Una de las cosas que más me gusta hacer es ir al mercado los fines de semana y hacer la compra buscando entre los puestos de frutas y verduras lo que mejor pinta tenga. Ya he hablado aquí del mercado local, Findlay Market, y de los puestos que venden productos cultivados en granjas o huertos cercanos. A menudo, las frutas y verduras que venden estos puestos han sido recogidas esa misma mañana. Siendo tan frescos, están a años luz de los insípidos productos que uno encuentra en el supermercado.
El otro día, curioseando por el mercado, me llamaron la atención unas bolas enormes de apariencia esponjosa, que aparecían etiquetadas como ¨Locally Harvested White Puff Balls¨ (algo así como ¨bolas blancas hinchadas cultivadas localmente¨). Como mi media naranja y yo somos igual de curiosos, preguntamos a la vendedora qué eran las susodichas bolas.
Su respuesta nos convenció para probarlos. Se trata de unos champiñones silvestres que se recogen hacia finales de verano o principios de otoño. La textura, según nos dijo, era parecida a la del queso. Como para entonces nos corroía la curiosidad, compramos un buen trozo de la super bola y nos lo llevamos a casa tan contentos.
El procedimiento de preparación es bastante simple. Hay que limpiar un poco el champiñón con un paño húmedo, pelar la parte de la piel exterior que esté un poco amarillenta, y luego cortar en rodajas.
Acto seguido, derretimos un poco de mantequilla en una sartén, y freímos en ella las rodajas, dándoles la vuelta para que se doren por ambos lados.
¡Y ya está! Se les puede poner un poquito de sal por encima, pero si la mantequilla que hemos usado era salada, no hará falta. Se pueden aderezar también con alguna hierba, como romero, tomillo u orégano, pero no es imprescindible.
Os aseguro que estaban buenísimos, se derretían en la boca y tenían una textura y un sabor parecidos al queso fresco. La verdad es que estos champiñones gigantes son todo un descubrimiento. ¡Mmmm, absolutamente deliciosos!