u ocultan sus compresas y tampones, la regla se invisibiliza porque aún no se ha normalizado completamente en el conjunto de la sociedad.

Estigmas sin fronteras

El tema cala hondo en lugares como la India, donde la desinformación y los mitos en torno a este tema convierten el día a día de las mujeres indias en un calvario. Cuando la mujer tiene su periodo es considerada impura y sucia y por este motivo se la aparta de la vida cotidiana, se le prohíbe hacer las tareas del hogar, ir a la iglesia y en algunos casos la familia deja de relacionarse con ella.

La realidad que plasma el documental “Una revolución en toda regla”, muestra una aldea de India donde el tabú de la menstruación continua con un gran vigor y firmeza. Las mujeres se sienten avergonzadas al hablar del tema y los hombres, al preguntarles, responden con convicción que es una enfermedad que afecta a las mujeres. Este tabú acarrea diversos problemas y uno de ellos es el abandono escolar de las mujeres indias cuando tienen su primera menstruación. Estas utilizan paños poco higiénicos que deben cambiarse continuamente, a veces incluso, en presencia de hombres que las intimidan.

“En India es habitual que las mujeres no puedan entrar en la cocina o comer con la familia durante su menstruación, por ejemplo, debido a la creencia de que una mujer con la regla puede agriar la comida”, explica Ina Jurga, de la organización especializada Wash United. En muchos lugares, las mujeres con regla tampoco pueden entrar en los templos religiosos. Miles de mujeres y niñas son expulsadas de sus casas cada mes por tener la regla. Son relegadas al campo, al patio o a los cobertizos destinados a los animales. Es el chaupadi —el aislamiento para menstruar—, una practica que las obliga a abandonar el hogar y que es habitual en algunas comunidades del oeste de Nepal. Creen que si no alejan a las mujeres con la regla, el pueblo y la comunidad sufrirá una desgracia.

En los pueblos antiguos de Nueva Guinea se considera que la mujer está sucia durante el periodo menstrual, llegando a crear sitios específicos para que las mujeres estuvieran mientras tenían la regla.

También en algunas tribus de África la menstruación es un poco diferente en lo que a acciones negativas se refiere. En este continente si una mujer con la regla comparte la cama o la comida con un hombre, esta afectará a su virilidad. Pero ahí no queda la cosa, si le prepara la comida el marido será “herido durante la guerra y su sangre correrá libremente fuera de su cuerpo”. En Malawi las madres y los padres no hablan a sus hijos sobre la regla. Menstruar es allí secreto. Son las tías quienes, en todo caso, explican a las niñas cómo hacer compresas caseras, las instruyen para no hablar de la regla en público y no acercarse a los chicos, según cuenta Unicef. Como en muchos lugares de África y Asia, las mujeres y niñas suelen usar compresas caseras, elaboradas con tela, ropas viejas o incluso hojas, debido al alto precio de las almohadillas industriales, convirtiéndolas en un producto de lujo y no siendo fácil conseguirlas.

No podemos dejar de mencionar la fuente de conocimiento en este tema del Talmud (la Biblia Judía). En él se lee que si una mujer está iniciando su ciclo y pasa entre dos hombres condena a uno de ellos a muerte; si por el contrario, la mujer está en los últimos días del período solo hará que los dos hombres discutan. En el Talmud judío escrito entre los Siglos II y IV d.C., se anota: “Una mujer menstruante es impura por siete días y tiene que realizar un ritual de impureza aun si ella sangra por menos de siete días”. “Un hombre que cohabita con una mujer menstruante merece una pena de muerte celestial y es azotado por decreto rabínico”. Estas creencias tuvieron influencias muy relevantes en las religiones que comparten el Antiguo Testamento judaico, es decir, en el cristianismo y el islamismo.

Actualmente, en Occidente no existen demasiados tabúes, aunque tampoco ha pasado demasiado tiempo que en España a las mujeres se le enseñaba a no tocar las plantas en periodo menstrual, pues éstas podían morir. Que no se podían duchar mientras durase el periodo pues ‘podía cortarse’ y con ello perjudicar la salud de la mujer.. Incluso mirarse al espejo durante la menstruación fue un tabú durante mucho tiempo, pues el espejo podía volverse opaco.

Hasta bien entrado el siglo XX las bodegas y destilerías liberaban a las mujeres de trabajar durante la regla porque estaban convencidos de que agriaban el vino o la cerveza. En 1970, sin ir más lejos, las mujeres menstruantes no podían donar sangre porque se creía que la sangre donada durante la menstruación contribuía a destruir los glóbulos rojos. Durante la menstruación las mujeres tampoco debían preparar masas para pasteles o cocinar pan ya que no se harían adecuadamente. Tampoco la mayonesa porque se cortaría. Hasta bien entrados los años 80, en algunos hospitales con laboratorios de rayos X se creía que las asistentes menstruantes no debían manipular las películas que debían revelarse. Lo mismo ocurría en los laboratorios fotográficos: se consideraba que la menstruación de la mujer afectaba a la calidad de las películas.

