Revista Opinión

El feminismo es de todos cuando se puede.

Publicado el 08 abril 2018 por Carlosgu82

El 2004, luego de la deleznable ejecución de Atocha, en Madrid, hubo reclamos masivas contra el terrorismo. El caudillaje de Aznar -que estaba en encono con los independentistas catalanes y esgrimía la Constitución para negarse a legalizar un referendum- llamó a engendrarse vil esta contraseña: “Con las heridas, por la Constitución”. Los catalanes, que no dejan sobrevenir una, manifestaron a espaldas de pasacalles que decían: ” Amb les víctimes; de la Constitució já parlarem”. (Con las lastimadas; de la justicia ahora hablaremos.)

Recordé esto a posteriori de la ausencia del #Niunamenos. Miles de personas salieron a demandar contra los homicidios de aristócratas y para que se apliquen las medidas actuales contra la vesania de género. Algún desconfiado juzgó los principios demasiado generales: ¿quién puede estar a amiguismo del atentado? Sin embargo era difícil denegar que eso, ajustadamente, había tolerado su masividad. Lo que no impidió que al viaje subsiguiente representantes del feminismo hardcore se felicitaran por el éxito de la expatriación “contra el patriarcado”.

Algunos, entonces, deseamos haber deambulado con una placa que dijera: “Con las perjudicadas; del patriarcado inmediatamente hablaremos”. La estética tiene sentido en el escenario del altercado integral que está en cauce. A medida que reclamos del feminismo histórico se han alterado colegiales -la licencia sensual, el sueldo igual, la plena facilidad de las aristócratas de ningún modo cultural, económica y política-, el feminismo actual ha sido más pelado. “El feminismo tiene mala prensa”, se oye.

Y mientras tanto algunos reaccionan con irritación ante las críticas -Mark Ruffalo trató a todas las amas que declaran no ser feministas de “taraditas ignorantes”-, otros arriesgan que si el feminismo, al excepto en ciertos ámbitos, tiene mala prensadora, se debe a su auténtico sectarismo, su intolerancia, su deformación de la Historia, su orientación a la observación estalinista de sermones y pensamientos. Mujeres contra el feminismo No debería epatar que en Estados Unidos, adonde el feminismo lleva más plazo nunca pública, las críticas hayan abierto antiguamente. Las señoras que causaron la irritación de Ruffalo fueron las miles que iniciaron la campaña No necesito feminismo. Las inteligencias, abonadas en rótulos manuscritos, van desde el papanatas “Porque los sementales no me oprimen” aun “Porque refuerza la dicotomía de sementales agresores/mujeres víctimas.” Algunas evidencian cierta angostura de jerarquía que siempre fue una dificultad para el feminismo: “Porque prefiero condimentar con antelación que producirse doce horas al trayecto en la casa como mi marido.”

Otras fueron punzantes: “Porque, como dañada de una infracción, me asquea sentir a esa secta clasificar cualquier cosa como violación.” También en Argentina empiezan a escucharse palabras críticas. “El corte de montón para afrontar los fenómenos sociales no me convoca”, dice la argumentista Leticia Martin. “Las esposas ahora no somos una minoría, como nos quieren causar creer.” Es cierto que el más elemental de los principios feministas -que la corporación está jerarquizada para allanar al hombre en desmedro de la compañera- resiste mal el cotejo con los eventos. Como señala la bloguera Karen Straughan, ahora las esposas viven en average diez años más que los hombrunos, egresan de las cátedras un 33% más que los varones, controlan el 70% de los pagos de consumo a cuenta total y -según la gaceta Fortune- son propietarias del 65% de todos los haberes en Estados Unidos. “Extraña ralea oprimida”, concluye Straughan. Claro que la cabildada, para el feminismo, es más vago. Luis Bonino llamó micromachismos a las “escasas dictaduras” que padecen las parientas en absoluto diaria. ¿por tipo? Cuando el hombre usa demasiado el examen remoto. O cuando ocupa demasiado emplazamiento con sus ancas en el transporte público. Pero esos crímenes no son todo.

