Los andaluces van hoy a las urnas sin demasiada ilusión porque desconfían de los políticos en general y muchos de ellos se acercan a las urnas sin confianza en el sistema y sospechando de la fiabilidad del recuento. Algunos votantes lo hacen presas del fanatismo y el odio, deseando que los contrarios pierdan y sean humillados, sin depositar su voto con la esperanza de que Andalucía encuentre su camino hacia la prosperidad y el verdadero progreso. La política, en España, está altamente desprestigiada y la democracia ha perdido toda su antigua grandeza y eficacia. Las elecciones andaluzas son hoy cualquier cosa menos ese festival de la libertad y la esperanza que debieran ser. El mayor drama de nuestro mundo quizás sea la desconfianza del ciudadano en su clase política, mas que la corrupción y mas dañina que la injusticia y la falta de libertades y derechos. Nunca en la historia de la humanidad se produjo en fracaso de mayores dimensiones que el de la actual clase política, que ha perdido la confianza, la credibilidad, el respeto y la consideración de los ciudadanos y ha desprestigiado el oficio de ser político hasta extremos increíbles, invalidando así las democracias como sistemas. Cada día son más los ciudadanos no creen a sus dirigentes y que les miran con recelo y hasta odio. Muchos están tan dolidos por sus actos que se consideran víctimas y están agazapados, en espera de que se abran las urnas, para castigarlos. España es uno de los países del mundo que más odian a sus políticos. Los partidos ya no ganan las elecciones gracias a sus propuestas y promesas, sino al odio que reciben los partidos contrarios. El actual presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, es el político más rechazado de Europa por sus ciudadanos, junto con el bielorruso Lukachenco, un dictador que se mantiene porque está apoyado por el ruso Putin. Sánchez sólo se mantiene por dos razones: la primera es su descaro y terquedad porque ha acumulado "méritos" suficientes para haber dimitido decenas de veces por su corrupción, mentiras, promesas incumplidas, injusticias patrocinadas, restricciones a las libertades y derechos y ataques a la democracia y la decencia; la segunda es porque el sistema político español carece de defensas frente a un mal gobernante y las instituciones defensivas, desde la Monarquía a la Justicia y las Fuerzas Armadas, son incapaces de deshacerse de un político inicuo. ---
Las administradlos ni se creen lo que les dicen los administradores, ni reconocen su autoridad, veracidad o solvencia. Los políticos ya no son siempre considerados amigos, sino enemigos por millones de sus ciudadanos, que tampoco saben lo que piensan, ni se fían de sus palabras, promesas o propuestas.
La política, envuelta en desconfianza y recelo, ha dejado de ser noble y se ha transformado en una forma de dominio y los políticos en una casta que oprime.
Durante la pandemia, muchos no se han creído que las vacunas sirvan y temieron que nos estuvieran envenenando. Sospechamos que ocultan un exterminio de la Humanidad y no nos creemos nada de lo que nos dicen. Estamos seguros de que no trabajan para nuestro bienestar y no sabemos si los políticos son amigos o nuestros peores enemigos.
Los políticos, los medios de comunicación y las instituciones mas destacadas han perdido la credibilidad y han dejado al ciudadano en el mayor desamparo y soledad, lo que invalida la democracia y deslegitima a los gobernantes.
El gran culpable del drama es el poder político, que ya no es creíble. Hace medio siglo, nadie dudaba de la versión oficial y lo que decían las autoridades "iba a misa", pero hoy basta que lo digan los políticos para sospechar que se trata de algo falso.
Ese inmenso grado de desconfianza en los poderosos que dirigen el mundo y en los medios de comunicación está conmocionando las sociedades y cambiando el mundo, que busca desesperadamente encontrar nuevas fuentes de certeza y de información fiables.
La democracia es un sistema basado en la confianza de los administrados en sus administradores, pero esa confianza ha desaparecido y ha convertido a los gobiernos en ilegítimos, en peligrosos y en violadores de los derechos humanos, algunos tan importantes como el derecho de los ciudadanos a ser informados verazmente.
Por el camino actual, muy pronto los políticos y sus pueblos se considerarán mutuamente "enemigos" y se destrozarán, lo que representa una tragedia para la Humanidad. De hecho, los gobiernos llevan ya más de dos décadas considerando que sus peores enemigos son los ciudadanos y, en consecuencia, arman más a sus policías que a sus soldados y temen más las rebeliones y los conflictos civiles que los ataques de enemigos externos.
La mayoría de los gobiernos gasta más en material antidisturbios que en tanques y aviones de combate y recluta más policías que soldados, señal evidente de que teme más a su propio pueblo que a los ejércitos extranjeros.
Los políticos han traspasado todas las líneas rojas en su relación con los ciudadanos, a los que ha perdido el respeto. Nunca fue tan cierta como ahora la sentencia que dice que "cuando el gobierno teme a su pueblo es porque hay democracia y que si el el pueblo el que teme al gobierno, es porque hay tiranía". Hoy es el pueblo el que siente miedo de sus gobernantes, a los que muchas veces mira como enemigos capaces de hacer daño.
El conflicto planteado en España por la desmesurada subida del precio de los combustibles y la electricidad es una prueba evidente de la distancia y enemistad que separa al pueblo español de su enemigo declarado, que es el inepto, antidemocrático y sádico gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez, el cual se niega a renunciar a sus desorbitados impuestos, que llegan hasta el 60 por ciento para bajar las facturas, tan encarecidas que ya cierran negocios, oprimen a millones de ciudadanos y hasta causan muertes porque impide al ciudadano defenderse de las temibles olas de calor y de frio,
Francisco Rubiales