Ahí iba ella, armada de valor como nunca,
con medio corazón en la mano y el otro medio en el pecho;
llena de miedos como siempre.
Pobre ingenua, se creía fuerte, segura.
Un solo segundo fue suficiente para perder la coherencia y ponerse a temblar,
como un jodido flan sobre el capó de un coche a 100 km/h.
En cuatro palabras intentando explicar tantas cosas;
comenzó el caos.
Y ahí estaba ella, sin saber que a veces pasa,
como pasa un simple dolor de cabeza.
Quedándose con la simplicidad de esas tres palabras.
De verdad, ¿era tan simple como sonaba? Tan pobre, tan triste…
Y ahí se quedó ella, con el diagnóstico de aquella experta en la materia;
con un simple dolor de cabeza,
que era más crónico que simple, más de corazón que de cabeza;
más inútil que una piedra…
Pero como arde, joder.
Y es que a veces pasa, sí, pasa la vida en unos años, y sigues ahí, y pasa, y sigues pasando. Y no es cuestión de tiempo ni de etapas.
