Un par de botas marrones, un chaleco amarillo y un frac azul, marcaron la vida de miles de jóvenes del siglo XVIII, llevándolos hacia la máxima expresión de sus sentimientos y en ocasiones orillándolos hacia el suicidio como máximo entendimiento del significado simbólico de este singular atuendo; un cómo vestir que rememora la novela epistolar escrita por Johann Wolfgang von Goethe sobre las desventuras del joven Werther, en el pueblecito de Wahlheim, causadas por su amor hacia la joven Charlotte.
Werther nos narra en sus cartas el amor infinito, sublime, puro, pero imposible, que siente por Charlotte; un amor que sirve a su vez para expresar una crítica a una sociedad desolada, elitista, mediocre, en la que le era insostenible subsistir.
“Ya sé que no somos ni podemos ser iguales, pero opino que quien juzga imprescindible distanciarse del así llamado populacho para mantener su respeto, es tan reprobable como el cobarde que se esconde del enemigo por temor a sucumbir”.
En cada una de sus cartas, compartimos con Werther el sufrimiento de un amor que es correspondido, pero por las circunstancias es inalcanzable. Tanto es el dolor que esto le ocasiona a Werther que nos confiesa “-¡Quiero morir!- No es desesperación, es certeza de que ya he concluido y de que me sacrifico por ti. ¡Sí, Charlotte! ¿Por qué iba a silenciarlo? Uno de nosotros tres debe desaparecer, y ¡ése quiero ser yo! ¡Oh, amada mía! en este corazón desgarrado, a menudo se ha ido filtrando la horrible idea de… ¡matar a tu marido!… ¡a ti!, ¡a mí!” Werther encuentra como única salida el suicidio; desasiéndose así del mundo, de la sociedad que lo rechaza y de su sufrimiento. El suicidio se vuelve de esta manera un acto de protesta, simbolizando la libertad, ya que en la vida lo único que no se puede elegir, es nacer.
A partir de entonces ese desventurado atuendo conformado por un par de botas marrones, un pantalón amarillo y un frac azul, utilizados por Werther el día que conoce a Charlotte, se convierten en algo más que una simple vestimenta, se vuelven una expresión de rechazo hacia el mundo, a esa sociedad aristocrática y tiránica europea de finales del siglo XVIII; son una convicción por defender los ideales y opiniones que quieren ser acalladas. Este par de botas marrones, ese pantalón amarillo y ese frac azul son un grito desesperado de una juventud harta de ser pisoteada, de ser olvidada y jamás tomada en cuenta, como le sucedió a Werther.
El impacto de esta desventurada indumentaria ha sido de tal magnitud que al paso de los años ha inspirado a escritores y compositores, como Jules Massenet, quien adaptó la historia de Werther a la ópera, y ha sido una de las más representadas en Alemania. Napoleón Bonaparte también aceptó la influencia de este desventurado atuendo: siempre cargaba consigo un ejemplar de la novela.
Con el paso de los años en el siglo XVIII, aquellos que no conocían el verdadero significado de estas prendas, las adoptaron como una moda más, perdiendo totalmente su trascendencia. A esa moda creada por las masas se le conoce como la fiebre de Werther, que abarcó, desde la creación de una colonia hasta la fabricación en “serie” del infortunado atuendo.
Hoy en día este desventurado frac azul sólo es el recuerdo de uno de los más grandes representantes del romanticismo, y en opinión de muchos “el más grande hombre de letras alemán” Johann Wolfgang von Goethe.
*Cabe aclarar que Las desventuras del joven Werther es una novela de carácter autobiográfico, a excepción del suicidio de Werther. Goethe apenas si guardó el anonimato de los personajes que participan en el triángulo amoroso. Él mismo se transformó en el propio Werther; llamó Albert a su amigo y rival Johann Christian Kestner; y mantiene el nombre de Charlotte para la protagonista femenina, con la que tuvo un desdichado incidente amoroso en la realidad y que estaba casada con Kestner.