Revista África

El Evangelio según mi cuñada

Por En Clave De África

(JCR)
Mi cuñada Florence tiene 47 años. Como suele ocurrir en muchas zonas rurales de Uganda, se casó muy joven. Tras enviudar hace pocos años ha dedicado sus esfuerzos a sacar adelante a sus cinco hijos, dos de los cuales ya tienen familia propia, DSC07875lo que la convirtió en abuela apenas pasada la cuarentena. Lo que más le gusta en la vida son los niños. A su hermana y a mi nos compadece porque sólo tenemos dos hijos y a sus ojos somos pobres. Ella no se considera como tal, aunque su cuenta bancaria en Kampala no suele tener más del equivalente a 30 euros, aunque la que verdad es rica es su madre, que dio a luz a nueve hijos y hubiera querido haber tenido más si no fuera porque su marido se murió cuando estaba embarazada del último.

A los pocos días de llegar a Madrid llevé a ambas por el centro de Madrid. Al llegar a la Plaza de Oriente les mostré orgulloso la fachada del Palacio Real, explicándoles algo de su historia. Cada vez que volvía la cabeza me encontraba con Florence que no apartaba la mirada de mi hija Malaika, que ha cumplido un año hace pocos días. Florence l tenía en brazos y desde que salimos de casa no dejaba de hablarla, hacerle carantoñas y jugar con ella. Creo que lo que yo explicaba le importaba poco. Le interesaba mucho más la niña y cuando pasamos cerca del parque de columpios se interesó por los niños que jugaban allí. Según dejamos el Palacio Real atrás le echó una mirada sin muchos interés.

-¿ Y quién dices que vive aquí?
-Desde hace ya bastantes años no vive nadie. Es un monumento para visitar y se utiliza a veces cuando el Rey recibe a invitados.

Por la mañana le había llamado la atención ver a algunos “sin techo” en los aledaños de la Gran Vía, tumbados en unos cartones. En África la gente suele creer que todos los europeos somos ricos, vivimos en casas enormes y vamos a todas partes en coche., por eso cuando ven pobres en nuestras calles les cuesta trabajo creerlo,

-Y con un edificio tan grande sin habitar ¿`por qué no pueden vivir en él esas personas que duermen en la calle?

No supe qué contestar. Según entramos en la catedral de la Almudena me detuve frente al altar mayor para explicarlas algo. Florence me preguntó qué dónde estaba la capilla del Santísimo. Allá se dirigió para rezar. Creo que fue lo único que le interesó de la catedral.

Continuamos hacia la Plaza de la Cebada. Florence iba cantando mientras llevaba a mi hija Malaika a la espalda. La niña pronto se quedó dormida y yo caminé con las dos mientras daba gracias a Dios por tener una familia africana a la que le interesan más los niños que los palacios.

Florence sólo tiene una afición en sus ratos libres: leer la Biblia, pero se cansa cuando intenta fijar los ojos en sus páginas. Ahora está muy contenta, porque le han graduado la vista y pronto tendrá unas gafas para leer sin tanto esfuerzo.


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