Revista Cultura y Ocio

El experimento o el problema de la zapatería. teatro quevedo

Por Orlando Tunnermann

EL EXPERIMENTO O EL PROBLEMA DE LA ZAPATERÍATEATRO QUEVEDO. MADRIDORLANDO TÜNNERMANNWWW.EL-HOTEL-DE-LAS-ALMAS-PERDIDAS.BLOGSPOT.COM
EL EXPERIMENTO O EL PROBLEMA DE LA ZAPATERÍA. TEATRO QUEVEDO
(Un original concurso de improvisación, un enigma matemático y un millón de euros para el ganador. Sorprendente, interactiva, divertida y original).
Recuerdo que en mis tiempos de estudiante, o sea, cuando en las ondas sonaban a todas horas las “discotequeras” canciones del dúo alemán Modern Talking o el pegadizo “Voyage Voyage” de la francesa Desireless, a mí me hacían sufrir y pasarlas canutas con unos problemas matemáticos que debían ser muy sencillos pero que yo jamás logré resolver. Era aquella nonada (bobada) de, pongamos, la fuente que llena tres cántaros de cinco litros en diez minutos, ¿cuánto tardaré en llenar veinte cántaros más sabiendo que cuatro de ellos son de dos litros y los restantes el doble de la suma del resto? Yo ya me he perdido en el enunciado y ya me echa humo la mollera.
“El experimento o el problema de la zapatería” me retrotrae a aquellos tiempos aciagos, o sea, aquellas lides (batallas) injustas contra mi ineptitud para los razonamientos lógicos. Coral Igualador nos propone una experiencia interactiva de lo más original y entretenida, presentada en formato improvisado de reality show, para poner a circular las células grises y resolver un enigma que, como aquellos de mi infancia, a primera vista parece de dificultad parvularia. Espectadores y actores somos sometidos a la opacidad (oscuridad) impenetrable de un enigma de apariencia inocente y enjundia “demoníaca”. Ahí estamos los espectadores, cómodamente apoltronados en las butacas, leyendo el “acertijo” que nos han pasado de la dichosa zapatería, cada uno llegando a conclusiones diferentes, un buen ramillete en realidad. Los actores, que nunca son los mismos, siempre van rotando en cada nueva función, encarnan a seis concursantes singulares, divertidos, carismáticos, no tienen desperdicio, tan diferentes entre sí como una mofeta y un oso pardo. Nosotros, con los panfletos en la mano que nos han suministrado, colaboramos en la resolución del problema aventurando conclusiones que una conductora, El Sistema, va anotando en una pizarra. Los actores hacen lo propio. Son concursantes en pos de un premio titánico: un millón de euros para quien desvele el problema propuesto. Las tensiones y emociones se desbocan y alguno cruzaría al lado oscuro para obtener un trofeo tan suculento: un millón de euros. ¿Qué harías tú, qué serías capaz de hacer por un millón de euros?
“El experimento” es un brillante diseño de entretenimiento en el cual el espectador es parte esencial del desarrollo de la función. Imposible imaginar el tedio o la decepción con un producto tan interesante y fascinante, divertido y trepidante. Los actores elegidos para tamaño desafío, al menos los que yo tuve el placer de ver sobre el escenario, son verosímiles en sus respectivos roles de concursantes. Verosímiles y fabulosos, magníficos. Extravagantes, puede ser, tanto como la “fauna” autóctona que habita en los platós de los típicos reality shows que engordan las audiencias de las más célebres cadenas de televisión: Canallas, guaperas, frikis, horteras, pánfilos, gente inclasificable inunda nuestras pantallas de televisión para deleite de las audiencias. “El experimento” aúna sobre el escenario a una pequeña recolección de ese mundillo inclasificable que se pasea por las cadenas de televisión como si fuesen grandes celebridades en el planeta de los despropósitos.
Sobre el escenario, un elenco de actores que se desenvuelven con maravillosa soltura. Mis favoritos: el gigoló y esa “galleguiña” que es como una ametralladora de palabras, nervios y desparpajo.
“El experimento o el problema de la zapatería”… ¿Te la vas a perder? Pocas veces mi tiempo libre estuvo tan bien aprovechado.Orlando Tünnermann.

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