Ineludiblemente, cada vez que Noviembre toca a su fin, empiezan a desfilar por mi cabeza las imágenes en tecnicolor de la navidad pasada.
Como si de un reo en el corredor de la muerte se tratara, veo pasar ante mis ojos los errores y penitencias de todas las aberraciones navideñas que he cometido desde que pesa sobre mi conciencia el fervor festivo de mi prole.
Cuando se aproximan estas fechas tan señaladas, lejos de afanarme en dilucidar si este año se llevarán los adornos shabby-chic o si verdaderamente han vuelto no sólo las hombreras sino también el espumillón, me dedico a trazar un plan maestro para solventar las fiestas con el menor número posible de víctimas.
Para más inri, como somos todos ciudadanos del mundo, es ver una tradición trendy y adoptarla sin pensar dos veces. Ahora la navidad, en lugar de empezar con El Gordo, empieza cuatro semanas antes con el adviento.
Como soy de naturaleza dadivosa he decidido poner a su disposición mi decálogo para vivir la navidad con niños en relativa paz y precaria armonía. Ya me lo agradecerán en las rebajas.
Antes de nada, es fundamental prevenir. Desde el verano hay que eliminar el consumo indiscriminado de televisión. Los anuncios los carga el diablo, no hay mejor estrategia para mantener a raya la carta a los reyes que no exponer a tus hijos a la publicidad mediática.
No está de más tampoco sobornar al cartero para que se deje en la saca los catálogos de grandes superficies y otros creadores de necesidades y decepciones en potencia.
Yo penaría con cárcel esos anuncios en los que salen los juguetes con extras no incluidos en la caja y que, además de costar un riñón, dan un bajón del copón cuando los montas en tu casa sin todo el atrezo del anuncio.
Siguiendo con nuestra estrategia prenavideña hay que crear sensación de escasez. A cada sugerencia para la carta contestar con un “Uy, eso un regalo de categoría, ¿estás seguro Pepito de que te has portado TAN bien este año? No sé, a ver qué dicen los reyes, pero me parece a mí o que empiezas a recoger mejor tu cuarto o lo tienes crudo hermoso”.
Con esta técnica rastrera pero harto eficiente conseguiremos no sólo que no se sigan añadiendo líneas a la lista sin mesura sino que el comportamiento de nuestros retoños mejore ostensiblemente.
A día de hoy la carta de las tigresas reza como sigue:
- La Primera y La Segunda han pedido como regalo gordo esquís y botas de esquiar, les he convencido además de que los bastones son un regalo a parte.
- Como colofón, La Primera quiere un pijama para su bebé de juguete y La Segunda un búho.
- Siguiendo con su afán por montar un zoo La Tercera ha pedido unos tacones y un delfín, y La Cuarta un murciélago y una linterna.
- La Quinta dice que con estrenar algo se conforma.
- Los reyes se reservan el derecho de traerles alguna sorpresa añadida.
Mucho ojo con los calendarios de adviento, son un arma de doble filo. Por un lado, son el chantaje perfecto para que los niños se coman el brócoli sin chistar pero corremos el riesgo de que se pasen un mes con un subidón de azúcar que no lo aplacan ni las fuerzas de seguridad del Estado. Yo he optado por los vales, me dieron un resultado fantástico el año pasado. Los cupones tigre van desde acostarse a la hora que quieran hasta una tarde de cine casero con palomitas, pasando por jugar una tarde conmigo a lo que ellas elijan o desayunar tortitas con nata.
Volviendo a los regalos, en familias con hermanos, en especial si éstos son seguidos, aplico una ley de homogenización preventiva. Procuro regalarles más o menos lo mismo para evitar los momentos de envidia suprema tras la ceremonia de apertura.
La Primera por ejemplo, no ha pedido animal, pero como estoy segura de que el juego estrella de las navidades van a ser los peluches le va a caer una ardilla. De la misma manera todo lo que no que sea claramente individual es regalo de grupo.
Una cosa que me da una rabia terrible es adelantarme con los regalos. Regalar patines antes de que tengan edad de patinar es una forma muy tonta de quemar cartuchos navideños.
Otra cosa que me repatea es matar la ilusión por exceso. Lo tengo comprobado, a partir del tercer regalo pierden la concentración. Como lo que sí que hace mucha ilusión es ver muchos paquetes en casa tigre completamos con libros y artículos de primera necesidad como pijamas, gorros y bufandas.
Pero no se crean que todo es tan espartano en casa tigre. Todo lo grinch que puedo llegar a ser con los regalos lo compenso con un barroquismo extremo en tradiciones. Para muestra un botón.
Mañana inauguraremos las olimpiadas de invierno haciendo galletas de adviento con las recetas centenarias de la suegra tigre.
Let the games begin!
The odds are against you.
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