Revista Cultura y Ocio

El fantasma de Horacio Quiroga

Publicado el 23 noviembre 2021 por Frank Paya @payafrank
El fantasma de Quiroga deambula por los corredores de su vieja casa,como si quisiera efectuar en la muerte un regreso que no cumplió envida.Brindamos la segunda entrega de nuestro espacio dedicado a Saltodentro de las leyendas urbanas, gracias a la colaboración de DiegoMoraes. Tras la publicación de "La aparecida de la Ruta 3", Diego nosdeja otro adelanto de su libro "Bestiario del Salto Oriental",dedicado a las historias sobrenaturales de ese departamento.En este segundo capítulo, el protagonista no es otro que la figura másentrañable de Salto: el escritor Horacio Quiroga, cuya trágica yaccidentada vida dejó la simiente perfecta para la creación de unaleyenda tras su muerte.Según los registros más fieles, la última vez que Horacio Quiroga pusoun pie en Salto fue hacia fines del año 1902 o principios del 1903,cuando ya estaba radicado en Buenos Aires luego del trauma que lehabía provocado la muerte de su amigo Federico Ferrando. Juró entonces-cosa que literalmente cumplió- no regresar jamás en su vida. Lasrazones parecían justificadas: la ciudad natal, para Quiroga, no eraotra cosa que un enorme signo de su desdicha personal. Salto habíasido el escenario de dos muertes que calaron hondo en su espíritu (lade su padre Prudencio en 1879, y la de su padrastro Ascencio Barcos,en 1891). Fueron los salteños quienes desdeñaron con indiferencia susejercicios literarios en Gil Blas y en La Revista; y era tambiénsalteño, finalmente, el hermano del alma que acababa de morir, víctimade su propio descuido. Nada parecía haber en Salto que el precozescritor -por entonces de apenas veinticinco años de edad- pudieraasociar con la felicidad o siquiera lejanamente con la alegría.Sin embargo, muchos son los biógrafos que han advertido que, hacia losúltimos instantes de su vida, Horacio Quiroga planeó casi secretamenteuna íntima reconciliación con el suelo natal. En buena medida, estepropósito ya podría adivinarse considerando con atención lacorrespondencia quiroguiana hacia la época de su segundo exiliomisionero y las reiteradas ocasiones que en ella el escritor recuerdacon cariño y nostalgia las ya lejanas horas de la juventud. Enalgunas, como las cruzadas con Fernández Saldaña, Quiroga habla amenudo de rostros, de nombres y de amigos del Salto, y cuenta coninsistencia humorísticas anécdotas y recuerdos allí vividos. En otras,como las mantenidas con su amigo y coterráneo Enrique Amorim, elescritor habla mucho más explícitamente de un proyecto general de"rever el paisaje salteño", proyecto que incluía no solamente unarevaloración de las posibilidades estéticas del recuerdo del terruñosino también, acaso, una vuelta al hogar ("Al fin y al cabo -escribióuna vez- hasta los elefantes van a morir todos al sitio dónde dieronsus primeros trotes"). De hecho, este último propósito estuvo muycerca de concretarse hacia el año 1935 cuando el propio Amorim lerealizó una invitación al chalet "Las Nubes", que Quiroga a la postrerechazaría alegando su voluntad de evitar los previsibles homenajesoficiales.No obstante, la verdadera razón por la que el proyecto quiroguiano dela recuperación del Salto quedó finalmente trunco fue mucho másdrástico: poco tiempo más tarde el escritor comenzaría a padecer losprimeros síntomas de un irreversible cáncer gástrico, y tanto su saludcomo su desequilibrado estado anímico lo arrastraron obligatoriamentehacia Buenos Aires. Allí, aquejado por el sufrimiento y la soledad, laidea del suicidio se instaló en su mente con más fuerza que la delregreso. Sin embargo, es verosímil que hacia sus últimos segundos, yya de cara a Dios, Quiroga siguiera pensando, como en un sueño, en suSalto nativo. Pensó tal vez -como había dejado escrito