A la tradicional sociedad patriarcal y la pervivencia de los roles de género se suma en Japón una superstición relacionada con la regla. Son muchos los que todavía creen que la menstruación —enorme tabú también en el país asiático— influye en la preparación de alimentos. El reputado chef Yoshikazu Ono, hijo y hermano de cocineros, lo explicó así en 2011 en una entrevista en The Wall Street Journal: “Ser profesional significa tener un sabor constante en la comida, pero debido al ciclo menstrual, las mujeres tienen un desequilibrio en su gusto, y es por eso que las mujeres no pueden ser sushi chefs”. No es el único mito que mantiene a las mujeres alejadas de la profesión, la creencia popular dice que las mujeres tienen las manos demasiado calientes durante el periodo

Japón, curiosamente, es uno de los pocos países que dispone de un permiso laboral por tener la menstruación. Se implantó en 1947, pero apenas se utiliza. Las japonesas afirman que usarlo las estigmatiza y empeora su posición en la empresa. Algunas ni siquiera saben que tienen ese derecho. En Corea del Sur existe un derecho similar que permite tomar un día libre, aunque las mujeres tampoco se sienten cómodas a la hora de solicitarlo a la dirección, en un porcentaje altísimo compuesta por hombres.

Una creencia popular en algunas regiones de la Bolivia rural dicta que la sangre menstrual no puede mezclarse con otros residuos. Si se hace, puede provocar enfermedades o incluso cáncer a toda la comunidad. Es por eso que muchas niñas se guardan las almohadillas sanitarias durante todo el día en sus bolsos para tirarlas cuando llegan a casa. La falta de dispositivos especiales para dejar las compresas usadas hace que esta costumbre sea muy difícil de erradicar. Es por esto, y también porque la regla todavía está rodeada de un halo de vergüenza, que, en muchas ocasiones, se auto-excluyen de la escuela cuando están menstruando

El estigma menstrual que todavía perdura

Retomando la historia

La sangre menstrual ha sido concebida de forma negativa desde la Prehistoria creyendo que algo malo sucedía en las mujeres una vez al mes. La pérdida mensual de sangre en la mujer al ser un signo externo y evidente, llamó la atención a los pueblos de la antigüedad. Por tanto no es de extrañar que llevara aparejados temores sociales o personales y también diversas supersticiones.

Para los persas (800 a.C.), la mujer que había tenido un hijo, igual que la mujer que estaba menstruando, era impura y se le aislaba durante unos días en un cuarto que tenía desparramada paja seca y alejada quince pasos del fuego y el agua. En la India oriental (Siglo VI a.C.), los ritos de purificación de la mujer menstruante eran muy precisos, y establecían que la mujer debía frotarse los dientes, hacer gárgaras doce veces y lavarse manos y pies; posteriormente zambullirse doce veces en el río, y tras salir de él, frotarse con lodo que llevara estiércol fresco, volver a zambullirse en el agua treinta y cuatro veces, y repetir las friegas de lodo; repetir la inmersión veinticuatro veces, frotarse el cuerpo con azafrán y, para terminar, otros veinticuatro chapuzones más.

Mucho se ha especulado sobre la causa de la menstruación y durante mucho tiempo (hasta fines del Siglo XIX) prevalecieron las ideas de la medicina griega, que la veían como una forma de excreción de residuos. Hipócrates (466-377 a.C.) consideraba que la sangre menstrual era un producto de desecho y esto era debido a que la mujer generaba demasiada sangre. Apuntaba que el origen de este sangrado se debía a que la mujer era excesivamente caliente y solo por este medio lograba atemperar el organismo. Galeno (Siglo II d.C.), pensaba lo contrario, pues para él la sangre menstrual aparecía debido a la imperfección de la mujer, que era fría y húmeda, por la falta del calor necesario, lo que causaba una digestión anormal de los alimentos; la función del sangrado era eliminar los materiales de desperdicio.

La tradición popular y religiosa romana imputaba a la menstruación efectos peligrosos y maravillosos. El principal divulgador de estas ideas fue Plinio El Viejo quien pensaba que nada era más poderoso, para bien y para mal, que la sangre mensual de las mujeres: podía curar verrugas, manchas de nacimiento, gota, bocio, hemorroides, epilepsia, lepra, dolores de cabeza. Así dejó escrito: “puede cambiar el vino en vinagre, romper espejos, estropear el hierro y el cuero, nublar los cielos, volver estériles los campos, hacer caer la fruta de los árboles, matar las abejas y hacer abortar a los animales”. Podía alejar a los demonios, se utilizó como una ofrenda a algún dios y para hacer filtros y encantamientos de amor. Otro sabio fue Alberto Magno, quien nos avisó que durante la menstruación las mujeres exhalan por los ojos un vapor nocivo que puede llegar a ocasionar la muerte.

