Revista Cultura y Ocio

El fin de la Inquisición española

Por Joaquintoledo

El fin de la Inquisición española

Los factores que determinaron el fin de la Inquisición más famosa de todos los tiempos fueron varios. Por un lado las ideas ilustradas incrementaban, existía una crisis económica imperial, había conflictos con algunas órdenes como los jesuitas, hubo una reforma en los grandes colegios de Castilla y varios otros factores que determinaron que la institución entre en una etapa de decadencia. Además, muchos nobles simpatizaban con las ideas ilustradas y paulatinamente permitieron que se dé instrucción; además también apoyaron económicamente a los científicos y sus teorías. En 1789 estalló la Revolución Francesa. Carlos IV, temeroso, pues sabía lo que iba a ocurrir, ordenó al inquisidor general de turno que por favor se apoderase de todos los libros, periódicos o textos en general pertenecientes a los ilustrados. Se permitió la autoridad para que cualquier persona delate a otras que rompan esta regla que atentaba contra la monarquía y el soberano. Quien sabe llevados por qué razones, más que por el miedo, pero el llamado tuvo eco.

Muchos universitarios, nobles, burgueses, y hasta miembros del clero, fueron denunciados. Sin embargo a pesar de que se dio inicio a los procesos, realmente muy pocos de los enjuiciados llegaron a recibir alguna pena, y la mayoría salió libre por falta de pruebas. Al final de esto, la Inquisición se percató que su poder había quedado postrado definitivamente, sobre todo teniendo en cuenta que con este acto, lo único que había conseguido era dar más fuerza a las ideas liberales. Para desquitar su ira, la persecución y represión cayó otra vez sobre los jansenistas con renovada fuerza. Además los jesuitas tuvieron la autoridad para volver a España a partir del año 1798.
¿Y qué era mientras tanto de Arce? Pues bien, al inquisidor no le fue mucho mejor y por aquellos turbulentos tiempos, recibió una carta que lo dejó paralizado. La enviaba un colega, sí, un miembro de la iglesia, en este caso monseñor Gregorio, obispo de Blois y que había sido miembro de la Convención Nacional. Sólo vamos a trascribir algunos fragmentos señalados en el libro “La Inquisición” de Klaus Bergman:
“…Aniquílese pues por fin, ese tribunal cuyo solo nombre despierta ideas tan aflictivas; arránquese por fin ese árbol cuyo tronco está en Madrid y cuyas ramas se extienden hasta México y Lima, y cuyos vástagos trasplantado a Lisboa y Goa han producido frutos no menos amargos…”. “…Ministros de un Dios de paz, recordemos sin cesar a los miembros de la familia humana que todos son hermanos; que en este mundo llamado con bastante exactitud por un escrito: una vasta enfermería, debe en realidad cada uno emplear su valor contra el error y el vicio, soportando, sin embargo, a los viciosos y a los que van errados, haciendo brillar a sus ojos la antorcha de la verdad: repitámosles continuamente que no siendo nuestra efímera existencia sobre la tierra más que el comienzo de la vida, es demasiado larga para hacer mal y demasiado corta para hacer bien; que cada uno debe amar y servir a sus semejantes y llevarlos al sendero de la virtud con la paciencia, el buen ejemplo, las exhortaciones caritativas y los beneficios”.
Pero Ramón de Arce decidió contraatacar con todas las fuerzas que disponía. Una de sus primeras y principales víctimas fue Manuel Godoy, primer ministro conocido como el Príncipe de la Paz. Éste, al parecer,  no se había confesado desde hacía ocho años y tenía una vida bastante inmoral con las mujeres. Por fortuna, para Godoy, acusado de ateísmo, tenía buenos protectores en la corte. Finalmente, Arce renunció en el año 1808 y le sucedió, curiosamente, el que había sido su antecesor, Lorenzana. Éste tampoco se atrevió a pedir prisión para Godoy hasta que cedió ante la corte y las presiones de la reina. Así, solicitó a Roma en secreto que arrestara a Godoy. Desafortunadamente la carta fue interceptada en Génova por las tropas republicanas de Italia. El general Bonaparte informó a su embajador en Madrid de lo que se tramaba y Godoy pudo victimizarse y frustrar el intento de captura. Lorenzana quedó totalmente desprestigiado ante esto. Después de ello, recayó sobre el ministro secretario de estado de entonces, Gaspar Melchor de Jovellanos, la tarea de reformar el proceder del Santo Oficio con respecto a los libros prohibidos pero fue denunciado como otro criminal, desprestigiado también y obligado a exiliarse en Mallorca.

