Los medicamentos «para el dolor» tienen su máximo exponente comercial en un exitoso producto llamado Lyrica. Este fármaco es un superventas con los pies de barro por la enorme cantidad de irregularidades que atesora, empezando porque se receta para cualquier dolor cuando sólo puede hacerse para uno en concreto. Aún así Pfizer, su fabricante, consiguió millones en ventas pese a su baja eficacia y peligrosidad.
Como explican los profesionales sanitarios de No Gracias en un post genial:
Los gabapentinoides [grupo de medicamentos sobre los que vamos a tratar, sobre todo Lyrica y Neurontin] son un ejemplo clásico de cómo la industria farmacéutica consigue vender sus productos mediante la instrumentalización y/o manipulación del ensayo clínico, compra de expertos, sociedades científicas, asociaciones de pacientes y presión comercial intensiva sobre los prescriptores. Nunca tan poco ha generado tantos beneficios. La utilización masiva de los gabapentinoides es una de las vergüenzas de la medicina contemporánea«.
¿Para qué sirve Lyrica? Si nos atenemos a su ficha técnica, el uso legal es para el dolor neuropático (el ocasionado por un mal funcionamiento del sistema nervioso) periférico y central en adultos.
Pero con esto no se consigue un superventas por eso el laboratorio que lo fabrica, Pfizer, se las arregló para que fuese recetado para cualquier tipo de dolor. Así que parte del éxito de los gabapentinoides ha sido la capacidad de la industria para inducir su utilización fuera de ficha técnica, para usos no permitidos.
¿Cómo ha conseguido tal éxito comercial, que no sanitario? Bueno, gracias a sentencias judiciales que obligaron a la empresa a dar acceso a las bases de datos de los ensayos clínicos realizados con el principio activo se ha demostrado lo descaradamente que se ha manipulado la investigación científica del citado grupo medicamentoso.
Y ese conocimiento se usó para hacer márketing entre los médicos, convenciendo a estos de que el tratamiento era bueno para cosas para las que nunca debió recetarse. No importó mucho que el gigante farmacéutico fuese sancionado en 2009 con 2.300 millones de dólares (1.613 millones de euros) por las prácticas ilícitas en la comercialización de varios de sus medicamentos, como los tratamientos Bextra y Lyrica. Se trató de la reprimenda más dura de las aplicadas en Estados Unidos contra la promoción fraudulenta de medicamentos.
Y llovía sobre mojado en Pfizer porque antes ya había admitido haber seguido tácticas impropias en la venta del medicamento Neurotin. El asunto le había costado una cantidad similar pero así evitó el desarrollo de un juicio penal a golpe de chequera. Además de usarse para cualquier dolor aunque no esté aprobado para ello, Lyrica tiene dos indicaciones legales más: Epilepsia y Trastorno de ansiedad generalizada (TAG) en adultos.
Bueno, pues seis años después de su comercialización como antiepiléptico, era utilizado casi diez veces con más frecuencia en indicaciones fuera de ficha técnica que para la indicación para la que había sido aprobado y para la que contaba con ensayos clínicos (suponemos -comentan los de No Gracias-) sólidos.
Insisto que tantas irregularidades consentidas para que Lyrica se convirtiese en superventas se consiguió gracias a un gran volumen de investigación clínica dirigida a demostrar alguna eficacia de la pregabalina (el principio activo) en al menos 33 nuevas indicaciones.
Los resultados de los ensayos clínicos exploratorios -de baja calidad pues tienen un carácter «comercial», de propaganda-, si se difunden con profusión, fomentan el uso de la sustancia fuera de ficha técnica para ampliar su mercado, el número de personas a las que se les receta sin necesidad, especialmente cuando estos estudios no se continúan con pruebas confirmatorias, como suele hacerse.
Gracias a esos estudios se vende el tratamiento como «ciencia», como conocimiento sólido confirmado y todos contentos porque «parece ciencia», ¡aunque no lo es! Como siempre escribo os aconsejo leer bien el post de No Gracias que firma el médico Abel Novoa.
Que la Ciencia es insustituible en el campo de los medicamentos es obvio. Que la investigación científica se ha convertido en el mejor marketing para las farmacéuticas lo hemos explicado unas cuantas veces.
Así que ya lo sabéis y no es la primera vez que lo publicamos, la historia de Lyrica está llena de promoción ilegal, médicos “incentivados” para que lo receten, asociaciones de pacientes que hacen lobby para su uso, multas por publicidad ilegal e indicaciones no aprobadas en Europa que se han obviado. Una joya de tratamiento que datos recientes lo describen como casi inútil y peligroso.
Por cierto, que comentamos que es un superventas pero no os he dado algún dato concreto. Ahí va: En 2015 caducó la patente de Lyrica. Terminó el monopolio y otros laboratorios tiene derecho a fabricarlo y comercializarlo. Dicho fármaco registraba entonces unas ventas superiores a los 108 millones de euros en el último año sólo en España.