Foto de Perrimoon
Ayer, cautivo pero no desarmado el ejército social de la cooperación catalana, el Gobierno de la Generalitat de Cataluña escenificó su punto y final a una política pública que ha costado más de 25 años en levantar. En tan sólo dos años, sin dar explicaciones y promoviendo el fin de las entidades sociales de cooperación, el Govern de Artur Mas ha logrado finiquitar la cooperación catalana.La escenificación del fin de la política pública de cooperación vino acompañada de una acampada delante (y en el interior) del edificio de Presidencia de la Generalitat de Cataluña, en Vía Layetana nº 14. Desde las 11 de la mañana, y hasta las 4 de la madrugada, varias decenas de trabajadores y trabajadoras de ONGD catalanas se presentaron allí demandando una entrevista con el President que ya llevaban reclamando hace tiempo por carta. El motivo de tal acción es doble. Por un lado la Generalitat de Cataluña debe 15 millones de euros a las ONGD catalanas. Esta deuda, contraída mediante concurso de subvención pública, ha obligado a las organizaciones a ejecutar los proyectos para los que fueron concedidas las subvenciones sin cobrar el dinero de éstas. Se han visto obligadas a contraer préstamos con entidades financieras para cubrir los fondos comprometidos por la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo (ACCD).
El otro motivo de la movilización es el ataque del Gobierno de la Generalitat hacia el mundo de la cooperación. Desde la entrada del ejecutivo de Artur Mas, la ACCD ha visto cómo era la primera agencia pública en realizar un ERE. Además, el presupuesto de la Generalitat en cooperación ha descendido un 81%, de 49 millones de euros en 2010 a 9,5 para 2012. Este porcentaje aumenta al 93% si nos fijamos en el monto dedicado a subvenciones para ONGD.
Además, la ACCD dirigida por el equipo de Artur Mas ha modificado la política de cooperación que se tenía hasta ahora. Se continúa sacando convocatoria de subvenciones –aún a pesar de la deuda contraída- para justificar su existencia presupuestaria y su existencia física. Sin embargo, desde la primera convocatoria de la “era Mas”, la ACCD ha fijado como criterio de valoración que las ONGD concurran a la subvención auspiciando a una empresa privada catalana. Es decir, se utiliza la cooperación al desarrollo como una herramienta directa de financiación para la internacionalización de la empresa catalana. Pareciera que el Gobierno de la Generalitat se haya olvidado que las ONGD son en realidad entidades privadas, exactamente igual que las empresas, pero que en realidad cumplen una función social de manera activa y que, al no tener ánimo de lucro, reinvierten sus beneficios en su proyecto social y organizacional, no mediante beneficios a los accionistas.
El ataque pormenorizado hacia las ONGD catalanas ha llevado a que, según la Federació Catalana d’ONG per alDesenvolupament (FCONGD), al menos dos tercios de éstas tengan un grave problema de liquidez que se está llevando por delante puestos de trabajo y proyectos, así como la imagen catalana en muchos países del Sur. La misma FCONGD se ha visto obligada a despedir a la mayor parte de su plantilla debido a la quiebra de ONGD federadas.
La situación en el sector es crítica. Pero el Gobierno de la Generalitat no quiere verlo, y con la excusa de la falta de financiación va abriendo brecha en el tejido asociativo catalán. Una falta de financiación que no ha impedido a los poderes públicos abrir una convocatoria de 10 millones de euros para que empresas catalanas puedan participar en bolsa, o gastarse la friolera de 23 millones en licencias informáticas de Microsoft –que alguien instale Ubuntu en el ordenador del Molt honorable, por favor- o nada más y nada menos que 35 millones de euros en financiar el Circuit de Catalunya para que corran Fernando Alonso, Marc Márquez, Dani Pedrosa y otras personalidades patrocinadas por los bancos y cajas rescatados por los ciudadanos y ciudadanas.
La ruptura de la cooperación catalana deja en manos de las empresas del país la representación internacional. Y mientras al President se le llena la boca al hablar de solidaridad internacional en actos sobre Japón, otros terremotos de otras latitudes dejarán de contar con la ayuda catalana tan valorada hasta el momento. Adiós Cooperación al Desarrollo. Adiós Ayuda Humanitaria. Adiós sector social. Bienvenidos al neoliberalismo por la gracia de Sant Jordi.
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