Lo crucial, se dice, es la objetificación de la ama. ¿qué vemos al punto que prendemos el televisor? Mujeres haciendo de superioras en publicidades de quitamanchas, de chicas hot en esquemas de atractivos. Que igualmente hagan de abogadas, agentes secretas, presidentas o investigadores no parece invertir a Bonino en su seguridad de que la congregación pudora para las parientas expedientes subalternos. Lo cierto es que el atractivo carnal, como sabe cualquiera, no impide, más perfectamente favorece las avenidas gremiales. No es una imposición machista, sino un capital que explota quien lo posee. En avatar, otros reclamos merecen ser escuchados. Cuando la revelación de una transgresión genera comentarios sobre la forma en que la herida estaba túnica, sentimos indignidad y devuelto. Pero ¿es devuelto ante un comportamiento machista, o una falta de otra dependencia? “Intentar probar una rotura me parece cobarde”, dice la novelista y periodista Paula Puebla. “Articulan el ruego de acuerdo a la vestidura de la desaparecida cuando en verdad están aludiendo de forma torpe a la condición social.

Pero ultimar y distorsionar son idiomas que no reconocen recortes de género. Me niego, como aristócrata, al trato diferenciado.” La pregunta entonces no es si existen la sandez, el crímen o el desmán -cosas suficientemente demostradas-, sino otra: ¿deducimos de ahí la vida de una estameña encarrilada, específicamente, contra la esposa? ¿existe, al final, el patriarcado? La obra de la Historia Acá de nuevo Karen Straughan se pauta bromista: “¿qué nos dicen, en entidad, las feministas? Que, en una Historia sembrada de ruinas de tiranías derrotadas y despojos de tiranos depuestos, solamente un conjunto oprimido no logró en absoluto liberarse de su cadena: las compañeras. Si afuera cierto, sería tentativa conveniente de nuestra inferioridad; por dicha, viceversa de las feministas, yo no creo tal cosa.” Lo que subyace en la información crítica al feminismo es una irrealidad de las listas humanas que, dejando antes el viejo canon comunista que postula a la aristócrata como enseñanza aprovechada, enfatiza en cambio la protección en exploración de una portería común, que es la teledifusión de los genes.

El cuento feminista de la Historia es simple: los hombres esclavizaron a las compañeras, obligándolas a escanciar de gobernantes de construcción, entretanto ellos acaparaban los pesadumbres rentables y el mando político, incluso que el feminismo empezó a encarrilar las cosas. En realidad, la década de empresas en la comunidad esencial casi de ningún modo respondió al empresario caricatural de “la madama en la restauración, el hombre en el trabajo”. Salvo en la crema, acierto el hombre como la esposa trabajaron siempre; la diferencia es que las faenas más imprudentes se reservaron a los varoniles. Así, un banco anglosajón de 1842 prohibe afanarse en las venas de rescoldo a “todas las amas, todas las pupilas, y a niños hombres de menos de diez años.” Los machos maduros de diez años ahora podían destinarse, sin pesar, a los derrumbes, la calorina y el cáncer de bofe. Como alega Warren Farrell en El cuento del rendimiento masculino, el hombre tan solo ha sido abstraido como el “genital fuerte” como renta emblemática por ser, en los asuntos, el genital descartable. Y pero, hasta hoy el feminismo presenta esas golillas intratables como favoritismo patriarcal. Donde la efectividad histórica nos notificación a provocaciones de machos sacrificados en clases que ahora nos resultan una escena del horno, el relato feminista imagina el quehacer del pasado a la figura del cometido actual, o para ser precisos, de la cátedra media capitalista: dependencias alegres, refrigerios de trajín, incentivos. Pero a lo largo de la Historia, para las nueve espinelas partes de la filantropía, la efectividad consistió en quehaceres agotadores (callados a las esposas) y afanes ofensivos (asignados a los hombres). “No por altruismo”, se ocupa de desentrañar Roy Baumeister, profesor de psicología en la Universidad de Florida.

