Cuenta la leyenda que la vida de un ave mítica de fuego no acababa con la muerte pues, pues resurgía de nuevo de sus cenizas. Esta sería la descripción más básica y reconocible del popular fénix, un ave tan icónica que las referencias populares a otras importantes criaturas voladoras, como el fenghuang chino o el simurg persa , se hacen utilizando el nombre del fénix. Aun así, ¿qué le hizo ganar tanta relevancia y cuáles son sus orígenes?
Primeros testimonios
El ave y su nombre tienen dos orígenes distintos. Inicialmente, como se puede comprobar en las obras de Homero, la palabra fénix no aludía a ningún ave, sino al color rojo, a Fenicia y la palma datilera (Phoenix dactylifera), como acertadamente indicaba Plinio, quien señalaba que el ave recibió el nombre de la planta, no al revés. Su primera mención como ave ocurriría en Preceptos de Quirón, atribuido a Hesíodo, donde meramente se destaca su longevidad sobrehumana. Sería Herodoto de Halicarnaso en sus Historias quien describiría que en el mundo existe un solo fénix, con forma y tamaño similar a un águila de color rojo y dorado, que cada 500 años llega al templo del Sol en Heliópolis desde Arabia con una esfera de mirra con los restos de su progenitor. Este pasaje, que Eusebio de Cesarea consideraba un plagio de Hecateo de Mileto, sería repetido por múltiples autores de antes de nuestra era con pequeñas variaciones.
A comienzos de nuestra era Ovidio la mencionaría en Amores y Metamorfosis. En esta última, añade una descripción que precedería lo narrado por Herodoto, situando Asiria y no Arabia como la tierra natal del ave. Este tipo de cambios serían constantes, pues otros autores señalaban su procedencia en Etiopía o la India. Describe cómo el fénix solo se alimenta del zumo de extrañas hierbas que desprenden aroma al quemarse. En lugar de renacer en el extranjero, lleva su nido sobre una palmera oscilante y prepara con sus delicadas garras su lecho de corteza y especias, como la mirra y la canela, muriendo cuando el incienso se lleva su alma. Entonces, surgiría de su pecho un fénix más pequeño que, en cuanto creciera, se llevaría el nido con los restos de su padre a la ciudad del Sol, donde está su templo.
Autores como Pomponio Mela o Plinio el viejo añadirían la pira de nardos aromáticos, su renacimiento en forma de gusano, un aspecto opulento, con penacho y brillantes plumas en la cola, y una edad de 540 años. Tácito incrementaría este ciclo a 1461 años, coincidiendo con el ciclo sotíaco. De esta manera, venía durante el Gran Año, que sucedía cuando el orto helíaco de Sirio (Sotis) coincidía con I Tot 1 en el calendario civil, es decir, el primer día del primer mes de la temporada de la crecida del Nilo, cuando comenzaba el año egipcio. También indicó una bandada de aves acompañaba al fénix en su vuelo, una característica que compartía con el bennu egipcio. En Vida de Apolonio de Tiana, Filóstrato señaló que en la India también conocían al ave, que partía desde allí hasta Egipto, donde recogía especias en el Nilo y cantaba para sí misma mientras se consumía.
Origen egipcio
En la ciudad egipcia de Heliópolis, se creía que su templo del Sol se situaba sobre el montículo que emergió de las aguas primordiales durante la creación. Dado que la garza real (Ardea cinerea) descansa sobre las primeras tierras secas tras la crecida, se convirtió en el modelo para el bennu, la fuerza anímica (ba) que transciende a la muerte de Ra, Atón u Osiris. Aunque era un ave esencialmente solar, su asociación con Osiris la convertía en un símbolo del renacimiento. De esta manera, se mencionaría desde los antiquísimos textos de las pirámides hasta el Libro de los muertos, contemporáneo a la dominación romana. De hecho, en Roma pudieron ser conscientes de la equivalencia con el fénix ya que aparecía en el obelisco Flaminio, que Augusto trasladó en el Circo Máximo en el 10 a.C., aunque en los textos no se manifieste ese conocimiento. De forma tardía, Amiano Marcelino presentó una traducción de los jeroglíficos como "Ramsés II, hijo de Ra, quien llenó el templo del Fénix con sus esplendores".
