Aquí paz y después gloria se estrenó este pasado martes con gran éxito de público. Lejos de celebrarse el triunfo de de una serie española, las primeras reacciones han sido de incredulidad, no sólo porque hubiera pasado demasiado tiempo en la nevera, sin que los propios directivos parecieran confiar en ella, si no por que muchos no entendieron después que la comedia acumulara un total de 3.681.000 espectadores y el 20,7% de cuota de pantalla. La curva de audiencia, además, refleja un minuto a minuto ligeramente creciente y un liderazgo en la práctica totalidad del perfil sociodemográfico analizado. La serie superó con creces el ya elevado 16% que obtuvo Telecinco en el total día.
En Twitter, se producían algunas discusiones curiosas nada más conocerse los datos. Llamaba la atención una sobre si la cadena podía o no sacar pecho por este triunfo. En el fondo, y aunque no se expresara con claridad, los críticos venían a decir que “Aquí paz y después gloria” es casi un subproducto que quizá agrade a la plebe, pese (o gracias) a su discutible calidad.
Las respuestas desde la cadena tampoco eran muy sutiles y se aseguraba que los críticos son a su vez una subespecie. En el recuerdo reciente está el caso de “El Ministerio del Tiempo”, alabada casi sin fisuras por los especuialistas de la prensa y que a punto ha estado de no ser renovada. En realidad, la serie de los hermanos Olivares sí ha superado el 10% y TVE la ha renovado por una segunda temporada, pero esa es otra historia.
Los motivos del éxito de la serie
Como espectador e incluso como crítico individual (no represento a ningún colectivo), me permito en este artículo la frivolidad de opinar sobre los motivos que llevaron a la audiencia a otorgar un respaldo tan masivo.
1. Antonio Resines es un gran actor: Esta afirmación es absolutamente subjetiva y será suficiente para que algunos dejen de leer el resto de opiniones, pero estoy convencido de ello. Es más, Resines es un gran actor y no solo en el terreno de la comedia. Quizá muchos no recuerden una película como La buena estrella, en la que se salía en un registro absolutamente dramático. La caja 507 es otro buen ejemplo de su versatilidad. Ya dentro de la comedia, que domina absolutamente y que lleva haciendo décadas (desde la llamada «comedia madrileña»), es un actor que hace un uso fantástico, aunque a veces abusa del recurso, de las manos, una parte del cuerpo que la mayoría de intérpretes no sabe ni dónde meter cuando están en escena.
2. La pareja Resines-Molero es una bomba. El público los adora y se complementan a la perfección. Está por demostrar que los dos Antonios juntos también sean capaces de triunfar en otros géneros, pero como pareja cómica llenan cualquier escena. Con sus exageraciones, repeticiones y defectos, Antonio Molero y Antonio Resines dan valor al trabajo de los guionistas, los grandes olvidados. Si «Los Serrano» no hubiera tenido aquel final bochornoso, el recuerdo de aquella serie sería muy distinto. El público tiene una memoria más piadosa y se queda con lo mejor, que en alguna medida pervive.
3. El resto del reparto también cumple con creces. Con el gran César Sarachu (algún día se sabrá en España lo que ha hecho este monstruo de la escena por ahí fuera) como obispo y Mónica Estarreado en otro papel destacado, el resto del elenco hace lo que se espera de él en estos casos. Algunos gustarán más que otros, pero las estrellas se sienten arropadas.
4. Los guiones dan la oportunidad al público de reírse. Aquí paz y después gloria no es una alta comedia de Wilder y Lubitsch, por supuesto. El humor es en ocasiones tosco, algunos chistes son fáciles y otros pueden ofender al público más refinado. Pero como ocurría en Ocho apellidos vascos, esta comedia contiene un buen puñado de situaciones en las que cualquiera sin prejuicios pueda reírse a gusto, incluso estando solo ante el televisor, que es la forma más difícil de soltar una carcajada.
5. El piloto está dirigido por Fernando Colomo. Maestro del género y uno de los inventores de la citada «comedia madrileña», está claro que el primer capítulo tiene algo que, por mucho que les cueste apreciar a los detractores, trasciende de alguna manera y llega al público. El director, una figura menos importante en el cine que en la televisión, también puede ejercer una gran influencia en cualquier producto. Fernando Colomo lo hace.
6. Telecinco protegió su producto. Como casi siempre, cabría añadir. Ya no es ninguna novedad que una cadena privada limite la publicidad en los primeros capítulos de sus series, entre otras razones porque está demostrado que surte efecto. En este caso, la cadena de Mediaset logró su mejor estreno de ficción de la temporada, por encima incluso de Los nuestros.
7. Las tramas llegan al límite de lo correcto, sin sobrepasarlo nunca. Por supuesto, esto también es opinable, pero «Aquí paz…» coquetea con el riesgo y suele encontrar la salida más segura. Es una comedia que podría toparse con la Iglesia, pero que sabe bien cómo esquivar los encontronazos. Siempre habrá alguien al que moleste algún chiste, pero saber jugar también con eso sin ofender a las masas es otra muestra de sabiduría.