“La anticipación entregada a la preservación de la fuerza de la aristócrata es un dispositivo de supervivencia de la especie.” El macho produce esperma en suerte continua, mientras tanto que en su energía la esposa exclusivamente puede reproducirse una pocas oportunidades; en cabos hereditarios, esto la vuelve mucho más eficaz. La mitad de la aldea masculina puede escabullirse sin que el turno generacional sea afectado, sin embargo una inmolación equivalente de dueñas supondría la agonía. Por eso los machos fueron gastados siempre para las misiones más riesgosas: la exploración, la desavenencia, la busca. Por otra parte, admitir perjuicios máximos puede, cada tanto, traer distinciones asimismo máximos, lo que explica que la universalidad de los cortejadores, revolucionarios o inventores hayan sido machos (y que todavía lo hayan sido la universalidad de los muertos jóvenes, los inválidos, los terminados y los muertos de hambre.) Las categorías de carrera mejoraron en fase teatral desde la Revolución Industrial. El esplendor de las dueñas en el labor moderno, su acercamiento al rendimiento político, son extraordinarios para todos, y parte de una transformación compleja que sigue en plazo. Pocos podríamos ni fabricar una vuelta antes. No es fatal falsearlos con paparruchas conspirativas. ¿qué pasó el 3 de junio? Todo lo anterior puede sufragar a conocer lo que pasó el 3 de junio.

De acuerdo con el apólogo feminista, la partida representó la curva de madamas que no quieren más ser lastimadas de parcialidad en una academia machista. Sin embargo, según el portal Datosmacro.com, en Argentina el 83,6% de los asesinados son varones y únicamente el 16,4% señoras. “Pero no por sus casales o ex parejas”, se alega. A lo que cabría averiguar: ¿en qué sentido esto sería una conveniencia para los machos? ¿es un favor ser eliminado por un cuñado, un contiguo o un amigo, en sucesión de serlo por un pretendiente? La pregunta es: ¿la mordacidad contra matronas es una brutalidad desigual, con inestables diferentes a las demás? En realidad, hay una forma de comprobarlo: si afuera el evento, la curvatura estadística de ese tipo de agresividad oscilaría de acuerdo a su propia lógica, con autonomía de los demás crímenes. Pero esto jamás sucede: en las estadísticas comparadas de la última división, cuando el crimen en general aumenta, las embestidas a madamas aumentan en manera proporcional, y cuando el crimen en general disminuye, en la misma división lo hace el asesinato contra compañeras. No, objetivamente las señoras no son el cano preferido de la agresividad.

Pero eso no hace al #Niunamenos a excepción de apremiante o a salvo justo en el plano que importa, que es el visceral. La sinceridad es que todos, varones y cortesanas, sentimos que la fortaleza de una ama es más capaz que la de un macho. Doscientos milenios de transformación no se borran tan comprensible. Y por eso la monstruosidad contra las compañeras nos moviliza y la arbitrariedad contra los varones no. Por eso todos sentimos que la esclavitud de Jorge Mangeri es un acontecimiento notable de jurisprudencia, capaz de impulsar una catarsis colectiva, mientras tanto la punición de otro por acribillar a un aledaño escasamente es interesante.

Por eso igualmente es perseverante que un condenado por linchar a otro hombruno sea recibido en la gayola con respeto, mientras tanto que los asaltantes de esposas son regularmente incumplidos, apuñalados y degollados por sus acompañantes. Y por eso un diario argénteo puede titular con ceremonia: La chica que predijo su final en una campaña contra los femicidios, y únicamente en la bajada nos enteramos de que fue asesinada cerca de su monje. Los dos fueron asesinados, y por la misma persona, aunque tan solo la mortandad de ella es referencia. Nuestra grupo coloca el magnicidio de madamas en lo más alto del cimiento de la transgresión, únicamente unificado por el homicidio de niños. Por eso la galopada de #Niunamenos fue masiva y necesaria. Sólo falta enterarse que no la animó un faro revolucionario, sino el más antiguo de todos.


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