en el Diario deViaje a París- que solamente en Salto había encontrado alguna vezdiversión. Que entre los amigos que lo acompañaron fielmente durantetoda su vida figuraban muchos salteños. Que fueron los primerosescritos salteños, acaso, los únicos que le produjeron verdaderafelicidad creativa. Que la absurda Comunidad de Los Tres Mosqueteros-precursora del célebre Consistorio del Gay Saber- fue una de lasexperiencias más delirantes que alguien pudiera imaginar. Que loscarnavales salteños le proporcionaron el conocimiento de algunosamores imborrables; y que fueron muchos también, en definitiva, losbuenos recuerdos de su vida de estudiante en el Instituto Politécnico.Es también verosímil suponer que la fatídica noche de febrero de 1937en que Quiroga entró en la muerte en el Hospital de Clínicas de BuenosAires, luego de ingerir una fuerte dosis de cianuro, llevara todas osiquiera algunas de estas imágenes impregnadas en su retina.Pues bien, tal es la razón, y no otra, por la que el fantasma deHoracio Quiroga se aparece todavía en tantos lugares del Salto: paraconseguir, desde el más allá, la anhelada vuelta al hogar que sucuerpo humano no pudo alcanzar en vida. Tal vez también por estarazón, los lugares en que con más frecuencia se manifiesta su espectrosean las dos casas que éste habitó en la ciudad. En la primera,ubicada sobre calle Uruguay, sucesivos inquilinos han visto ciertasnoches al fantasma de Quiroga deambulando por la oscuridad de loscorredores, envuelto en una larga manta de color rojo; y en lasegunda, la casona ubicada sobre Avenida Viera en que funcionaba haceno mucho tiempo la llamada "Escuela al Aire Libre", suele presentarsea los niños, caseros y cocineros del centro educativo, la mayoría delas veces sentado en una silla de hamaca ubicada junto a la estufa dellugar, aunque también hacia los terrenos del fondo, revolviendo lasplantaciones de verduras o utilizando clandestinamente lasherramientas del galpón. En tales casos, el fantasma apareceinvariablemente con el aspecto con que recuerdan a Quiroga sus últimasfotografías: enflaquecido, la piel arrugada y amarillenta, la espesabarba comiéndole la cara, la mirada triste y como perdida en el vacío.Pero no son por cierto éstos los únicos sitios de sus póstumasperegrinaciones salteñas. Por el contrario, se refieren aparicionessuyas en la zona de la Costanera Sur, más precisamente en losalrededores del Mausoleo erigido en su nombre y en el que está ubicadala famosa -y también maldita- urna de Ezria que guarda sus terrenalescenizas. Igualmente, hay testimonios que aseguran la presencia delfantasma de Horacio Quiroga re-editando en bicicleta la célebretravesía Salto-Paysandú, pedaleando muy orgulloso con su camiseta delClub Ciclista Salteño.Tales apariciones salteñas del espectro de Quiroga, naturalmente,suelen promover el espanto de sus ocasionales testigos. Sin embargo,viéndolo de otro modo, son la cosa más natural del mundo. Al fin y alcabo ¿qué otro destino más conveniente para el fantasma de un hombreque en toda su vida no fue sino un perpetuo desterrado, que el deintentar recuperar, al cabo de ésta, el familiar sabor del suelonatal, vale decir, regresar a las entrañas mismas de la madre tierra?Diego Moraes (Salto, 23 / 2 / 79) es Licenciado en Letras por laFacultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UdelaR) yProcurador por la Facultad de Derecho (UdelaR). Ha colaborado tambiéncomo redactor en varias publicaciones culturales, tales como PrimaCruzada (Montevideo) y La Ventana Magazine (Salto). Su libro"Bestiario del Salto Oriental. Antología de mitos y leyendasfantásticas del departamento" tuvo una primera edición (promocional,50 ejemplares) y se prepara una segunda a través de Zujka Ediciones,2007.

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