Revista Cine
El evangelio del 2012 según... Alberto Acuña Navarijo/XIX
Publicado el 08 enero 2013 por DiezmartinezMás vale tarde que nunca: la lista de lo mejor y lo peor del 2012, según el voraz cinéfago Alberto Acuña Navarijo que, sobre todo en su lista de lo peor del año, no deja títere con cabeza: Lo Mejor de 2012
10 – Shut Up and Play the Hits (Will Lovelace y Dylan Southern, 2012). Exhibida dentro de Ambulante – Gira de Documentales (10 – 23 de Febrero).
Hace un año, esta misma posición, se la adjudiqué a otro documental de la pareja inglesa conocida en el medio publicitario como thirtytwo: “No Distance Left To Run” (2010), un retrato-panorámica de la vida y obra de los integrantes de Blur, a propósito de su reunión en el Festival de Glastonbury en 2009. Ahora, toca hacer lo propio con el comentadísimo filme que registra el último, plausible y titánico concierto de LCD Soundsystem (el 2 de abril del 2011 en el Madison Square Garden), así como el día previo y posterior a lo que el diario “The Guardian” catalogó tajantemente como “El réquiem para el hipster”. Una película en la que nuevamente la dupla habla (entre canción y canción de dance-punk) acerca del miedo al fracaso, el renegar de la fama, el proceso de maduración de una persona y el cómo encarar con dignidad la evolución creativa y artística, todo ello representado con la punta de lanza del high cool neoyorkino de inicio de los 2000’s. Triste, emotiva y entrañable en partes proporcionales.
9 – La Cabaña Del Terror (The Cabin in the Woods, Drew Godard, 2011). Estrenada el 5 de Octubre
Si este año fue el de la “dominación nerd” y por default, el final del producto meta-referencial, tal y como lo ha venido diciendo el siempre estimable Mauricio González Lara (@mauroforever en Twitter) desde hace ya varios meses, entonces, se podrá considera que esta película es el colofón perfecto para este ciclo. “La Cabaña del Terror” no es tanto una deconstrucción de la deconstrucción de un género propenso a desvirtuarse fácil y rápidamente, sino una película acerca de la incapacidad de concretar la misma. Difícilmente haya mayor discurso fílmico que ese.
8 – Todo el Mundo Tiene a Alguien Menos Yo (Raúl Fuentes, 2012). Exhibida dentro de Mix México – Festival de Diversidad Sexual en Cine y Video (19 de Junio – 11 de Julio).
De acuerdo, esta ópera prima “sospechosamente” se parece a “Life Lessons”, el segmento que Martin Scorsese realizó para el tríptico “New York Stories” (1989); y sí, la pareja protagónica bien pudo haber aparecido en un guión alleniano desechado, todo ello como lo señala el autor de este blog; empero, también se retoma mucha de la sensibilidad (narrativa, dramática y estética), de Julián Hernández (subjetivamente, el mejor director local en la última década), el cual fungió como guía, co-editor y quien hasta un cameo se dio el lujo de hacer. Nuevamente, el romance furtivo, la relación condenada de antemano al fracaso, los personajes errabundos en perpetua crisis afectiva, todo de una forma tan natural, y sin el azote de gran porcentaje del cine gay. Con el riesgo que conlleva la declaración, la mejor película nacional del año.
7 – Eega (S.S. Rajamouli). DVD de importación.
