De vez en cuando, en esta puta vida tan amarga por la que uno transita, suceden cosas que le reconcilian con la puñetera realidad.
Vengo siglos luchando contra esa jauría de hienas, porque son hienas carroñeras de la misma manera que las gaviotas son aves carroñeras también, que dicen que el fútbol no sólo no es política pura sino que ni siquiera tiene nada que ver con ella.
Lo jodido de todo esto es que los “maestros”, entre comillas, que le han sorbido el seso a este asqueroso pueblo en el que nos insertamos, son gentuza de la talla intelectual de aquel eximio caudillo que nos torturó y estropeó para siempre como tal nación, que se cuidaba muy mucho de exigirle a los ministros que nombraba con ese índice que, luego, heredaría el genial Aznar: “Fulanito, una última cosa, lo 1º que tiene que hacer u., tal como hago yo, es no meterse nunca en política”.
Es este cínico sinvergüenza que nunca en su vida leyó un libro que no le fuera necesario para ingresar en la Academia Militar de Zaragoza, el quicio angular sobre el que gira todo el pensamiento de la ultraderecha nazifranquista que nos gobierna con esa férrea "omertá" que siempre ha distinguido a las buenas mafias.
La 1ª de sus normas de conducta es actuar con la más absoluta hipocresía, “que tu mano derecha no sepa nunca lo que hace tu izquierda”, creo que es del evangelista Mateo, algún día alguien hará un prontuario de todas esas frases que, buscando aparentemente la virtud, han sido el fundamento de los peores vicios de los hombres.
He dicho ya muchas veces que el Ser Superior es la perfecta encarnación física del mejor de los obispos, no es ya su aire casi papal, sino todo en él lo que respira una austeridad monacal, pero sobre todo su voz y su entonación. Yo no sé cómo sus fervientes seguidores no vomitan cuando le oyen hablar. Lo hace siempre como si una voz superior le obligara a relatar cuanto dice. Es la mejor manera de dejar claro que, luego, pase lo que ocurra, él no es el culpable en absoluto de nada.
Si Cajamadrid, su férreo asidero de siempre, acaba quebrando a pesar de nutrirse con la sangre no sólo de los madrileños sino de todos los españoles, él pone cara de San Antonio, como si no tuviera nada que ver en el asunto. Si su entrenador preferido va por ahí dando tales disgustos a sus colegas que éstos no tienen más remedio que morirse de un infarto, él, desde luego, no tiene nada que ver ni siquiera cuando dice, desde la más alta de las tribunas del club, que eso, precisamente eso, es el señorío y el madridismo. Exactamente lo mismo que cuando el tío macarra cruza treinta metros, absolutamente impávido, para meterle salvajamente el dedo en el ojo al entrenador contrario ni más ni menos que ante 400 millones de telespectadores. Esto es precisamente el señorío y el madridismo, según el más superior de todos los seres. Y, claro, este pensamiento, excelso, ha concluido por crear escuela y sus jugadores agreden a fondo, ante un número parecido de espectadores, a todos aquellos otros compañeros a los que se enfrentan. Y, luego, cuando se les entrevista, dicen que eso, precisamente, eso, es el fútbol, una continua agresión porque ¿no es acaso un deporte de hombres?
Esta canallesca gentuza no sólo trata de comprarlo todo sino que hace lo imposible para que, cuando fracasa en su canallesca pretensión, nadie pueda afirmar que intentó semejante canallada.
Comenzaba este post diciendo que, a veces, muy pocas, la vida nos reconcilia con esta asquerosa realidad.
Hace ya muchos años, Graham Greene, escribió una de sus mejores novelas en la que nos narra cómo un funcionario del espionaje inglés que es, en realidad, un topo del servicio de espionaje soviético, y que le presta al mundo en general magníficos servicios en su lucha contra el jodido imperio usanianobritánico, se da cuenta de que ha sido descubierto pero logra que el serivicio de contraespionaje ruso logre sacarlo indemne del país de la Thatcher.
Greene intentó decirnos, a su magistral manera, que el capitalismo lo puede ganar todo, incluso el adormecimiento eterno de la conciencia general humana que admite paladinamente que no hay, no puede haber otro mundo que este asqueroso y jodido universo capitalista en que sobrevivimos apenas entre la mierda, pero que siempre habrá, gracias sean dadas al Altísimo, gente como Maurice Castle, ese doble espía que tiene a su mujer y a su hijo por encima de cualquier ideología o convención política, que siente que su verdadera fidelidad no está con Inglaterra y su imperio sino con aquel otro espacio en el que se ser humano se halla por encima de todo el dinero del mundo.
Aunque no lo parezca, estoy escribiendo de Neymar.
Neymar dicen, los que entienden de esto, que es futuro Messi del fútbol. No lo sé, lo que sí que sé es que, como personaje, merece toda la admiración de este jodido y asqueroso tiempo porque, frente a los 140 millones de euros que le daba el Madrid, con 11 limpios anuales para él, ha preferido ir al Barça porque dice que él lo que quiere es jugar en el mejor equipo del mundo y al lado de Messi, Xavi e Iniesta, o sea que, por referirme a otra novela de Greene, ha preferido la gloria al poder, lo que lo eleva a la categoría indiscutible de un héroe moderno.
Frente a esto, la inmensa y demoledora máquina canallesca del imperialismo económico ha hecho 2 cosas:
1º) decir que Neymar no sólo no es tan bueno como dicen sino que
2º) además, ellos, el Madrid, no han intentado nunca ficharlo, después de haberlo tenido entre sus alevines y , hace 2 años, haberle hecho firmar un contraro y pasar la pertinente revisión médica, enviando un doctor especial a Brasil con este objeto.
Y, probablemente, ésta sea la verdad-mentira que acabe por imponerse porque es la que, a partir de ahora, toda la canalllesca prensa capitalista mundial va a difundir.
Pero algunos de nosotros sabemos que sólo se trata de que a los capitalistas les ha fallado, en este caso, como en los de aquellos 5 espías ingleses que colaboraron con la KGB, el puñetero factor humano que es lo que, entre otras cosas, impide que algunas de las pocas personas decentes que vamos quedando en este mundo no hayamos seguido, muertos de ascos, la senda de los Koestler, Ganivet, Larra, Zweizt y Walter Benajamin.