Hoy el sistema está en evidencia. O el fracaso del sistema es evidente, da igual cómo se reconozca.
En los acontecimientos más recientes ya no sorprenden las numerosas agresiones por parte de la Policía Nacional, algunas muy graves como los disparos con munición real a un chico en Jaén que pudieron acabar con su vida o la bala que dejó sin un ojo a una mujer durante las manifestaciones de Barcelona en apoyo al cantante Pablo Hasel y a la libertad de expresión.En el primer caso ocurrió durante las protestas de una comunidad contra su policía después de que dos de los agentes dieran una brutal paliza a un hombre acompañado por su hija menor de edad, quien también recibió golpes y amenazas. Cabe destacar que estos agentes no estaban de servicio ni tuvieron motivación objetiva alguna para perpetrar tal salvajada de actos sin pudor, en plena calle y con gran cantidad de testigos. Y menos mal que fue así y pudieron pararlos.
Quedarán pendientes necesarias explicaciones sobre la agresividad de ciertos individuos jamás identificados y que tampoco parecen estar de servicio en estas y otras movilizaciones, así como el empleo por parte de la Policía de tácticas de bloqueo y acorralamiento de ciudadanos que muestran un comportamiento totalmente pacífico para después iniciar una grave represión precisamente cuando se reclama libertad para decir lo que se piensa y una justicia basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Seguir leyendo