2012 fue un excelente año para ver cine indio: la batalla entre las tres principales industrias regionales del país sudasiático se puso más atractiva que nunca; el cine bollywoodense más interesante fue, curiosamente, el anti-bollywoodense (nada de musicales, ni rimbombancia, ni preciosismo, ni odas al melodrama; incluso, varias de ellas tuvieron como eje central el cuestionar el oropel de su propia cinematografía, en un tono oscuro y violentísimo, para los estándares de aquellos lares). Por otro lado, las películas más inventivas surgieron de las industrias kollywoodenses y tollywoodenses. Precisamente de esta última (situada en Hyderabad, capital del estado de Andhra Pradesh, al sureste del país, y cuyo idioma es el telugu) se da el divertimento del año. S.S. Rajamouli es un indio loco, generador de blockbusters a destajo, el cual, en esta ocasión, realizó el vengeance film más estrambótico de la historia, cuando el protagonista, asesinado por el villano de rigor, con tal de no tener contratiempos para conquistar a nuestra heroína, regrese, habiendo reencarnado en… ¡una mosca! Esto le permite a Rajamouli desatarse en toda clase de secuencias inspiradas, pero siempre manteniendo el tono formal y serio (vaya, no es una película serie B que juegue con el sarcasmo per se) retomando, de paso, el tema de la reencarnación, el cual ya había tocado en otro éxito suyo, la no menos psicotrónica cinta de acción “Magadheera” (2009). Sólo por un punto le ganó a “Ra One” (Anubhav Sinha, 2011).
6 – Soy Fantasma (I Am a Ghost, H.P. Mendoza, 2012). Exhibida dentro de Mix México – Festival de Diversidad Sexual en Cine y Video (19 de Junio – 11 de Julio). / Macabro – Festival Internacional de Cine de Horror de la Ciudad de México (16 – 26 de Agosto).
El director estadounidense de ascendencia filipina H.P. Mendoza, dejó atrás los ultra coloridos musicales queer de sus producciones anteriores para presentar la película de terror más inteligente, no sólo de 2012, sino de varios años atrás. “Soy Fantasma” inicia como típico filme de Tsai Ming-liang (tomas dilatadas y estáticas, falta de diálogos, situaciones cotidianas…) pero, en un twist casi imperceptible, el registro cambia radicalmente para hablar, en un ambiente totalmente enrarecido y sobrenatural, acerca de la aceptación de la identidad (los programadores del festival Mix México, le achacaron que se refería intrínsecamente a la identidad sexual), sólo para tener un remate escabroso y críptico.
5 – Gangs of Wasseypur Partes 1 y 2 (Anurag Kashyap, 2012). DVD de importación.
Precisamente, ya que escribí acerca de cine anti-bollywoodense, aquí está el ejemplo más redondo al respecto. La épica criminal que le hubiera gustado dirigir a Ram Gopal Varma (el cual, en estos momentos, se anda lamentando en su recamara) que significa un repaso por los últimos cincuenta años de India (política, económica, social y culturalmente hablando) a través de una compleja urdimbre alrededor de una disputa entre dos familias; una epopeya de cinco horas en busca del poder y la revancha mutua. La película ideal para aquel que sigue pensando que el cine indio solamente se trata de adoradores de vacas que se visten chistoso, hablan raro y bailan a la mínima provocación.
4 – La Lista de Ejecutables (Kill List, Ben Weathley, 2011). Copia pirata.
El thriller más mal vibroso, ojete, desconcertante y chinga quedito que he visto en mucho tiempo. Técnicamente es como “A Serbian Film” (Srdjan Spasojevic, 2010), pero sin el efectismo y el shock por el shock de esta, para convertirse en una cinta que siempre va dos pasos delante de uno, nunca dejando claro hacia dónde van los tiros, hasta rematar en un clímax impredecible y pesadillesco, en donde el protagonista se sumerge en el corazón mismo de las tinieblas (y no, no es metafórico).
3 – Extraterrestre (Nacho Vigalondo, 2011). Copia pirata.
Ya lo había hecho con las películas de viajes y paradojas temporales con una trama intrincada y pródiga en detalles y arcos dramáticos. Esta vez lo hizo con las películas de invasiones extraterrestres, ambientes apocalípticos y paranoias colectivas. Nacho Vigalondo da una vuelta de tuerca a cualquier cosa que se haya dicho en este sub-género con el timing suficiente para convertir todo en una comedia romántica con enredos sexuales para aventar. Inclusive, tiene el descaro de aceptar en la recta final que nos hemos ido con la finta que desde el mismo título se propone (¿por qué o para qué sobrevuelan decenas de platillos voladores toda España? ¡Vaya uno a saber!).
2 – Holy Motors: Vidas Extrañas (Holy Motors, Leos Carax, 2012). Exhibida dentro de la 54° Muestra Internacional de Cine de Cineteca Nacional (10 de Noviembre – 24 de Diciembre).
