ISBN: 9788467553369
Páginas: 399
Precio: 15,50 €/ 8,50 €
En cuestión de literatura juvenil, Ediciones SM me parece una de las mejores editoriales que tenemos en España: su oferta aúna temas atractivos para el lector y valores que invitan a la reflexión, además de una edición cuidada en todos los aspectos. No en vano su Premio Gran Angular tiene mucho prestigio, y es que no solo premia obras de calidad, sino que a menudo los elegidos son escritores poco o nada conocidos, lo que da más credibilidad al galardón.
Este es el caso de Jesús Díez de Palma, el último ganador, que además lo ha sido con una novela un tanto atípica: El festín de la muerte, que recopila historias sobre la Segunda Guerra Mundial. En un momento en el que el sector está invadido por el género fantástico, el jurado ha mostrado valentía al apostar por un libro que a priori se aleja bastante de los gustos del joven lector (a modo de curiosidad, ni siquiera el autor se veía con posibilidades porque no tenía claro que considerara su escrito adecuado para adolescentes). No sé cómo funcionará con su público objetivo, pero conmigo ha acertado de pleno y entiendo perfectamente las razones de su triunfo.
Jesús Díez de Palma
Jesús Díez de Palma (Madrid, 1962) se licenció en Historia del Arte y ha ejercido como profesor durante algunos años. En la actualidad trabaja en el madrileño parque del Retiro como educador ambiental, y ha publicado tres novelas juveniles: El maletín del arqueólogo (SM, 2002), La casa del indiano (Edelvives, 2004) y El festín de la muerte (SM, 2012), flamante ganadora del Premio Gran Angular. En esta última recrea diversos aspectos de la Segunda Guerra Mundial, un tema que le fascina desde su juventud y que le ha llevado un arduo proceso de documentación. Si queréis conocerlo un poco más, os recomiendo que leáis esta interesante entrevista.Sinopsis
En este apartado normalmente redacto una sinopsis con mis palabras. No obstante, el texto de la contracubierta me parece tan bello (y tan acertado) que por una vez voy a permitirme el lujo de copiarlo para que comprobéis que las palabras de la editorial también pueden ser una pequeña obra de arte:Da igual de dónde seas o a qué te dediques.
Da igual que estés en Polonia, en Alemania o en Rusia;
que seas un niño o un adulto, una promesa del fútbol
o un soldado enrolado a la fuerza.
Ni las balas ni las bombas hacen distinciones
y, quien dispara, a veces también es una víctima.
Esta es la historia de esas personas anónimas que,
en la Europa de 1939,
fueron arrastradas al festín de la muerte.
Así pues, El festín de la muerte nos habla de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, a diferencia de aquellos libros que escogen un punto de partida concreto y se limitan a un único hilo argumental, esta obra recoge distintas vertientes del conflicto: un muchacho de las Juventudes Hitlerianas que cree en la lucha, dos niños franceses que deben huir sin la compañía de sus padres, tres hermanos ingleses que ven con ojos muy distintos la batalla, incluso un chico español que acude como voluntario de la División Azul. Personas que no se relacionan entre ellas, pero que tienen en común ese festín de la muerte que cambió sus vidas para siempre.
Comentario personal
Bajo la luz de aquella estrella se había desarrollado una civilización milenaria que se tenía en aquel tiempo por la más culta y avanzada del orbe, y que, a su pesar, estaba a punto de demostrar ser la más incivilizada y salvaje de cuantas habían madurado bajo el sol (pág. 9).Lo único bueno que tienen las guerras es que se acaban. Este es el mensaje que transmite Jesús Díez de Palma a lo largo de estas cuatrocientas páginas llenas de dolor, miedo y sueños rotos. El libro contiene diversas historias sobre personajes que podrían haber vivido el conflicto en primera persona: en algunos casos se trata de relatos breves, mientras que otros se alargan varios capítulos, aunque las tramas rara vez llegan a cruzarse. En cualquier caso, el no estar acostumbrado a este tipo de organización no supone ningún problema de cara a la comprensión y el disfrute de la obra, pues el interés de la narración compensa los «problemas» habituales que algunos lectores ven en los textos breves.
El tema esencial son las infancias y adolescencias robadas, que se plasman a través de la situación de los protagonistas durante la guerra y sus recuerdos. El autor sabe conectar el pasado con el presente, en pocas páginas construye vidas enteras y el lector tiene la sensación de conocer bien a los protagonistas. El espacio está bien aprovechado y en ningún momento llega a aburrir (en parte porque no da tiempo). Entre mis historias favoritas, destaco la de Hanna, que además es la que abre el libro: sencillamente preciosa, me encantó la escena de los árboles y su final es de los que no dejan indiferente a nadie. Me parece una opción excelente para empezar, no solo por estar situada al inicio de la guerra, sino porque transmite tanto y está tan cuidada que invita a seguir leyendo. Además, Hanna tiene una personalidad con la que muchos adolescentes se pueden identificar.
—¿Y cuál es el mío? –preguntó—. ¿Qué árbol es como yo?
Jaroslaw miró a su alrededor hasta que encontró una respuesta.
—No hay árboles como tú en Polonia. No, los árboles como tú están en la selva africana o en Indochina. Allí están los árboles más preciosos, pero están escondidos, nadie los ve (pág. 34).
