Todas las historias tiene un final y este es el final de la historia de un alcatraz, una de las aves marinas más grandes que surcan nuestros mares. Terminada la reproducción en sus colonias del norte de Europa, tanto los adultos como los jóvenes recién emancipados se dirigen hacia el sur, pasando estos días frente a la costa cantábrica en un viaje que los llevará hacia las costas de Mauritania o incluso más al sur. No todos llegarán a su destino, algunos enfermarán, otros morirán atrapados en redes y anzuelos y a otros, agotados tras muchos años de viajes y después de haberse reproducido varias veces, les abandonarán las fuerzas y morirán de viejos.
Hoy por la mañana, un alcatraz se dejaba llevar por la corriente muy cerca de la costa. Finalmente consiguió acercarse a unas rocas en la orilla y con esfuerzo se subió a una de ellas, agotado y empapado. Aleteó para sacudirse el agua de su plumaje y se quedó tumbado. No le vi ningún anzuelo, cuerda o sedal, como desgraciadamente se suelen ver en muchos de los alcatraces que se acercan a la costa y aparentemente no tenía ninguna fractura ni lesión. Simplemente parecía estar cansado.
A pesar de que estaba muy débil, aún reservaba algunas fuerzas para defenderse y si me acercaba demasiado hacía ademán de volver a tirarse al agua. No había gente cerca, ni perros sueltos que lo molestaran. Solo el ruido de la mar y del viento, que parecía arrullarlo en sus últimos momentos, así que me fui y lo dejé tranquilo.