“Mi primer recuerdo es una escena de violencia. Cuando yo tenía cuatro años, mi madre por lo general tan gentil, me abofeteó. ¿Por qué? Pues porque había imitado a mi padre en sus oraciones; pero en vez de hacerlo mirando a La Meca, lo hacía de cara a mi hermano Alí, que entonces tenía 6 años. Creía que era un dios. ¿Cómo podía creer otra cosa? Treinta dos años después, aún recuerdo el escozor de aquel cachete y cómo empecé a hacerme preguntas: si mi hermano no era un dios ¿por qué lo trataban como a tal?”
Sultana
Jean P. Sasson