La trama de los niños franceses también está cargada de emoción, sería una digna recomendación de mi selección temática de infancias difíciles. Por otro lado, la de los hermanos Clement-Moore me gustó por los cambios de opinión que se dan en ellos (sobre todo en el pequeño), creo que refleja muy bien la interiorización que hacen de la guerra. La del chico alemán, Heinrich, me pareció interesante para conocer las fuertes convicciones de quienes eran partidarios de Hitler (no todo puede limitarse a sus víctimas). En general, hay dos aspectos que valoro mucho: por una parte, que muestre la evolución en los personajes que tienen continuidad en la obra; por otra, que en las historias que solo duran un capítulo consiga ser tan intenso, hay algunas muy especiales (como la del bebé que no llegó a cumplir un año y la de las niñas polacas en Navidad).
¿Qué hacía que dos jóvenes se matasen sin ni siquiera entenderse? ¿Cómo podrían discutir? ¿Cómo podrían ofenderse? Y si llegaran a comunicarse, ¿acaso no sería más fácil que compartiesen sentimientos e incluso aficiones? Un hombre puede ser comunista, o fascista, o republicano —pensó Juan—, igual que puede ser español, o ruso, o alemán, pero por debajo de ello, un hombre es un hombre. La cuestión sería poner esta condición por encima de todo lo demás (pág. 233).
Considero que se trata de un buen Premio Gran Angular y una muy buena recreación de la Segunda Guerra Mundial. Además de la consistencia de la narración, hay diversos puntos dignos de mención. En primer lugar, la estructura: abarca toda la guerra y en múltiples escenarios, lo que puede resultar muy útil para adquirir una visión panorámica del tema. En segundo lugar, todos los protagonistas son niños y jóvenes con los que el lector se puede sentir identificado: como el propio autor comenta, la primera mitad del siglo XX no queda tan lejos, y las aspiraciones de estos muchachos se asemejan a las que se pueden tener hoy en día. Además, engloba muchos ámbitos del conflicto: el campo de batalla, los aviones de bombarderos, la población civil, la División Azul, las Juventudes Hitlerianas… Realmente da para tener una buena charla en el aula o junto a los padres.
En relación con la escritura, el autor tiene una prosa amena y cuidada, fácil de leer y llena de observaciones interesantes. No quiero olvidarme de hablar de la edición que, como siempre en SM, es magnífica: la cubierta puede resultar poco llamativa a simple vista, pero me parece adecuada para el contenido (eso sí, la edición de tapa dura se desgasta con el roce). Por si fuera poco, en las guardas hay mapas de Europa antes y después de la guerra, acompañados de fotografías en blanco y negro. También hay imágenes al final de cada capítulo que se relacionan con lo que se ha contado en él; muy buen detalle.
La única pega que puedo ponerle es que me hubiera gustado volver a saber algo de algunos personajes, como Anastasia o Jean Pierre. También pienso que habría sido interesante añadir un capítulo final de un estilo parecido al primero, es decir, con breves retazos de lo que queda de los chavales con la guerra terminada. En cualquier caso, lo que hay está bien, y con eso me quedo. Tengo que reconocer que cogí mucho cariño a los chicos, todas las tramas animan a seguir leyendo e incluso cuando dejaba el libro en la mesilla seguía pensando en ellos, en lo que les ocurriría a continuación (o en su fatalidad). Me dio mucha pena abandonarlos.
En conjunto, El festín de la muerte invita a la reflexión sobre lo absurdo de la guerra: el tener que matar a gente que no se conoce, el formarse una idea maquiavélica de unos rivales de los que no se sabe nada… Lo terminé con sensación de abatimiento, así que Jesús Díez de Palma ha conseguido hacerme llegar su mensaje. Si tengo que compararlo con el ganador anterior, Pomelo y limón, me quedo con el del título afrutado porque me pareció mucho más original, pero los dos son buenos y los recomiendo encarecidamente.
Sin guerra, seguramente habrían sido amigos. Pero estaban en guerra, y en la guerra lo bueno es malo. Es malo que una persona sea buena, porque esa persona es el enemigo y el enemigo siempre es malo. Es malo sentir lástima por alguien bueno; es bueno sentir odio por alguien malo (pág. 197).
Conclusión
El festín de la muerte es una propuesta interesante para acercar la Segunda Guerra Mundial (y cualquier conflicto armado en general) a los adolescentes: tiene personajes con los que el lector se puede identificar, abarca la guerra de principio a fin, plasma diversas vertientes del tema y, por último, está contado con elegancia y buen gusto. Pero, sobre todo, el valor de este libro reside en su capacidad para conmover e invitar a la reflexión sobre el sinsentido de la batalla. Al lado de otras propuestas juveniles similares, como El niño con el pijama de rayas, La ladrona de libros o Cuando Hitler robó el conejo rosa, la novela de Jesús Díez de Palma destaca por su visión panorámica, esto es, no se limita a un único aspecto de los hechos y con ello gana interés.Además, opino que la obra también puede llenar a los adultos. Soy de las que piensan que un buen libro infantil o juvenil gusta a todas las edades, pero entiendo que en ocasiones el exceso de cuestiones estrictamente adolescentes («Me ha salido una espinilla», «El Jony me ha invitado a salir», «Odio a mi madre») puede provocar rechazo. Sin embargo, con El festín de la muerte podéis estar tranquilos: se trata de una novela seria que no desentonaría nada en la sección de narrativa general. Si sentís curiosidad, aquí tenéis el primer capítulo para haceros una idea.