El hecho de que ZP, profeta laico donde los haya, se decida a visitar al sumo pontífice parece extraído de una profecía de Nostradamus, si bien tiene todo el aspecto de ser un guiño para arañar votos de este personaje nihilista y derivador, que no cuenta con más aspiraciones que la de perpetuarse en el cargo.
Y el desplante de Berlusconi, un tipo chusco y tabernario incomprensiblemente elevado a presidente, por una parte entroniza al nuestro como San ZP Bueno Martir, y por otro corrobora su insignificancia política y personal, ya que todos los perdonavidas, como el presidente italiano, sólo se atreven a alardear con el más alfeñique de la clase.