Otro año más y La Bola del Mundo quiso que llegará a su cima como nunca antes había acontecido en mi cuarto de siglo de tradición estival. A semanas de cumplir los sesenta y tres, la casualidad propició un final fuera de todo propósito, de cualquier cordura y por supuesto, de mi edad.
En una tórrida mañana de julio que ni a los más de dos mil metros parecía aflojar, con un sol armado de lanzas ultravioleta quemando mis brazos y mis piernas sin piedad, tras coronar el Puerto de Navacerrada, me dispuse a afrontar los últimos y terribles tres kilómetros y medio de cementada pista irregular, con sus pendientes de hasta el veinte por cien que me tomé con toda la calma que la sensatez aconsejaba para no colapsar.
Así, hasta faltar unos ochocientos metros para coronar cuando, entre las curvas de herradura, divisé a un ciclista que se me acercaba con la obligada pausa de una contenida velocidad, algo mayor que la mía, pero no mucho más. Al superar mi posición me saludó y yo a él, dejando que la lógica entre ciclista y corredor impusiera su autoridad.
Afrontando la última recta, de una pendiente asfixiante y con sensación de ser vertical, nuestras distancias se mantuvieron y ello me llevó a tomar una decisión indebida, ajena a toda racionalidad e impropia de mi experiencia y otra vez, de mi edad. Fui a por él y a falta de cinco metros le pude rebasar. Exhaustos los dos, tambaleantes y sin suficiente oxígeno en el aire para respirar, nos felicitamos por nuestra manifiesta irresponsabilidad…
La entrada El final más inesperado… a mi edad apareció primero en El Blog Personal de Alonso-BUSINESS COACHING.