La obesidad es uno de los principales problemas de salud de casi todos los países del mundo. México ocupa uno de los primeros lugares a nivel mundial en índices de personas obesas, lo que acarrea consigo diversas problemáticas, incluyendo la muerte.
Aun sabiendo todo esto, hay personas que se empeñan a no tomar acción para mejorar su salud, pero ¿por qué?… la explicación más obvia y real, es que están poseídas por un demonio gordo.
Hay ciertos lugares en los que este demonio se aparece, y que sin la protección adecuada, puede tomar tu cuerpo, tu voluntad. Por ello, es importante saber qué lugares puedes visitar y cuales debes evitar.
Lugar número 1
La ansiedad es el principal portal de donde emergen estos demonios. La ansiedad y el estrés son parte de nuestro día a día, y están directamente relacionados con la obesidad en las personas. Visitar el estrés o la ansiedad lleva a la mente de quien lo padece, a un estado insaciable de emociones en el organismo. El estrés y la ansiedad encuentran su lugar y acampan en la boca del estómago, creando un estado de insaciedad en esa parte del cuerpo, haciendo la ilusión de que hace falta llenarla. La primera señal enviada al cerebro es comer.
Lugar número 2
Los vacíos de la existencia de algunas personas son indiscutiblemente un lugar para encontrar a los demonios gordos, y se vuelve un círculo vicioso, ya que la depresión puede ser la causa y el efecto de la obesidad.
Algunas personas con sobrepeso se visualizan poco atractivas, inseguras, faltas de autoestima, y creen que la percepción de las personas hacia ellos es siempre negativa. Por otro lado, algunas personas con depresión tienden a la nula motivación y activación física y mental, lo que acarrea con ello la falta de energía, que provoca inmovilidad, y hace que la energía corporal se convierta en grasa que se adhiere inevitablemente al cuerpo. Algunos medicamentos para tratar la depresión tienen como efecto secundario el aumento de peso.
Lugar número 3
La familia y las costumbres son un fuerte elemento para la invocación de este demonio. La falta de práctica de alguna actividad física incluyendo el deporte en los miembros de la familia, sobre todo en los padres, quienes heredan a sus hijos las mismas conductas pasivas.
Cuando niños, muchos padres nos enseñan a calmar nuestras emociones con comida (un bebé llora, e inmediatamente la madre o el padre insertan alimento en el bebé).
La falta de la enseñanza y del aprendizaje del manejo de las emociones (estrés, depresión, enojo, confrontación, etcétera), hace que la comida se vuelva un buen aliado para “enfrentar” estos estados emocionales.
Entender la relación entre la emoción y la obesidad no es un trabajo fácil, el demonio es diferente en cada individuo, porque depende de su historia de vida, sus costumbres personales, familiares y del entorno en el que se desenvuelve.
La obesidad y el sobrepeso no es culpa al 100% de los alimentos que consumimos. Las emociones juegan un papel primordial, y nos pueden enseñar a saber comer, siempre y cuando exorcicemos de nuestro cuerpo al demonio que cada quien lleva dentro.
Nota: Solo el 1% de los mexicanos asiste al psicólogo.