Valencia, 9 de octubre de 2017. Un grupo numeroso de personas se concentra para celebrar la manifestación de todos los años. Todo muy normal, ambiente festivo, con música, niños, gegants i cabuts, dolçaines i moixerangues. Así somos por estas latitudes, hemos aprendido a tomarnos las cosas con filosofía, igual es porque no nos hace caso ni el gato, pero bueno no seré yo el que se meta ahora en estos bailes. Como decía, todo había de ser “lo normal”, divertido incluso. Pero este año no lo ha sido, nada es normal estos días, este año han aparecido los viejos fantasmas que ya creíamos extintos, cosas de otros tiempos que inexplicablemente, como si a alguien le interesase la crispación han vuelto, y con fuerza. De destrozar la fiesta se encargaron los energúmenos, cuatro tipejos que amparados en banderas antiguas que han hecho de la violencia su único alegato. Se creen provistos de la “verdad suprema” para defender ideas rotundas, de esas “enormes”, inabarcables, como puede ser el sentimiento de nación que cada uno puede tener. Algo que nunca he compartido porque creo que una bandera, la que sea, no merece el derramamiento de una sola gota de sangre. De momento son pequeños actos, cánticos, insultos, amenazas y algún altercado que acaba con gente escondida en baños de bares. Pero por ahí se empieza y acabamos entrando en el reino de la atrocidad. Intentemos atajarlo antes de que sea demasiado tarde. Nuestro gobierno está a lo que está y parece incapaz de levantarles la voz (como tampoco lo fue el italiano o el alemán el siglo pasado) y puede que incluso se sientan alentados por ello. Seguramente tendremos que ser nosotros los que debamos parar el juego no entrando en la rueda. Si no lo conseguimos lamentaremos no haber puesto freno al resurgir de un totalitarismo que nos costó una guerra mundial y millones de muertos en la Europa del S.XX. ¿Soy un exagerado? Ojalá, pero no vayas a pensar que las cosas empezaron de una forma muy diferente a este ambiente de crispación que vivimos.
Puede que hayamos olvidado que el SXX fue un siglo para olvidar. Parece que hayamos olvidado que allá por la Italia de los años 20 del XX unos personajillos que se hacían llamar squadristi empezaron como nuestros “utras”, golpes, violencia, coacción contra el que no se ajustaba al programa. Actos que subieron de nivel hasta que todo acabó en tragedia. No lo vieron venir, eran cosas de gamberros hasta que el estado entero cayó en la gamberrada. Llegó el Duce con sus Camisas Negras, marchó sobre Roma en Octubre de 1922 y al final Italia acabó inmersa en el terror.
Por esos días también en Alemania empezó a sonar la misma canción, los «gamberros» empezaron gritando, rompieron cristales de judíos, hicieron pintadas, amenazaron, crearon un ambiente hostil, de miedo, hasta que se convirtieron en Nazis, ganaron unas elecciones y acabaron con millones de vidas inocentes. ¿Verdad que ya conocemos el resto de la historia?. Parece que no lo recordemos.
Yo nunca he sido de los que frivolizaban con la palabra fascista, puede que porque he sido chapado a la antigua, puede que porque respeto la historia y creo que de ella siempre se aprende o puede que por designio de los astros ¿qué más da ahora? Pero siempre que he oído a alguien gritarle a otro que es un fascista a mi por lo menos me ha recorrido un sudor frío por el espinazo, “Fascista” es una palabra que encierra demasiados conceptos, y ninguno bueno. Hasta ahora el susto se me pasaba rápido porque entendía que ni el agresor ni el agredido solían tener ni puñetera idea del alcance de la palabra, pero viendo los acontecimientos de estos días y la radicalización de posturas sea cual sea el argumento de verdad que el frío no se me marcha. Veo las imágenes de Milán allá por 1922, las comparo con cualquier manifestación de estos días y se me quita el sueño. La vuelta del Fascio es algo que jamás hemos de tolerar, nos ha costado demasiada sangre como para repetir la salvajada. ¿Es que no lo entendemos?¿Ha vuelto ya el tiempo de la barbarie?. Espero que no, todavía estamos a tiempo de no convertirnos en un nuevo Kosovo.