Un fantasma recorre Europa, es el fantasma de los indignados que hace surgir, como ayer el comunismo, el miedo en los establecidos, las élites, el establishment, el sistema del que forman parte los partidos tradicionales que se alternan en el poder para que nada cambie, mientras ellos simulan representar el cambio, y dejar que los de siempre, los desafortunados, paguen todos los patos que sean necesarios. Ese fantasma de los indignados, que ya Hessel convocara con un librito, sobrevoló este fin de semana Grecia, cuna histórica y simbólica de la democracia, y se materializó en forma de un partido político que ha conseguido ganar las elecciones para defender a los esquilmados no sólo de recursos materiales con los que sobrevivir, sino también de ilusión y esperanza, y representar a los desposeídos de sueños y de futuro por esos avariciosos sin escrúpulos que, desde los infiernos del Poder -desde la troika, los gobiernos y las instituciones internacionales hasta el mercado o los bancos- chupan la sangre al pueblo, a los trabajadores, a las mujeres, a los jóvenes, a los jubilados, a los enfermos y a los niños para saciar su sed de privilegios, de fortuna, de poder omnímodo para hacer y deshacer a su antojo y en su sólo y exclusivo beneficio, en nombre de una economía tan injusta que arruina países para engordar los bolsillos de sus élites.
El fantasma de los indignados comienza a corporeizarse en una insurrección pacífica y democrática que aterra a los que utilizan el miedo para domeñar el voto, manipular las voluntades colectivas, y hacer bandera de las incertidumbres a las que nos conducen para permanecer de espaldas a los ciudadanos y abandonarlos ante las fauces de un mercado que sólo busca el beneficio, la rentabilidad y el lucro a costa de sacrificar servicios públicos y prestaciones sociales que palian las desigualdades existentes en la sociedad. Ese fantasma que se rebela contra las amenazas del totalitarismo del Capital, contra el poder de un dinero egoísta e insolidario que ha instalado a sus lacayos en los gobiernos y en las instituciones, ha hecho despertar las conciencias de la gente, les ha abierto los ojos ante la opresión y los abusos, y les ha empujado a no ser indiferentes ni serviles ante quienes no dudan en empobrecer a los pobres para que los ricos sean más ricos. Y ese fantasma asusta a Europa.
Ya ha materializado su presencia en Grecia, país al que los supremos sacerdotes del saqueo querían llevar a la edad media, a los tiempos de los esclavos sin derechos yamos todopoderosos, para aliviar a sus ciudadanos de una deuda que no contrajeron, de las bancarrotas de las que son ajenos y de los sacrificios inhumanos a que los obligan quienes los hunden en la miseria. El voto de los descontentos, espoleados por la indignación, ha nutrido las formaciones de izquierda radical, pero también a la ultraderecha más intolerante e insolidaria, permitiendo que Syriza roce la mayoría absoluta y que Aurora Dorada se posicione como tercera fuerza política en un Parlamento segmentado, tan segmentado como la pluralidad y las opiniones, en el que se sientan siete grupos parlamentarios distintos.
En España ya están los cazafantasmas ahuyentando espíritus y apariciones, están advirtiendo del desastre de atreverse a cuestionar un bipartidismo putrefacto en el que se cuecen todas las ollas de la corrupción y se fomenta la asfixia de la participación y las ideas. En España existe pánico del fantasma de los afligidos, de los indignados, de los frustrados por un Estado que no garantiza ni la salud, ni la educación, ni las pensiones, ni el trabajo, ni la dignidad de ser ciudadanos porque está al servicio de los poderosos y el dinero. Y ese fantasma es cada vez más visible, menos entelequia, conforme se acercan las fechas inevitables y peligrosas en las que puede ser convocado con el poder de las urnas. Ya los mudos hablan y se presentan en televisión para oficiar de salvapatrias y adalides del bienestar, del bienestar que no llega a la gente, y de la recuperación que sólo perciben los ciegos. Ya abundan las declaraciones y las maniobras de los que temen a los fantasmas e intentan practicar el exorcismo de los poseídos, a los que sólo poseen un fantasma como patrimonio y esperanza. Y ese fantasma recorre Europa, es el fantasma de la indignación de cuántos se sienten pisoteados y humillados con tantos recortes y desprecios.