Revista Opinión

El Evangelio de Buda según Voltaire

Publicado el 03 mayo 2018 por Carlosgu82

Entre los siglos XVI y XVIII, la orden de los jesuitas llevó el Evangelio a todos los rincones del planeta, o al menos esa fue la intención, con misioneros como san Francisco Xavier, quienes llegaron hasta Japón, sin contar todo el episodio colonialista en las Américas, y el papel de los jesuitas en la promoción de un mejor trato a los pueblos indígenas del continente. Y es que los jesuitas pueden ser vistos como los primeros sociólogos o antropólogos, en el sentido de que para cumplir su misión evangelizadora debían entender no sólo el idioma sino las costumbres de los lugares a donde llegaban, documentación que forma parte de los primeros recuentos occidentales de las religiones de China, Japón y el sur de Asia. Durante esa época, el mundo se dividía en cristianos, judíos, musulmanes e idólatras.

Los budistas de todas las naciones asiáticas entraban dentro de la última descripción, pese a que los misioneros no se dieron cuenta en su momento de que muchas de las religiones que describieron en sus cartas eran en realidad el camino de vida sentado por Siddharta Gautama. Y es que cada región tenía su versión propia del budismo, las cuales no estaban normadas por una institución centralista (como el Vaticano) que pusiera orden en la doctrina. Cada pueblo y cada región tenía su propia idiosincrasia con respecto a la manera de llevar la religión, la vida cotidiana y las representaciones artísticas, por lo que había que ser un viajero sumamente avezado (o un lector tremendo) para encontrar las asociaciones.

El recuento de Voltaire es interesante y abunda en cuestiones teológicas acerca de esta confusión, pero en última instancia, construye una historia de las religiones que tiene en común atraer a los nuevos adeptos gracias a las enseñanzas del maestro o del iniciado, pero que ulteriormente repele a la gente razonable por las doctrinas y maniqueísmos adoptados por los discípulos.


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