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El fiel de la balanza

Por Francescbon @francescbon
EL FIEL DE LA BALANZACatalunya, o una parte importante de ella, arde. Incendios forestales asedian una zona, L'Alt Empordà, enormemente significativa, por su cercanía a Francia, por su costa, por haber sido lugar de residencia fija o eventual de célebres personajes en ese pequeño imaginario propio de este pequeño país. Especulaba para mis adentros, esta mañana, si no prefería que esos incendios fueran provocados, y se descubriera que obedecían a una mala intención de extremistas españoles, obsesionados ante la eventual cercanía de una secesión, y que esos hechos provocaran una ruptura definitiva. Imaginad el extremo al que lleva esa mezcla de fantasía y desesperación.No es que al resto del estado le vaya mucho mejor, por eso.Barcelona se tizna lentamente de esa ceniza que flota en el ambiente, y que por tanto, acompaña ahí, en suspensión, al mal rollo imperante. Y ese tenue olor a leña, a madera quemada, que tan acogedor, casi evocador, resulta en invierno, ahora no es más que olor de la conciencia, ni voz hace falta, que rememora y persiste en rememorar que, digan lo que digan los políticos y sus vasallos, siempre hay algo que puede empeorar.El 12 de octubre es festivo en España. En Catalunya, aun siendo también festivo, ya es una tradición que la mayoría de los comercios abran igual sus puertas. Por motivos obvios, poco hay que celebrar en Catalunya en un día que se llama Fiesta de la Hispanidad. En ese día, las organizaciones de extrema derecha, residuales pero aún activas, organizan en una plaza, que encima se llama Dels Països Catalans (o sea, algo así como de la patria catalana separada de la española), una cada vez más esmirriada manifestación donde sacan a pasear la parafernalia fascista española: su nostalgia del franquismo, sus banderas con águilas y toros, y sus consignas apocalípticas contra todo lo que no es como ellos. Contra las izquierdas y los nacionalistas por motivos obvios, y contra las derechas por no serlo bastante, por amagar con moderación y no darles el gusto de fusilamientos y noches de terror para sus enemigos; dan vivas a Franco y a Hitler y a Mussolini y se retiran, no sin algún que otro altercado de poca monta, hasta el año que viene.
Después de leer Las venas abiertas de América Latina, este acto va a parecerme, cosa que ya resultaba difícil, más patético. Aunque entiendo que quien jalea a Hitler y a Franco sea coherente y se muestre satisfecho sobre todo lo que representó ese 12 de octubre de 1492. El inicio del saqueo y el genocidio de todo un continente en nombre, inicialmente, de progreso o de aventura o de religión o de cultura, pero con un resultado obviamente económico. No es que yo no supiera ya algunas de las cosas que muestra ese libro. Pero el aluvión de datos y de citas y de hechos y cifras que este libro recoge es, sin duda alguna, tan abrumador y tan definitivamente convincente que resulta un tanto reiterativo. Reiteración completamente legítima: tanto tesón con el que fuimos educados los de mi generación sobre la necesidad de los pueblos indios de ser evangelizados y civilizados y adiestrados en su integración en el proceso productivo, tanto tesón con el que se nos impuso esa realidad distorsionada, debe ser compensado y parece que Galeano sólo confíe en el aluvión de datos y la repetición de consignas para neutralizarlo.
Como europeo y como persona administrativamente perteneciente al estado español, me avergüenza formar parte, aun tanto tiempo más tarde, del mecanismo que pulverizó razas, lenguajes y culturas en nombre de tan dudosas consignas. Galeano no me ha convertido: Galeano me ha aportado los datos que corroboraban lo que tanto me temía. Que el expolio fue profundo y deliberado y planificado hasta el punto, prácticamente, de eternizarlo. Que, lejos del arrepentimiento, toda esa patraña de la madre patria y el idioma común es sólo un pretexto más para justificar lo injustificable, pues nada hay más injustificable que tanta matanza y tanta miseria impuesta en nombre del derecho del conquista.
Puede que Galeano sea lo que a veces parece: un intelectual narcisista (dios, como posa en ciertas fotos) algo cargante en su discurso, algo repetitivo en su planteamiento. Y que este libro adquiera muchas veces las trazas del libro de texto que nunca dejarían que fuese, demasiado estadístico, demasiado academicista y demasiado dogmático. Pero estoy de acuerdo con Horacio: un libro así, en el momento que se publicó (1970, con montones de dictaduras en la zona, en el momento, y montones más por delante en el tiempo), no sólo era necesario: también era valiente y arriesgado. En nombre de la verdad o por cuestión de egolatría. Da igual. No  eran personas valientes, lo que sobraba, entonces.
EL FIEL DE LA BALANZAP.D. Hace demasiado, hablé de como Paul Klee, genio entre genios, usó sutilmente su arte contra el nazismo. Esta imagen de un ilustrador estadounidense, Joseph Stashkevetch, muestra, como parte de una serie, las venas de culturistas reproduciendo cuencas fluviales de los países en los que ha intervenido USA en la zona de Latinoamérica. Le veo una extraña y curiosa relación con el libro de Galeano, y es un gusto ver que continúan habiendo cerebros inquietos en este extraño planeta.

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