Poco
antes de esta última noche de Todos los Santos el espíritu de Hugo Chávez
se manifestó como retrato sobre un muro en las obras del Metro de Caracas, lo que llevó a su heredero,
Nicolás Maduro, a mostrar fotografías del portento entre la exaltación
espiritual de los bolivarianos y las risas del resto del mundo.
Pero el
mismo día, en Washington, una encuesta del prestigioso instituto de
investigación de tendencias sociales, el Pew Research Center, revelaba que el 29
por ciento de los estadounidenses había sentido la presencia de fantasmas, y
que el 18 por ciento los había visto.
En
áreas rurales del norte de España, especialmente en Galicia, esa noche se ponen desde
hace siglos en ventanas de casas bajas calabazas con velas encendidas, junto a vasos
de vino o de orujo y viandas para reconfortar a los muertos que visittan sus antiguos hogares.
Al
amanecer las calabazas están secas, y comida y bebida han desaparecido, para
asombro quienes no quieren saber que los espíritus suelen terminar beodos, tirados
por los caminos.
En
México, entre figuras de coloristas calaveras, muertecitos de miga de pan,
pulque y tequila, millones de personas acaban también más muertas que vivas esa
fiesta, mezcla del culto a los muertos de las tradiciones nativas con el Samain
pagano europeo, cristianizado como día de Todos los Santos por el papa Gregorio
IV en 840.
La
mente “tropicalizada”creadora del realismo mágico, la locura imaginativa
que producen los trópicos con ayuda del ron, incita a ver en milagros en piedras
con la cara de Chávez, aunque en España aparecían también rostros fantasmales
en Bélmez, Córdoba.
Lo llamativo es lo de los estadounidenses que, al margen del festivo Halloween, ven entre ordenadores y satélites artificialesfantasmas verdaderos: juran que “haberlos, haylos”, como los chavistas y bastantes gallegos.
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SALAS