En el último año y medio, Francia, ha visto con nostalgia y cierto recelo cómo la tecnología ha cambiado, totalmente, tanto la manera de producir como de ver y apreciar el cine mismo. Por una parte “The Artist” (Michel Hazanavicius, 2011), a la cual, según un servidor, le afectó, ante más de un crítico, aquella publicidad que hacía hincapié en “obligada si en verdad eres cinéfilo” o “es un homenaje al cine silente” para terminar siendo calificada, injustamente, como una hype victim.
Por otro lado, la sensación festivalera de Leos Carax es más que “bizarra”, “estrambótica”, “indescriptible” (o cualquier otro adjetivo excitado que se haya espetado posterior a alguna función de prensa). Es (bienvenidos los sonoros vituperios en 4, 3, 2, 1…) el complemento perfecto de la primera: se está presenciando una dolora y sentida elegía a la cinefagia (y para quien la practica, esto definitivamente le podrá pegar en el ánimo); ello en forma de “enloquecido” tour parisino.
Mención aparte merece Denis Lavant y su imponente presencia. Ojalá después de esta película deje, finalmente, de ser un actor tan subvalorado.
1 – Beast of the Southern Wild (Benh Zeitlin, 2012). Exhibida dentro de Festival Internacional de Cine de Guanajuato (20 – 25 de Julio).
Ok, ok, definitivamente no estamos frente a la mejor ópera prima desde “Citizen Kane” (Orson Welles, 1941) como, en un arrebato de entusiasmo, afirmara el amo de la cinefagia en México, Jorge Grajales, pero sí ante la narrativa e imaginería visual más bombásticas que se recuerde en épocas recientes. El drama filial, situado en el bayou de New Orleans y enmarcado en una fábula de proporciones milenarias, es duro y conmovedor. Aquel momento en donde nuestra pequeña protagonista acepta que, a partir de ese punto, deberá madurar y valerse por sí misma en un mundo hostil e inclemente, porque ya no podrá contar con su padre (torvo pero finalmente amoroso) va que vuela para ser el momento más devastador del 2012.
Lo Peor de 2012
10 – V/H/S (David Bruckner, Glenn McQuaid, Joe Swanberg, Ti West, Adam Wingard y Radio Silence). Exhibida dentro de Mórbido – Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror, Pátzcuaro (15 – 18 de Noviembre).
2012 fue un pésimo año para las antologías fílmicas de terror: “The ABC’s of Death” fue un ambicioso y, a la postre, fallidísimo proyecto que reunió a veintiséis jóvenes directores de diversas latitudes geográficas -los cuales, según una serie de productores consideró (incluyendo Todd Brown, el fundador y editor del influyente sitio Twitch), son los representantes contemporáneos más interesantes del cine de género- para realizar cortometrajes, cada uno, inspirado en una de las letras del abecedario anglosajón, teniendo como únicas clausulas la duración (cinco minutos) y que el primer y último frame tenía que contener un elemento en color rojo. Al final, sólo cinco segmentos eran rescatables (que no necesariamente buenos), la mayoría mediocres, otros totalmente olvidables y si les carcomía la duda, sí, el mini-filme de “nuestro baluarte”, Jorge Michel Grau, es malísimo (confirmando su condición overrated).
Por su parte, aunque todavía no está terminada, los primeros reportes acerca de “The Profane Exhibit”, en la que se dan cita nueve cineastas tan disímbolos entre sí (del brasileño José Mojica Marins al italiano Ruggero Deodato, pasando por el inglés Richard Stanley), no han sido precisamente alentadores.
