Nadie pone en duda que la financiación de los entes locales es una asignatura pendiente que los distintos gobiernos no han acometido y que dificultan la labor de los Ayuntamientos que se ven obligados a dar servicios a los vecinos sin contar con los medios suficientes.
Dicho esto, es verdad que hay que poner límites. Ni los Ayuntamientos, ni las Comunidades Autónomas, ni las Diputaciones o Cabildos, ni por supuesto el gobierno central deben superar ciertos límites. Y si hay que hacer excepciones será en aras de mantener el Estado del bienestar, o sea deudas relativas a la Educación, Sanidad y Asistencia Social fundamentalmente.
Lo que no puede ocurrir es los excesos que hasta ahora han provocado algunos entes locales. Por ejemplo, el caso de Madrid es alarmante. Sin ser, precisamente, un ejemplo en ayudas sociales, el faraón Gallardón ha conseguido batir todos los records y ser con diferencia el Ayuntamiento que más debe en España, también en términos relativos, y uno de los que más debe de Europa.
La deuda del ayuntamiento de Madrid sobrepasa el 24% de la deuda total de todos los ayuntamientos de España, cuando su población es aproximadamente el 7% del total. La deuda total de Madrid a 31 de diciembre de 2009 es de casi 6800 millones o sea cada vecino de Madrid debe, por obra y gracia del Sr. Gallardón, más de 2.200 euros. Mientras que, por ejemplo Barcelona –que no es precisamente de las que menos deben— debe un total de 790 millones, siendo la deuda de cada barcelonés de unos 400 euros, como ven, casi seis veces menos que la de un vecino de Madrid. Y así podríamos seguir comparando.
Pero claro, cuando se ha puesto un límite a la deuda (el 75% del total de los ingresos) mucho ayuntamientos han respirado y más del 70% de ellos podrán pedir créditos sin problemas. Pero no es el caso de Madrid, que para que nos hagamos una idea la deuda que ha acumulado es superior a lo que la Unión Europea destinará a investigación en 2011 o cinco veces mayor que lo que gasta la Administración de La Rioja en un año.
Lo que no puede pretender Gallardón es que siga engordándose la cosa “ad infinitum”, y que los madrileños sigan soportando una deuda de por vida absolutamente exagerada y fruto de los sueños faraónicos de Gallardón I, el gastón.
Tendría que haber una ley que inhabilitara a los responsables de los ayuntamientos con una deuda disparatada como ocurre en Madrid.
La respuesta de Gallardón ante esta deuda bestial ha sido llamar a las puertas de papá Estado y ¿saben por dónde sale ahora el Sr. Gallardón, cuando le han dicho que no le dejan renegociar la deuda? Pues, como es un tipo de una pieza, además de cabreado sale de la reunión en Moncloa con que quienes van a pagar los platos rotos son los proveedores. O sea que debida a su gestión despilfarradora, ahora lo van a sufrir las pymes y autónomos, y naturalmente la culpa no es de él, sino de quien no le deja que siga con su sueños megalómanos.
Y al final, él sigue tranquilo, en su palacio de invierno, el antiguo Correos, ese que sólo adecuarlo a sus exigencias ha costado hace bien poco la friolera de más de 500 millones de euros. Claro que no lo paga él, sino los de siempre.
Salud y República