Revista Opinión

El extrañamiento de Miguel Espinosa

Publicado el 25 junio 2013 por Manuelsegura @manuelsegura

MIGUEL_ESPINOSA

Yo creo que al escritor más enorme que hemos tenido en la Región de Murcia, Miguel Espinosa, le asfixiaba tanto el carácter provinciano de su tierra que por eso, y aunque apenas saliera de su entorno, impregnó su obra de universalidad atemporal. Si este eximio novelista hubiera vivido en estos tiempos, a buen seguro que su pluma habría estado certera para escudriñar los defectos del paisanaje y de los que nos gobiernan.

Miguel Espinosa Gironés (1926-1982) fue alguien que sin dárselas de dandy mundano ni saltimbanqui interestelar, escribió algunas de las mejores páginas de la literatura que se pariera en este sureste español. Son muchos los que todavía, a lo largo de estos años, se preguntan cómo un escritor que nunca salió de España pudo albergar en su mochila personal un bagaje tan vasto como enriquecedor de todo cuanto aconteció a su alrededor.

Una biografía escrita en 1991 por el poeta Eloy Sánchez Rosillo, quien obtuvo el premio Adonais cuando aún no alcanzaba la treintena, me descubrió al ser fascinante sumido en sus propias contradicciones, sus dudas existenciales y su lucha por la supervivencia.

Sorprende que en la redacción de su ‘Escuela de Mandarines’, quizá su producción más emblemática, invirtiera dos décadas, desde el inicio de su escritura hasta la publicación en 1974. Por aquella obra obtendría un año después el premio Ciudad de Barcelona.

Impacta la capacidad intelectual de un hombre que malvivió, en la más amplia acepción del término, en parte de su existencia. La mentada biografía nos descubre a un jefe de sección de la recién abierta Galerías Preciados en su ciudad provinciana. En el puesto, mediados los sesenta, duró apenas una semana, según nos cuentan.

Mientras producía literatura en la noche tranquila y sosegada, Espinosa tenía que buscar ya de día el sustento de su familia con representaciones comerciales. Las letras no daban para vivir, y para evitar las otras -las de los bancos- el escritor tenía que ingeniárselas.

Especial nostalgia me trajo que el mítico Café Santos, junto a la Platería murciana, fuera lugar y fuente constante de inspiración del autor de ‘La fea burguesía’. Aquel, ya desaparecido, era un establecimiento con la solera propia de quienes lo habitaban, con camareros correctamente ataviados y churros con chocolate que sabían a eso.

Sánchez Rosillo llamó a Espinosa eremita. Sus ‘Reflexiones sobre Norteamérica’ deslumbraron hasta al entonces poderoso Manuel Fraga Iribarne, quien incluso abriría algunas puertas al escritor. También se relacionó con el viejo profesor Enrique Tierno Galván, que le prologó ese mismo libro.

Un primero de abril de 1982, a Miguel Espinosa se le rompió el corazón que algunos años atrás ya le había preavisado. Fue mientras participaba en una reunión profesional, que no literaria. Cuando por primera vez se vio tentado por la parca dejó escrito que quería que lo incinerasen. Como en Murcia aún no se estilaba esa costumbre sus restos fueron trasladados al cementerio madrileño de La Almudena. “Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris”. Creo que aún estamos en deuda con él.

['La Verdad' de Murcia. 25-6-2013]


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