Y después está el pináculo de la tendencia del found footage. Si ya de por sí se ha comprobado que tratar de sostener una historia mediante un gimmick más o menos ingenioso, se ha vuelto prácticamente inviable, ahora imaginen intentar hacer lo mismo con una colección de narraciones creadas por un puñado de talentos emergentes, ello gracias al revival hacia el formato análogo y el objeto vintage. Aburridas, repetitivas, estéticamente molestas, continuando con esa necedad de que en las películas del famoso sub-género, las “cintas encontradas” contengan defectos en la resolución y errores de origen para adjudicarle un cariz verité a todo el asunto, a pesar que en la mayoría de los casos, fueron grabadas, en primera instancia, con cámaras digitales. Inclusive, aún queriendo ceñirse a las reglas impuestas por “V/H/S”, esta es ilógica (¿quién fue el ocioso que recopiló lo que estamos viendo y se dio a la tarea de hacer los transfers a arcaicas cintas magnéticas, de materiales provenientes de web cams, lentes con micro-cámaras y demás gadgets? ¿Para qué?). En resumen, una fórmula prematuramente gastada. Y atención, que ya se está preparando la secuela en la que, curiosamente, están involucrados algunos de los participantes de “The ABC’s of Death”.
9 – Just Like Heaven (Pilar Ortega, 2012). Exhibida dentro de Distrital. Cine y Otros Mundos (1 – 5 de Junio).
Otra vez un montaje anodino y un guión disperso arruinaron un excelente tema para un documental musical hecho en México. Ya había ocurrido con “Nadie Puede Vivir Con un Monstruo” (Mario Mendoza, 2010), dedicado a la historia de la banda pionera del post-punk/new wave/industrial en el underground local, Size, el cual es tan redundante que se vuelve tedioso (fácil le sobra una media hora). También sucedió con “Esperando a los Bitles” (Diego Graue y Raymundo Marmolejo, 2011) el cual, supuestamente, trataría acerca del culto que se le ha rendido al cuarteto de Liverpool en México por más de cuarenta años y que terminó convirtiéndose en el video de las últimas vacaciones por Inglaterra del presidente del club de fans de la icónica agrupación.
Y el mismo defecto lo presentó esta suerte de versión tropicalizada de “I Need That Record! The Dead (or Possible Survival) of the Independent Record Store” (Brendan Toller, 2008), enfocada en la tienda de discos, Super Sound, la cual fungió como el epicentro de la escena alternativa y vanguardista defeña durante buena parte de la década de los 80’s hasta que fue desplazada por las cadenas trasnacionales en la primera mitad de los años 90’s. Ahí se tenía a los protagonistas originales, las anécdotas y las imágenes de stock a granel, para crear la gran pieza de arqueología de un mítico recinto que es descrito constantemente como si hubiera sido el local que atendía Rob Fleming junto con sus amigos snobs en “High Fidelity”. Sin embargo, en la sala de edición se decidió que era mejor concentrarse en cuatro, cinco personajes, al resto dedicarle sólo unos cuantos minutos y así ir de testimonial en testimonial (en orden, del personaje A al E y de regreso) que ni contrapuntean ni complementan lo previa o posteriormente dicho, transformando paulatinamente todo en un compendio de declaraciones carentes de valor alguno.
Ojalá la historia no se repita en otoño del 2013, con el estreno de “Discolocos” (dirigido por David Dávila), centrado en la subcultura del Hi-NRG e italodisco en la ciudad.
8 – Rojo Orgásmico (Christian González, 2012). Exhibida dentro de Feratum – Festival Internacional de Cine Fantástico, Terror y Sci-Fi, Tlalpujahua (18 – 21 de Octubre).
En un año en el que si uno levantaba una piedra salían nuevos programadores y organizadores festivaleros corriendo, el incipiente Feratum, llevado a cabo en Tlalpujahua, el pueblo mágico donde todos los días es Navidad, fue el marco ideal para que, por iniciativa de Aarón Soto, director tijuanense de culto subterráneo, difusor del cine de género y actualmente nuestro representante en Rue Morgue, la publicación más importante en el mundo del fanta-terror, se rindiera insólitamente por primera vez un homenaje al cine popular nacional, representado en dos piezas claves para entender los alcances de lo que ahora ha venido a bien calificar más de un medio anglosajón (siendo adoptado por estos lares) como mexploitation: Damian Acosta, iconoclasta y sórdido realizador que quedó prácticamente desterrado de la historia oficial de nuestra cinematografía por las instancias gubernamentales (cabe resaltar que este tributo fue póstumo) y Christian González, quien pasó de ser el renegado del videohome a inicios de los 90’s’s a erigirse como su rey absoluto hasta convertirse, en los estertores del los 2000’s, en un heroico sobreviviente del mercado.
