Recuerdo cuando nos mudamos a nuestra casa, allá por el 2003. Habíamos comprado una vivienda usada en las afueras de Madrid. Los electrodomésticos estaban incluidos pero el vendedor no fue todo lo honesto que debía y, nos enseñó la casa con unos y nos la entregó con otros…
Al poco dejó de funcionar el frigorífico y, no mucho más tarde, la lavadora. Nosotros habíamos empleado todo nuestro dinero en la compra de la casa, así que nos endeudamos aun más comprando los electrodomésticos a crédito.
Si hubiésemos sido más previsores habríamos reservado una cantidad de dinero como fondo de emergencia para manejar este tipo de imprevistos. Pero no lo fuimos y, literalmente, lo pagamos caro.
Un fondo de emergencia es una cantidad significativa y accesible de dinero que sirve para solventar la mayoría de las emergencias que tengamos sin endeudarnos.
Umh, ¿y cuánto es una cantidad significativa?
Pues depende de nuestra situación. Si nunca has tenido uno, márcate un objetivo fácilmente reconocible, por ejemplo 1000 euros. Ahorrar ese primer colchón te demostrará de lo que eres capaz y verás su utilidad la próxima vez que se estropee la lavadora o se averíe el coche. Si tenemos nuestras finanzas más o menos bajo control y sabemos cuánto gastamos al mes, nuestro fondo de emergencia debe ser capaz de soportar, al menos, 6 meses de gastos de nuestra familia.
Otro punto imprescindible es que debe ser accesible. Las emergencias se presentan sin avisar y podemos necesitar ese dinero de un día para otro. Imagina que una noche te empieza a doler una muela, después de pasar una noche horrible, vas al dentista y te da un presupuesto de 600 euros. Te acercas al banco con la cara notablemente hinchada por la infección. Una vez allí, el comercial te informa de que cancelar el depósito dónde tienes tu colchón tardará tres o cuatro días. Como alternativa te ofrece un crédito al consumo. Como no puedes esperar aceptas, resuelves tú problema dental y pagas los intereses del crédito. Tú fondo de emergencia ha sido inútil, no ha evitado que te endeudes. Y todo por no tenerlo en un lugar accesible.
Ahora que sabemos como de grande queremos que sea nuestro fondo de emergencia y dónde lo debemos guardar es el momento de trazar un plan. Es la hora de revisar nuestras cuentas, de identificar nuestros gastos, de eliminar los que sean innecesarios y de reducir al mínimo los imprescindibles. A cara de perro, hasta alcanzar la cantidad que nos hayamos marcado como objetivo.
Así no perderás el sueño pensando de dónde sacar dinero la próxima vez que se rompa el frigorífico, te duela una muela o haya una derrama en la comunidad. Y, por supuesto, no olvides rellenar de nuevo tu fondo de emergencia cada vez que lo uses.