Otro claro ejemplo de lo mal que estaba vista la regla era que las mujeres egipcias y hebreas tenían que someterse a baños especiales cuando acababan con ésta, porque en ese periodo se consideraban impuras. En China la sangre menstrual no podía tocar el suelo para no ofender al dios de la Tierra.

Fue durante el Medioevo, cuando se descubrió que las leprosos tenían una enfermedad por culpa de sus padres, pues éstos los habían concebido cuando las madres estaban menstruando. 

Hacia el año 1520 el médico alquimista Paracelsus describió la existencia de un veneno de la menstruación la “menotoxina”. Esta idea persistió hasta el siglo XX. Durante los siglos XVIII y XIX los casos de depresión y suicidio, cuando sus protagonistas eran del género femenino, se relacionaron con el periodo menstrual. La mayoría de las autoridades médicas creían que durante el periodo la mujer estaba más débil y predispuesta a una serie de enfermedades perniciosas. Para ello recomendaban reposo y tratar de evitar cualquier tipo de actividad física o mental. Estaba completamente prohibido bailar, montar en bicicleta, correr… También era peligroso viajar en automóvil, tren o carruaje.

El estigma menstrual que todavía perdura

El pensamiento moderno

La relación de la función ovárica con la menstruación se debió a Egner de Graaf (1641-1673), médico anatomista de los Países Bajos, cuando en 1672 gracias a la reciente invención del microscopio, descubrió la presencia de los folículos en los ovarios y pensó que podían tener alguna función en la reproducción.

A lo largo de los siglos siguientes se descubrieron más funciones del útero, pero se continuaba atribuyendo a la menstruación orígenes extraños. No fue hasta el siglo XX en que el misterio del origen de la regla comenzó a desvelarse. Según V.C. Medvei, en su libro “A History of Endocrinology”, en 1908, dos médicos de la Universidad de Viena, Fritz Hitschmann (1870-1926) y Ludwig Adler (1876-1958) presentaron un meticuloso estudio que propició comprender el origen y las funciones fisiológicas de la menstruación. Finalmente, en 1934 se logró aislar la progesterona, con lo que la ciencia empezaba a dar sus frutos.

Hoy día sabemos que la regla es un proceso cíclico y fisiológico de las mujeres sexualmente maduras, que se da con regularidad mensual, al igual que con las hembras de todos los grandes primates. El ciclo menstrual está regulado por los niveles hormonales de estrógenos y progesterona, y se interrumpe con el embarazo.

Por fin, después de muchos siglos, las supersticiones y tabúes que existían sobre la menstruación comenzaron a remitir, aunque lamentablemente las creencias en la inferioridad de la mujer todavía persisten con fuerza hoy día en gran parte de nuestro planeta. La tecnología ha permitido ampliar los métodos de recogida de sangre menstrual proporcionando a la mujer más autonomía personal acorde al estilo de vida igualitario moderno.

Parece razonable pensar que, desde tiempos ancestrales la mayor parte de la existencia de las mujeres la ocupaban en estado de gestación y amamantando a sus hijos, lo que indicaría que el número de menstruaciones a lo largo de sus vidas sería muchísimo menor que en la actualidad. Esto es, la necesidad de recogida de sangre sería mínima y quizás el sangrado libre la práctica habitual. Es probable que las mujeres egipcias de clase alta usaran papiros ablandados y hierbas para producir una especie de tampones rudimentarios de usar y tirar. En la época romana parece ser que utilizaban algodón, lana y telas, que continuaron siendo usados hasta muy recientemente.

Dos escritores alemanes señalaron que prácticamente solo las mujeres que se dedicaban al teatro usaban esponjas, cojines o almohadillas que se hacían con tela, como protección menstrual. La mayoría de las mujeres sangraban en su propia camisa y a veces durante días sin cambiarse. Algunos registros escritos alrededor del 1800 sugieren que la ropa interior negra era usada “durante el mes de la mujer”.

Ya en el pleno siglo XX y con la creciente concienciación de las mujeres sobre su propio cuerpo, se desarrollaron productos que se adaptaban a las necesidades femeninas y al estilo de vida moderno. En España el primer tampón no se comercializó hasta mediados de 1950. Actualmente las copas menstruales, compresas de ropa y esponjas marinas, están despuntando en la conciencia ecologista.

Fuentes: ElEstado // ElPaís // Neurofilosofía //


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