De este último, así como se exhibieron increíbles delirios mad-mex semi-inéditos como “Esclavas del Sadismo” (1994) o “.38 Expansiva” (1996) ante el azoro de más de uno, se estrenó una de sus películas más erráticas dentro de su abultadísima filmografía que está a punto de alcanzar el centenar de títulos. La sumersión a ciertos infiernillos lúbricos con tal de concretar un documental amateur acerca de una teibolera (no el personaje, sino la persona) que emprende un estudiante de cine, provoca una congestión de aforismos acerca del rompimiento de la cuarta pared fílmica, recitados por una parca voz en off masculina, obvios guiños referenciales (de las pinku eiga a la Nouvelle Vague y de ahí a lo estorboso que resulta la formación académica), todo ello mientras que una puesta en escena descuidada, una ambientación que nunca apareció y secuencias sexuales pseudo-atrevidas (¡esos cojines en medio de los genitales de ambos actores!) evidenciaron aún más lo endeble de todo el entramado. Se admira, y estima a González, él lo sabe bien, pero ni hablar, aquí se vio totalmente extraviado.
7 – Gimme the Power (Olallo Rubio, 2012). Estrenada el 1 de Junio.
Un locutor radial convertido, así, medio de la nada, en director de cine, y una popular banda de rock que, en ambos casos, aún ya rozando los 40 años, siguen comportándose como adolescentes, creyendo haber inventado el agua hervida. Hasta miedo da escribir de esta combinación. Así, la tercera película de Olallo Rubio tiene el mismo defecto que sus trabajos previos: quiere decir mucho con urgencia y de manera condensada y, finalmente, no articula gran cosa. La génesis del priismo, sociología, rock, manipulación y desinformación en los mass media, consumismo, libertad de expresión, fama, poder… todo y nada a la vez, diseccionados por gente preparada y elocuente como…erm…”Rulo”, “Warpig”, Fernanda Tapia y los propios integrantes de Molotov (“¡Híjole, está difícil responder la pregunta, es que está muy cabrón, muy cabrón!…”), mientras que Rubio no pierde oportunidad para aparecer a cuadro, escuchando muy atento a su interlocutor, sin olvidar que él es el narrador en off.
No faltó quién le viera cualidades ya que “su estreno era pertinente coincidiendo con las turbulentas épocas electorales”. Pero, ¿en serio lo que dicen San Villoro, Javier Solórzano o “La Reclu”, son epifanías irrepetibles?
6 – El Hombre Que Vivió en un Zapato (Gabriella Gómez Mont, 2011). Exhibida dentro de Distrital. Cine y Otros Mundos (1 – 5 de Junio).
“El Hombre Que Vivió en un Zapato”presenta otro cuadro de descomposición social en el que lo mismo cabe un esquizofrénico paranoide que ha vivido durante décadas encerrado en su propio mundo convencido que está a punto de encontrar, a partir de complejas ecuaciones matemáticas, la “verdadera manera de ver el universo”, un hermano obsesivo compulsivo, una esposa sumisa hasta lo patológico, un hijo con devaneos de superioridad, una madre que en su juventud fue sodomizada y prostituida por su propio marido y, de paso, la amiga cercana de esta familia putrefacta, la polémica performancera-shocking Rocío Boliver, mejor conocida como “La Congelada de Uva”. Uno ve esta indeseable anomalía insertada en las entrañas suburbanas y se pregunta: “¿Qué tienen de extraordinario estos sujetos, por qué la directora quiso mostrárnoslos y por qué se debería de compenetrar con ellos?”.
Mientras que el documental sirva como mera galería para exponer a freaks, quimeras y personajes sacados de la cloaca más hedionda que se pueda concebir, aquello de que el género es lo mejor que ha arrojado nuestra cinematografía por demasiado tiempo, seguirá siendo cuestionable.
5 – Suave Patria (Francisco Javier Padilla, 2012). Estrenada el 7 de Septiembre.
