Revista Cultura y Ocio

El exclaustrado

Publicado el 13 noviembre 2025 por Rubencastillo
El exclaustrado

En ocasiones, el pasado se niega a cumplir su misión y diluirse en el olvido; y, cuando tal sucede, puede llegar a adquirir una densidad inquietante, donde el sofoco, el remordimiento o la culpa golpean sin misericordia. Juan Cabrera, durante treinta años, profesó en el cenobio de Ciriego. En esas décadas, la oración, la meditación, las lecturas sacras y la estricta observancia de las normas conventuales constituyeron la base de su vivir. Al cabo de ese tiempo, herido por una crisis espiritual, solicitó una dispensa para abandonar sus votos. Ahora, a los setenta y dos años, vive en un pequeño apartamento de Argüelles, rodeado de libros y con la única compañía humana de una asistenta que se ocupa de la limpieza y la comida. Su cotidianidad es ahora apacible, pero un personaje del pasado (un novicio cuya expulsión del convento propició con una denuncia por inmoralidad) vuelve a adquirir presencia ante él: se llama Antón Rubial y es profesor de Derecho de Jaime, sobrino del exclaustrado. Lejos de haber olvidado aquella afrenta pretérita, Rubial maquina una venganza implacable contra Juan Cabrera, en la que inyectar todo el odio rencoroso que siente por él: esa “enemistad sine die” (p.62) va a adquirir gradualmente en la narración unas dimensiones perturbadoras. Y Cabrera, que abandonó el convento para recluirse en un piso y que siente que “la resultante de todo aquel proceso de exclaustramiento-enclaustramiento fue el vacío” (p.155), resultará avasallado por ese vendaval de ira biliosa.

Novela de grandes profundidades conceptuales y de gran (y filosófico) rigor léxico, El exclaustrado nos invita a reflexionar sobre la vigencia, el significado y la fortaleza (o debilidad) de la fe en nuestro tiempo, a la vez que actualiza narrativamente la vieja escena tentadora del Edén bíblico, con su serpiente, su manzana y sus desprevenidos humanos.

Con la adición de múltiples citas (Antonio Machado, Heidegger, santa Teresa, Sartre, Shakespeare, García Lorca o Benavente), Álvaro Pombo despliega ante nuestros ojos un texto exigente, de elevada esencia, que a Miguel Espinosa (es mi impresión) le habría encantado. A mí también.


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