En el año 1805, la Inquisición tuvo otro desquite. En efecto, después de un largo período sin haber condenado a nadie a muerte, un cura que hizo declaraciones encendidas en contra de la Iglesia. No llegó a la hoguera porque murió en los calabozos, no obstante los inquisidores trataron de quemar al difunto, aunque esto no fue permitido. Esta fue la última persona condenada por el Santo Oficio.
Mientras tanto, la crisis política iba en aumento. Finalmente, Carlos IV tuvo que abdicar a favor de su hijo mayor, el príncipe de Asturias. Así asumió Fernando VII, un 9 de marzo del año 1808. Pero en la familia real había controversias y problemas típicos, que fueron aprovechados por Bonaparte para destronar a los Borbones. Así, nombró como rey de España a su hermano José Bonaparte. El pueblo español se levantó entero y finalmente el corso se vio obligado a ingresar a tierras españolas. Allí pasaron muchas cosas que no se detallaran aquí. El hecho es que el 4 de diciembre de 1808 Napoleón, deseoso de ganarse al pueblo español, decidió suprimir totalmente al Santo Oficio y sus funciones. Registros, documentos, bulas y órdenes fueron conservadas porque podían ser útiles. ¿Era acaso el fin definitivo de la Inquisición? Se encargó a un tal Llorente examinar los documentos de esta institución para escribir la historia de la misma. Así se inició todo un trabajo de investigación. En España se publicó entonces el primer trabajo titulado “Historia crítica de la Inquisición”. Entonces ha quedado patente que la Inquisición se abolió por primera vez por motivo de la invasión francesa, y así se mantuvo hasta 1814, pues José debió retroceder ante la resistencia. Pero ya en 1812 la Constitución de Cádiz, promulgada por los liberales españoles, que no estaban de acuerdo ni con Napoleón ni con el absolutismo. Respecto a la Inquisición, a pesar de que se encontraba prácticamente exterminada, decidieron darle un fin formal. La mayoría de los dos tercios de los votos aprobaron tal decisión. Los que se opusieron, sencillamente querían algo así como una modificación del procedimiento inquisitorial. Por fortuna eran lo menos. Después de eso, los liberales españoles decidieron limitar el poder del ámbito eclesiástico, reduciendo el número de conventos. Asimismo se embargaron bienes y algunos inmuebles para cubrir la deuda pública. Cuando Fernando VII regresó al trono ante la derrota de los franceses, trajo todo abajo y se volvió al absolutismo. Obviamente, restableció la inquisición y en 1814 nombró al obispo de Almería, don Francisco Mier y Campillo. Este se mantuvo en el poder hasta 1818. A inicios de 1815 publicó un edicto en la cual se pretendía regresar a la represión a la antigua, pero el papa Pío VII, finalmente abolió el tormento. Sin embargo, las islas y las cárceles en todos los territorios españoles, volvieron otra vez a nutrirse. Por fortuna esta vez, todo duraría poco tiempo. Efectivamente, las ideas liberales ya estaban demasiado insertadas entre las personas de la época y era imposible sacárselas de la mente. Todo era ya irreversible. Uno de los últimos procesos se llevó a cabo contra un judío fue el de Manuel Santiago Vivar, en el año 1818, Córdoba.
En el año 1818 asume el penúltimo inquisidor español de la historia, Jerónimo Castellón y Salas, quien era obispo de Tarazona. Ejerció hasta 1820. Precisamente ese año, en la isla de León se dio inició al fin. Así entonces la Constitución liberal se volvió a proclamar y muchas provincias se volvieron a declarar rápidamente a favor constitucional. La Inquisición desde luego no apoyó a estos rebeldes, sus integrantes, incluidos algunos familiares, desaparecieron. Todos los tribunales del Santo Oficio comenzaron a ser destruidos por una ola gigantesca de libertad. Las piras, instrumentos de tortura y trofeos fueron destruidos. La única oposición que encontraron por aquel entonces, fue el del llamado “ejército de fe”, que tenía por jefe a un fraile trapense. Estos ejércitos estaban mantenidos por el clero español y se vio obligado a enfrentarse a las tropas constitucionales, acaso pensando en salvar a Fernando y también a la Inquisición. Obviamente todo había caído en decadencia y España era víctima de crímenes y saqueos por parte de uno y otro bando. En el año 1818 asume el último inquisidor español, Jerónimo Castellón y Salas, obispo de Tarazona y quien  ejerció hasta 1820.
Como estas escuadrillas del ejército de la fe habitaban los territorios limítrofes de Francia, existieron muchos infiltrados de ese país que se marcharon cuando la cosa se puso agria. Después,  el clero y los frailes siguieron manteniendo estos hombres armados y se les empezó a llamar “apostólicos” o “voluntarios realistas”, pues no olvidemos que otra de sus fachadas era defender a Fernando. En sí,  el suelo español se tiñó de sangre inútilmente durante años y después de que el monarca se enterara que los que estaban detrás de esto eran principalmente inquisidores. Fue entonces cuando  decidió marchar al núcleo de las protestas, en Cataluña, con sus mejores tropas. A pesar de que la Inquisición fue abolida en 1820, a Fernando le costó suprimir a los rebeldes ocho años más. Aparentemente la resistencia se dio porque la amnistía proclamada por el rey consistía en perdonarlos nominalmente pero manteniéndolos en la cárcel.

Muchos fueron ejecutados y en la ciudad de Tarragona se llevaron a cabo espantosos crímenes de guerra de uno y otro bando. La resistencia del clero que deseaba mantener sus privilegios e instituciones como la Inquisición, acaso significó una despedida para del paradigma clásico de este ámbito. El último hereje condenado por la Inquisición española fue el maestro de escuela, Cayetano Ripoll, ejecutado en Valencia un 26 de julio de 1826, aparentemente porque era un deísta.

Esto generó grandes reclamos internacionales, pues con la Revolución Francesa atrás y el esparcimiento de las ideas liberales, no se podía creer que España diese la impresión de continuar en la Edad Media. Finalmente, el 15 de julio de 1834, recién un año después tras la muerte de Fernando VII, un real decreto firmado por la regente María Cristina de Borbón, y bajo la aprobación del Consejo de Ministros Francisco Martínez de la Rosa, se abolió el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de España y todos sus territorios de ultramar que aún conservaba. El único rezago se vio durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840), en las zonas dominadas por Carlos María Isidro de Borbón, pero felizmente no pasó a mayores. Para la Inquisición española, había llegado el fin.


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