El triunfo del humor chabacano en la sala de cine. Pues sí, guste o no, el tándem Uribe-Chaparro fue redituable en taquilla, y seguramente el director debutante Francisco Javier Padilla, estará retozando diciendo “¿Ven, no que no?”. Ok, un neo cine protagonizado por estrellas de inocultable arrastre para cierto sector poblacional; eso no está tan mal después de todo. Lo que ahora falta es que de una vez por todas se escriba un buen guión para el género, que exista una verdadera dirección de actores, que el presupuesto que tanto gustan poner por delante como tarjeta de presentación los productores, se note, y que se entienda que no hace daño el hacer casting a conciencia. Vamos, no se quiere presenciar un 2013 en donde la máxima aspiración creativa sea algún gag como la rocambolesca pelea en el bar-country, ni sobre-actuaciones como la de Mario Iván Martínez con la jotería a todo lo que da, ni pretextos argumentales como aquel de unas piedras preciosas ocultas en el desierto duranguense, ni diálogos clasistas, y sobre todo, por nada del mundo, voces en off con acento norteño cortesía del holgazán de Luis Felipe Tovar…
4 – Travesía del Desierto (Mauricio Walerstein, 2011). Estrenada el 18 de Mayo.
Si algún reportero en vez de estar peleando codo a codo con el resto, en la conferencia de prensa, con tal de conseguir un buen lugar para tomar fotografías, prestó un poco de atención, recordará que el director de “Travesía del Desierto”, comentaba que la misma es el intento de una reactivación del narcocine (como si este, alguna vez haya desaparecido realmente), pensado para los tiempos (violentos) que corren. Y bueno, aquí no hay una Camelia La Texana, ni corridos que ensalzan leyendas criminales, ni camionetas blindadas, ni cuernos de chivo, ni cantinas de medio pelo donde se bebe cerveza caliente; vaya, ni una disputa entre carteles existe.
Pero si hay una venezolana cachonda y junkie que le dice “Macho” a cualquier hombre que se atraviese en su camino, un secuestro ficticio a un empresario que involuntariamente destapa una red de tráfico de cocaína que usa como pantalla la filmación de comerciales,mientras que de la nada, la mafia, la DEA y la prensa le pisa los talones a los protagonistas, una pelea sacada de la manga, en un antro dark-hardcore-fetichista enclavado en plena carretera y muertes, al parecer, predestinadas soñándose un heroic bloodshed.
Una buena muestra de esas declaraciones desproporcionadas, fuera de lugar y que sólo maximizan las carencias que una película presenta.
3 – Resiliencia por una Nota (Luis Felipe Ferra, 2012). Funciones de pre-estreno 23-25 de Enero.
La historia de esa rara avis en el panorama musical llamado Big Band Jazz México, es transformada en una descaradísima publicidad para la cadena de casinos que fue el principal patrocinador para la realización de la película. De este modo, entre las entrevistas y las imágenes de archivo, se intercalan interludios donde el combo interpreta “Bésame Mucho”, compartiendo espacio con máquinas tragamonedas, copas de martinis y mujeres con elegantes vestidos de noche y vistosos peinados de salón, todo ello envuelto en un aura de sofisticación…aunque es más una estampa kitsch que otra cosa.
Si “Just Like Heaven” tiene un montaje que estropea todo, este lleva el desastre a otro nivel. La Big Band Jazz México es un caso extraordinario porque con los dedos de una mano se pueden contar las agrupaciones del género de esas proporciones (son más de veinte sus integrantes) y, en relativamente poco tiempo, han podido cultivar un nicho con el que ha logrado llevar a cabo extensas temporadas en el Lunario y editar discos de manera regular. Y esa particularidad parecería que es el eje del documental. Pero en un imprevisto giro, los especialistas, delatan cierta mediocridad en la banda (“Tampoco son tan buenos músicos, no han querido verlo”), descalificándolos de tajo para, sorpresivamente, rematar que casi, casi, son patrimonio nacional (“Curioso el origen de la banda, desde siempre fueron brillantes…”, destaca un crítico). Total, ¿de qué demonios está hablando toda está gente? Y digo toda, porque es obvio que nadie le dijo al editor que no todo lo que se filma debe de quedar en el corte final, por lo que cada pregunta es respondida por la veintena de músicos, avezados en el jazz, Armando Manzanero, Eugenio Toussaint, promotores y familiares, en una serie de contradicciones que extiende el metraje ¡dos horas y media!
