Revista Cultura y Ocio
"Desde hacía más de una hora, la mayoría de los hombres eran invisibles.
Algunos llevaban escondidos mucho más tiempo. Aguardaban, situados estratégicamente en las dos orillas a una distancia de quinientos metros. Los que estaban embocados en Skvaloya, loa isla de la Ballena, se hallaban en sus puestos desde la tarde de la víspera."
Muchos fuimos los lectores que quedamos sorprendidos con Olivier Truc cuando desembarcó con El último lapón, tanto por estilo como por ambientación escogida. Supongo ue por eso me quedé con curiosidad, y ese es también el motivo de que hoy traiga a mi estantería virtual, El estrecho del lobo.
Nos vamos a Hammerfest, un pequeño pueblo situado al norte de Laponia. Allí muere ahogado un ganadero durante un incidente en un paso de renos. Extraño, pero no tan extraordinario. Sin embargo, apenas unos días después el propio alcalde del pueblo aparece muerto allí convirtiendo las dos muertes en sucesos extraños y posiblemente relacionados. Klemet y Nina serán los encargados de investigar y resolver un caso con más ramificaciones de las esperadas, en un lugar aparentemente tranquilo.
Pese a seguir la estela y compartir protagonistas como corresponde en una saga, no es necesario haber pasado por el primer libro para llegar a este. Dicho lo cual, que siempre me parece importante resaltar, estamos ante un thriller con varios componentes que llaman poderosamente la atención. En primer lugar, una vez más la ambientación. Un pueblo pequeño situado tan al norte como para que ya nos hagamos cargo del frío, en el que además se da la peculiaridad de la luz. La investigación se desarrolla en un momento en el que la luz se ha dilatado más de lo imaginable para cualquiera de nosotros, en un entorno que intuimos además luminoso por la nieve. Nos habla además de un lugar a priori tranquilo, con renos y pastores, en el que hay muchos más intereses de lo que nos pudiera parecer. Porque es cierto que cuando hacemos nuestra vida ordinaria no pensamos en el lugar del que provienen todas esas cosas que nos facilitan la tarea. No se nos ocurre pensar que tal vez, en un remoto lugar al norte de Laponia, haya una lucha de intereses para extraer riquezas. Y esa denuncia, que iría unida al medio ambiente como ya hiciera en la anterior entrega, es una constante en la novela. Y es que, de la oscuridad a la luz, muchas son las similitudes entre ambas. Truc no presenta una novela de ritmo rápido, ni siquiera en sus primeras páginas, pero si que nos deja un ritmo casi a golpe de metrónomo que avanza imparable a lo largo de su escrito. Se une además ese toque costumbrista en el que nos explica el lugar elegido y descubrimos, por ejemplo, la importancia de los buzos en tan remoto lugar. Y a partir de ahí y mientras el sol avanza en una guerra para superar las 23 horas diarias de luz, desarrolla una novela francamente entretenida e interesante.
Va desgranando sucesos casi a ritmo de crónica, buscando un realismo que se ve respaldado por el desconocimiento del lector sobre el lugar elegido, y nos regala una trama de corrupción e intereses creados. Junto a estos la trama irá destapando también los rencores y pequeños engaños del lugar, a la vez que nos va desgranando un poco más la historia de los protagonistas mientras nos presenta a otros personajes nuevos, todos ellos complejos, bien armados.
El resultado es una novela que se antoja casi exótica en su viaje a Laponia sin noche, pero que supera perfectamente este punto para permitirnos disfrutar también de la trama. Un estilo depurado y sin artificios, un poco de costumbrismo y una resolución sin flecos, convierten a El estrecho del lobo en una buena opción de lectura para estas tardes frías que parece se nos han echado encima. Y no, no voy a hacer la broma sobre si hará más frío en el libro, o al otro lado de la ventana.
Por cierto que ayer no os pregunté, ¿con qué libro estáis esta semana?
Gracias