El cristianismo entra en escena
Clemente de Roma aludiría en su Epístola a los Corintios al fénix como símbolo de la resurrección. Por esta razón, los primeros cristianos usaron su imagen en las catacumbas. Siglos después, el poema De Ave Phoenice, atribuido a Lactancio, presenta una descripción similar a la del Physiologus, aún por traducir al latín, reforzando su pureza y su resurrección. Este presentaría una característica esencial del ave: su asociación con el fuego. Autores como Marcial o Pomponio Mela mencionaron su muerte en la pira, pero Lactancio fue quien señaló su propio calor interno como generador de la llama. Además, aunque no fue el primero en describirlo como tal, presentaría al fénix como un pavo real, de múltiples colores y movimientos gráciles.
Estas fuentes inspiraron a autores cristianos, como Ambrosio de Milán o Isidoro de Sevilla, y a los numerosos bestiarios medievales que repetirían, como era costumbre, los mismos datos con detalles sueltos de cosecha propia. La consideración del fénix como un motivo cristiano sirvió para que se aceptara su aparición en Job 29:18, aunque aún siguen existiendo traducciones que mantienen la mención a la arena, que no tiene sentido a menos que se procure excluir de la mención al nido en la misma frase. Con el mismo espíritu, Tertuliano reinterpretó Salmos 92:12 con la inclusión del fénix en lugar de la palmera, aunque la presencia del cedro en el mismo versículo evidencia lo innecesario del cambio. Actualmente, se reconoce su mención en obras apócrifas, como el Segundo Libro de Enoc, el Apocalipsis griego de Baruc y el Éxodo de Ezequiel trágico, o en comentarios rabínicos.
Sus apariciones medievales, cuando no se limitaban a la clásica descripción, tenían finalidad didáctica. No solo era símbolo de resurrección, sino también de pureza, rodeado de especias que simbolizaban las virtudes y viviendo en un paraíso ajeno a los males terrenales. Ejemplificaba la milagrosa acción de la fe cristiana en la naturaleza, donde un ave podía alcanzar la inmortalidad. Además, por su hogar en Arabia y su asociación con las especias, solía relacionarse con el cinomolgus, el ave de la canela.
Renacimiento
Como el fénix, la cultura clásica renació con fuerza y, con ella, el fénix se convirtió en símbolo del hombre único y extraordinario. También se convierte en una de las criaturas presentes en los relatos de viajes a tierras lejanas. Incluso se incorporó al firmamento, entre las doce nuevas constelaciones del hemisferio sur creadas a finales del siglo XVI. En la alquimia, el fénix se convirtió en la culminación de todas las transformaciones del a Gran Obra.
Negación
Aunque los primeros autores en hablar de él dudaban de su existencia, esta fue una apreciación ignorada durante siglos. Cuando los naturalistas, como Conrad Gesner y Ulisse Aldrovandi, comenzaron a estudiar los seres vivos, una de las cosas que se percataron es que había muchos animales de existencia dudosa. Como se puede ver en las primeras clasificaciones de Linneo, había criaturas paradójicas, como los dragones, el pelícano o el reloj de la muerte. Aun entonces, el fénix era una de ellas, pero no por mucho tiempo.
La era de los exploradores permitió descubrir especies de tierras lejanas. Entre ellas, el ave del paraíso que trajo Juan Sebastián Elcano vino de su circumnavegación terrestre, regalo de un rey de las Molucas al rey de España. Cuando los naturalistas estudiaban estas aves, las equiparaban con el fénix, pero se percataban de que no eran tan singulares. Thomas Browne, en su puesta a prueba de las creencias populares, declaró que el fénix era otra criatura ficticia sin fundamento. Por otra parte, su existencia no era defendible ni desde la religión judeocristiana, pues no cumplió el mandato divino de crecer y multiplicarse ni se salvó del diluvio en el arca de Noé, pues todos los animales incluidos tenían pareja.
Resurgimiento
A pesar de todo, el fénix no desaparece. Durante el siglo XIX, el interés por el fénix se transforma. Ya no hay duda de su naturaleza fabulosa, pero se buscan sus equivalentes en otras culturas y sus orígenes. Es el momento en el que la egiptología da sus primeros pasos y se aumenta el contacto con China y Japón. Por supuesto, su imagen sigue viviendo en el arte y la literatura, siempre con un papel destacado.
Aspecto
A pesar de su popularidad, su apariencia es totalmente inconsistente. Mientras los textos griegos y romanos lo describían como un águila rojiza con algunos detalles dorados, sus representaciones eran similares a una grulla con un halo o nube en la cabeza. Las descripciones del Physiologus y De Ave Phoenice introdujeron el aspecto similar o más espléndido que el pavo real. A partir de entonces, el fénix podía variar su aspecto al de otras aves, como el cisne.
Fuente
- Nigg, J. (2016). The Phoenix: An Unnatural Biography of a Mythical Beast. University of Chicago Press.