Si esta era la manera que tenían pensado los involucrados del documental en conseguirle adeptos al jazz, habría que decirles que lo único que hicieron fue ahuyentar a cualquier posible nuevo escucha.
2 – Lecciones para una Guerra (Juan Manuel Sepúlveda, 2011). Exhibida dentro de Ambulante – Gira de Documentales (10 – 23 de Febrero).
¡Ah, el timo de las becas! Esas que se supone son para apoyar a ese creador en ciernes, a la propuesta novedosa (y si esta la otorga alguna marca, para poder ostentar su misión de compañía socialmente responsable). Aunque, como es bien sabido, resulta que estas siempre terminan en las manos equivocadas.
En su último año de alianza con la gira de documentales, Ambulante, Gucci decidió a finales del 2011 que ver la cotidianidad de una comunidad indígena guatemalteca olvidada por Dios, la cual vive en perpetua zozobra por un eventual nuevo brote militar, como el que asoló la selva del país centroamericano durante prácticamente todos los años 80’s, era la justa merecedora del reconocimiento económico. Así, pasamos del plano fijo y sin diálogos de la señora que corta caña de azúcar, al del anciano que se recuesta en su hamaca y de ahí al del atardecer lluvioso. Clásico ejemplo de trabajo universitario etnográfico, comprometido (de lejecitos) con una causa social y afectado por un contexto político ajeno, siempre visto con buenos ojos por aquellos comités que entregan estas distinciones, por ser “humano”, “responsable de imágenes de una belleza sorprendente”, “un canto a la libertad” y todas esas descripciones que siempre se incluyen en los catálogos festivaleros.
1 – Viaje de Generación (Alejandro Gamboa, 2012). Estrenada el 5 de Octubre.
2012 para el cine mexicano: el año en que se aplaudió que se comprara premios en la Costa Azul como si fueran souvenirs (es un secreto a voces que el galardón que obtuvo “Después de Lucía” en el Festival de Cannes, fue gracias a que ya de antemano se habían hecho las ventas internacionales y las relaciones públicas correspondientes). El año en que se siguió sin saber a ciencia cierta qué le ven los jurados y los críticos más respingados a la obra de Nicolás Pereda. El año en que una vez más la megalomanía de las distribuidoras con sus campañas publicitarias no sirvieron gran cosa, y películas como “Hecho en México”, “El Santos Contra la Tetona Mendoza” o “Días de Gracia” tronaron a la primera de cambios. El año que reverdecieron los lugares comunes para referirse a Carlos Reygadas y a su cuarto largometraje. El año en que “Pastorela” ganó el cada vez más devaluado Ariel. El año en que se continuó hablando de las magras condiciones de exhibición, difusión y comercialización del producto nacional y bla, bla, bla… Y también fue el año en que se le adjudicó el mote de milagroso a ese estímulo fiscal conocido como EFICINE. Sí, la misma ley, de donde salieron los veinticinco millones de pesos para realizar la película número uno de esta lista: “Viaje de Generación”.
Lo más reciente de Alejandro Gamboa, cada vez más de capa caída, es como si las “Perras” fueran chicas fresísimas y hubieran decidido ir a antrear a Cancún. Ahí, aparecen las versiones más pobres de los trademarks del director: el mundo femenino adolescente, un (auto)irónico vistazo hacia el lado más banal del ambiente televisivo, el personaje rebelde, aparentemente centrado y que nadie soporta (que ya había recaído en Margarita Magaña, Irán Castillo, Elizabeth Valdez, y que ahora le correspondió a Danny Perea), la escatología light, la autoconsciente dirección de arte naif… ¡sí, en serio, en esto, diversas empresas prefirieron invertir, veinticinco millones de pesos! Mejor reflejo de otros doce meses de pesadilla, imposible.