Vinilo Azul. -
“El estudio de grabación del viejo Tartiere”
Parece que fue ayer, pero no: ya han transcurrido treinta años. Nuestra memoria, nuestra vida, nuestra cabeza, parece jugar, a veces, con la percepción propia. Ya ha desaparecido, incluso, el escenario de aquellos momentos vitales que llenaron muchos momentos de esa errática juventud. Ya no está ese viejo Carlos Tartiere, estadio donde escenificamos buenos tiempos de fútbol y rosas, de una gloria que sería, años después, terrible agonía por culpa de dos siniestros personajes que camparon a sus anchas con el beneplácito de los “principales” de la ciudad, mientras envolvían a muchos en una soterrada e insoportable guerra civil futbolera de la que aún quedan caidos.Pero no, no. Hoy no hablaremos de aquello, sino de otros sueños juveniles, los sueños de la música, del rock, de la “llovida ovetense”,como bien la bautizó Juanjo Barral en un brillante artículo para el diario “Región” en los años 80. Porque esos años 80 con Antonio Masip al frente del municipio carbayón fueron buenos tiempos. De descubrimientos, de sueños, de ilusiones para un montón de jóvenes que quedamos atrapados por la música como eje de nuestra existencia. No fueron sólo actuaciones como las de grupos como Long Ryders, Eric Burdon o Kevin Ayers en la hoy cada vez más ruinosa plaza de toros de la ciudad, sino en otras actividades que se plantearon desde la concejalía de la juventud de la ciudad.
La principal fue el poder contar con un estudio de grabación de maquetas. Estábamos en los tiempos iniciales del concurso de maquetas de Radio Asturias, también patrocinado por el gobierno del Principado y la emisión de todas las “demos” a través del recordadísimo programa de Enrique Bueres “El Expreso de Medianoche”, que tantos grupos y artistas nos descubrió. La mesa con la que entonces se trabajaba -una modestísima cuatro pistas- haría sonreír a muchos chavales que hoy se inician en el rock, pero, a mediados de los 80, en Oviedo, poder contar con ese material en unas sesiones a un precio de ganga y en unas instalaciones decentes, era algo así como una película de ciencia ficción. Se ubicó en los bajos del viejo estadio Carlos Tartiere y allí pasé muchas jornadas con grupos como Crónicas Húmedas o The Amateurs. También, para mi historia personal todo un hito, se registraron las dos maquetas de mi grupo -La Tortuga de Sheffield- aunque no llegara a participar en la grabación. Tiempos de experimentación y descubrimiento. Así, pudimos disfrutar de dos audiciones-conferencias o como ustedes prefieran llamarlas, auténticas pioneras, de Ignacio Gasca y, si no me falla la memoria, de José María Sanz. Nombres que a la mayoría no le sonarán de nada hasta que les diga que se trataba de Poch y de Loquillo. En la Casa de la Juventud del Campo de los Patos, con un vetusto vídeo y sus palabras y conocimientos, con su fe de fans, disfrutamos y compartimos unas horas con ellos, excepcionales entonces y hoy -treinta años después- asimiladas hasta en cursos universitarios.
El mundo cambia, la ciudad también, pero recuerdos así permanecen imperecederos como una parte crucial de un aprendizaje que ha desembocado en lo que hoy somos.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "DOviedo" del diario "El Comercio" el domingo 24 de diciembre de 2017