Los días fríos a los que no le aplicamos esmero alguno, los días sin resplandor, los vacíos, los días de Bill Evans en una habitación de la planta de arriba, tocando el piano sin que nadie lo escuche, pero saber que Evans está arriba, bebiendo whisky directamente de la botella, buscando en el paisaje que le ofrece una ventana muy grande árboles, árboles grandes. La pieza que toca puede llamarse Tree. Me sigue pareciendo inquietante que una pieza instrumental pueda llamarse de una forma o de otra. Que se llame Tree o se llame Aspecto número tres. Aceptamos el título, lo integramos en la melodía. No tenemos la misma voluntad con el frío. No le permitimos ninguna excentricidad. A Evans le subimos un sandwich frío de pollo, pero no lo toma. Parece un recluso. El jazz es una cárcel.