Frente al supremacista cultural y racista Joaquim Torra, presidente de la Generalidad catalana, Mariano Rajoy nos recuerda al médico que ante un forúnculo recomienda que se le deje crecer hasta que reviente y expulse todo su pus.
Entonces es cuando debe limpiarse y curarse esa herida aparecida inicialmente como un puntito doloroso en la piel, que es lo que era el nacionalismo catalán hace décadas, y que pasó de poco dañino a crear malestar en todo el cuerpo.
Tras incubarse engordó produciendo fiebres, doliendo con cada roce, pero Rajoy no hacía nada desde 2014, sólo dejaba que aumentara cada día.
Desde Moncloa podía haber curado el forúnculo aplicándole antibióticos, pero no quiso, quizás para no complicarse la vida, como si nada le importara fuera del diario Marca, según la acusación de sus enemigos.
O porque, dicen sus seguidores, inteligentemente quiso que el supremacismo étnico-cultural del nacionalismo creciera hasta autodenunciarse como una peligrosa infección, para que el mundo entero comprobara su repulsiva identidad.
Durante el franquismo la oposición apoyaba a los nacionalistas como víctimas del dictador sin creer que serían tan radicales como él, incluso sin ejército; con Franco muerto hace 43 años se comprueba con Torra que son racistas y kukluxklanescos.
Los forúnculos se deben a la infección de un folículo piloso, y cuando revientan suelen arrojar también esa glándula de la que sale el pelo –la base del nacionalismo—que generó el mal.
Si se le hubiera tratado con antibióticos el folículo seguiría incrustado hasta una nueva infección, quizás con peores granos.
Ahora ya sabemos hasta qué abyección puede llegar el separatismo fascista catalán, tan cercano del nazismo, que en palabras de Torra declara a los demás españoles raza inferior, infrahumanos, bestias y víboras que deben ser expulsadas de Cataluña.
------------
SALAS