Hasta este jueves, 28, veremos con los Reyes, las Cortes y el Gobierno al hombre más poderoso del planeta junto con Donald Trump, Xi Jinping, presidente de la República Popular China, un país 19 veces más grande que España con treinta veces su población.
China crece aceleradamente con la misma fórmula que España entre 1959 y 1975: liberalización económica con dictadura política, aunque la china es mucho más cruel y sanguinaria y mantiene aún a cientos de millones de personas en una gran pobreza.
Un año después que Franco falleció el carismático y vengativo comunista Mao Zedong y China comenzó un cambio dirigido por Deng Xiaoping para mantener el control estatal de la gran economía y permitir alguna pequeña iniciativa privada.
Así se inició un camino similar al franquista, algo que no supieron hacer ni soviéticos ni cubanos: bajo la rígida dictadura del partido fueron rediciéndose primero lenta, después rápidamente, los monopolios públicos y liberalizándose la iniciativa privada y el comercio internacional.
En el comunismo capitalista quien desee hacerse rico sólo debe cumplir una condición: afiliarse al Partido Comunista, plagado de políticos, cuadros profesionales corruptos, que disimulan su parasitismo mezclándose con los empresarios exitosos.
Pero la brutalidad de la dictadura sigue siendo escalofriante: nadie tiene cifras ni siquiera aproximadas del número de personas que son ejecutadas allí anualmente. Son miles y a veces se les ajusticia ante la turba, como espectáculo ejemplarizante.
Se tiene constancia de ejecuciones masivas y públicas como una hace un año en Cantón con diez acusados de narcotráfico, a los que se les disparó a las zonas no utilizables para trasplantes.
España recibe a Xi Jinping como a cualquier líder democrático. Máxima china, 钱创造了爱,“El dinero crea amor”.
(Nota: el cronista residió como corresponsal en Pekín-Beijing durante tres años).
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SALAS