Revista Opinión

El estoicismo como solución a estos malditos tiempos que corren

Publicado el 09 marzo 2012 por Romanas
El estoicismo como solución a estos malditos tiempos que correnResulta que todo es mentira que no sólo Dios no existe sino que nosotros tampoco.
Los políticos ¿o son los economistas? han resuelto, al fin, la ecuación final: si Marx decía que todo no es sino puñetera economía y nosotros, ahora, también, decimos eso, ¿dónde coño está el jodido problema?
Porque no puede serlo el hecho de que una quinta parte de la población muera de hambre, porque de algo tenemos que morir, en todo caso el problema será cómo es mejor que el hambre acabe con todos nosotros.
Y aquí la cosa se divide radicalmente, unos nos tratan de matar poco a poco, despidiendo a la gente cada vez que por exigencias del mercado tienen que cambiar de negocio, pero otros opinan que es mucho mejor no hacer sufrir tanto a la gente, algunos lo han llamado eutanasia.
Si tú comienzas una nueva guerra consigues por lo menos dos cosas; que la gente muera a espuertas y que los supervivientes se acostumbren a vivir muy mal, lo que es extraordinariamente productivo para la economía.
Porque ahora ya parece plenamente demostrado que una buena economía se basa en una mano de obra esencialmente barata y nadie exige menos garantías laborales que los muertos.
Yo, que viví durante 20 años una gran posguerra, doy fe de que llegué a ser feliz cuando milagrosamente conseguía un mendrugo de un pan que nunca he vuelto a ver por ningún sitio porque se hacía con harina de un maíz que ardía como la pólvora.
O sea que los jodidos estoicos tenían toda la razón cuando decían aquello de “limita tus aspiraciones y serás feliz”, tanto más feliz cuanto más las limites hasta el punto de que la felicidad quizá coincida con el hecho de morirse uno de inanición, o sea la lamentación del gitano, junto al cadáver de su borriquillo: “qué lástima que se haya muerto ahora que se había acostumbrado a no comer”.
O sea que aquel sabio positivista gitano se negaba rotundamente a admitir que su asno había pasado, al fin,  a mejor vida.
Hay mucha gente hoy que no come, miles de millones de personas, mientras las grandes productoras de alimentos echan al mar sus excedentes de producción para mantener los precios y a los canallas que hacen esto la Academia Sueca los señala con sus premios Nobel no por su trabajo intelectual sino seguramente por la firme voluntad que supone favorecer el mantenimiento de una buena economía cueste lo que cueste y aunque el coste se estime en vidas humanas.
De modo que Hayek y Popper tenían toda la razón ya que la actual situación económica mundial ha demostrado que la libertad de mercado es la única manera de que todo funcione adecuadamente puesto que si bien ahora muere mucha más gente de hambre que nunca, parece también cierto que sube como la espuma el número de millonarios, incluso en China, que dicen que es un paraíso comunista, en el que debería de imperar la dictadura del proletariado.
O sea que el incremento de la riqueza de las naciones es una evidencia total y no significa nada que su reparto prácticamente se haya anulado puesto que lo realmente importante, como todo el mundo sabe, es la producción mientras que  el consumo es una cuestión evidentemente secundaria.
De modo que si tú eres ya viejo y tienes un hijo inútil o enfermo no debiera importarte mucho que la muerte se haya introducido decididamente en vuestro entorno puesto que ésta no es sino el final obligado de cualquier existencia, que cobrará su sentido precisamente con dicho final, sobre todo si pensamos que es éste el que nos iguala finalmente a todos por la cola, ya que, los ricos, que sepamos, no han conseguido todavía llevarse al otro barrio su riqueza.
De modo que, como ustedes habrán comprobado, no sólo no existe Dios, que no permitiría nunca este estado de coas, sino que nosotros tampoco existimos ya que estamos muertos cuando consentimos impasibles que pase todo esto ante nuestros ojos.

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