El froilanismo va a llegar
El froilanismo está de moda, señores. Sí, ya saben, lo de dispararse en el pie. Entre la gente normal no sé, porque yo últimamente no estoy por mezclarme mucho, pero no me negarán que parece que últimamente todos los que se asoman por las pantallas se han puesto de acuerdo para inmolarse de acuerdo a su condición: en público y de la manera más estridente posible.
Uno de los casos más sangrantes ha sido el de Uma Thurman, sobre el que tampoco quiero enrollarme mucho porque 1) ella no lo va a leer, 2) bastante se ha hablado ya y 3) sospecho que un análisis superficial no bastaría: habría que hablar de la presión que ejercemos como sociedad (sí, he dicho ejercemos), de lo difícil que resulta conseguir papeles después de cierta edad y todas esas cosas y yo a estas horas de la noche no estoy para estudios en profundidad. En realidad aunque fueran las 10 de la mañana, lo mío son más los chistes del tipo que si está en un programa de protección de testigos, que si va a hacer horas extra en el museo de cera, que si el médico le achinó tanto los ojos que cuando se mira en el espejo se ve mejor que antes, pero ella es la única… ya ven, humor inteligente y nada ofensivo.
El otro caso que me ha hecho plantearme le venida del froilanismo ha sido el de Pedro Sánchez (PDRO SNCHZ para los amigos que le quedan). El nuevo líder de los socialistas parece estar empeñado en ser también líder del movimiento froilanista y no contento con destrozarse el pie izquierdo firmando con su archienemigo Rajoy un pacto que incluye lo que se ha dado en llamar “prisión permanente revisable” (cadena perpetua, vaya), ha decidido sacrificar también el derecho y poner una gestora a ordenarle el cortijo en Madrid, con un golpe de autoridad tan grande, tan grande, que le va a rebotar y le va a explotar en toda la cara.
De este último también se me ocurren muchos chistes, pero he decidido seguir el consejo de esta pintada por aquello de la sabiduría del pueblo. Y miren que no me lo pone fácil.