Cuando acaba el verano la mayoría de mujeres nos enfrentamos a un trauma que cuesta superar, y es que no hay nada peor que cambiar los vestidos fresquitos y “anchosos” del verano por los temidos y “arrepretaos” pantalones pitillo.
Teniendo en cuenta que en nuestras adoradas vacaciones seguro se nos han aposentado en el pandero (y sin nuestro permiso) unos cuantos kilos de más, enfundarse los pantalones de nuevo es una de las tareas más difíciles y desagradables que debemos pasar en este cambio de temporada…El primer paso es asumirlo.
Después está cambiar las sandalias con sus deditos al aire, por las botas y su prisión dedil…pero eso ya es otra historia. No temáis deditos, aún os quedan unas semanas de libertad!