Nacieron cansados, agotados, lagañosos, pesados.
La soberbia cerebral los engorda, son mendigos de un reconocimiento que nunca obtendrán porque la historia tiene clara su mediocridad.
Trajeron a Chávez e intentan darle permanencia con desquiciadas fórmulas electoreras. Para ellos el tiempo nunca acaba, su fatiga no sólo es psicológica, es moral. Son los derrotados de siempre.
Los estudiantes hace bien desoyéndolos.
Los lunáticos y la vía electoral
No es colaboracionista decir que saldremos de Maduro por la vía electoral, es lunático. Después del secuestro descarado de nuestras instituciones, de las violaciones sistemáticas y generalizadas de los derechos humanos a los venezolanos, de la corrupción, de la perversión dictatorial y de la opresión totalitaria del régimen, quien piense que con este Consejo Nacional Electoral hay posibilidad de ganar una elección presidencial ha perdido completamente la razón.
Ni con dementes ni con las mulas cansadas del pensamiento, liderando la lucha por la libertad, podremos salir de la vagabundería chavista. Imposible.
El fin de Nicolás Maduro es posible, está cerca, lo único que se necesita es unidad de criterio para dar el paso hacia el desenlace último.
No podrán impedir el derecho constitucional del pueblo a rebelarse contra la tiranía; no podrán estorbar la arremetida independentista de la juventud.
No podrán parar la libertad.
El golpe de estado
No entiendo como los pajizos -por el color, no se me mal interprete- destiñen sus espíritus rebeldes una vez que se hacen partidarios políticos del cansancio y de la soberbia dorada.
¿Dónde se extravía su fuerza, qué luz cegadora los encandila y despista?
No sólo anulan su fortaleza espiritual, enturbian su lucidez. Olvidan la historia de la civilización y cómo han conquistado su libertad los pueblos latinoamericanos y del mundo. Desteñidos de valor y de memoria, pajizos, lo olvidan todo.
Venezuela como nación fue el resultado del golpe de estado independentista de nuestros próceres. Su democracia, la única que ha conocido, también surgió de un golpe de estado.
Hay golpes de estado buenos, benévolos, si son inspirados y motivados por una masiva rebelión popular se enaltecen ante la historia. En nuestro caso es un derecho constitucional, un deber patrio, una obligación moral.
No hay más remedio, el destino nos obliga.
El fin de Nicolás Maduro
En Venezuela se vive una aurora política, un amanecer: el parto doloroso y sin anestesia es la rebelión popular. Estamos pariendo una nueva nación. Hay que pujar, la infanta Libertad muestra su rostro a su madre Latinoamérica, pega su primer grito en las calles, nace.
No será fácil su nacimiento ni rápido, será un parto difícil, lleno de trance y consternación, pero será. Ya es inevitable.
Hay dos maneras de rebelarse frente a una dictadura: a través de las armas y la violencia o por medio de la resistencia civil y noviolenta.
Las rebeliones armadas, como la de Chávez, se hacen a escondidas, en el sigilo de la madrugada porque son asesinas; las noviolentas son públicas porque son civiles, surgen del desconocimiento popular y pacífico a la dictadura.
A partir del siglo XX las rebeliones populares noviolentas se convirtieron en una realidad histórica. Ucrania ha sido la última nación en conquistar su libertad de ese modo. Otros países lo han logrado: Egipto, Yugoslavia, Checoslovaquia, Estonia, Chile y Polonia.
¿Por qué Venezuela no?
Los estudiantes unidos a María Corina Machado, Leopoldo López y Antonio Ledezma han anunciado una rebelión popular noviolenta. Su arma es la moral; su fuerza imbatible: su sueño de libertad.
Tres etapas complejas deberemos transitar para vencer.
La primera es la liberación noviolenta en sí, impulsada por una enorme rebelión popular. Como ha sido desde el principios de los tiempos cualquier rebelión, habrá que ocupar masivamente, como signo de desobediencia civil contra la tiranía, todas instituciones públicas: La Casona, la fiscalía, los tribunales, Miraflores, gobernaciones, alcaldías y la asamblea nacional. El pueblo debe ocupar todos los poderes públicos, crear una crisis institucional que rompa con la dictadura y que obligue la huída de los invasores cubanos.
Sólo cuando logremos ocupar las instituciones del Estado de manera masiva habremos alcanzado el fin de Nicolás Maduro. Pero no basta con eso, hay que seguir.
La segunda etapa es una transición rigurosa hacia el control político, hacia la depuración de los poderes públicos y hacia la democratización del país.
Una junta cívico militar deberá asumir el gobierno del Estado y guiar hacia unas nuevas elecciones limpias, justas, equitativas de todos los poderes públicos, como fue en tiempos de Pérez Jiménez y como ha sido en todos los países con experiencias liberadoras semejantes. Obviamente un nuevo Consejo Nacional Electoral será el organismo rector del proceso. La democracia se depurará en este lapso. Sólo un gran acuerdo nacional, mucho diálogo y un compromiso republicano entre las partes nos permitirá reinventar la república. En el reconocimiento mutuo surgirá la paz social. No antes.
La tercera y última etapa comenzará una vez que sea escogido el nuevo Presidente de la República y se hayan reconstituido todos los poderes públicos. Ese día habremos conquistado el futuro y habremos, al fin, iniciado el siglo XXI venezolano.
Nada de esto será posible si nos ponemos en manos de lunáticos o si seguimos el paso de las mulas cansadas de la política. Dejemos atrás a los pajizos. Ellos están derrotados de antemano, siempre lo han estado.
El trayecto es largo, pero necesario. Ya comenzamos a transitarlo.
Los estudiantes son la vanguardia.
Hay que seguirlos…
Gustavo Tovar-Arroyo