A pesar de llevar más de un año viviendo en Nueva Zelanda, sigo sin comprender como a los neozelandeses no les gusta el fútbol. ¿Qué digo “no les gusta”? No les interesa por completo el, para mí, deporte más apasionante del mundo.
Hace unos días hubo un Mundial. El planeta entero estuvo paralizado por 30 días mientras la pelota rodaba por Brasil, y los kiwis, ni bola. No se desvelaron a mitad de la noche. No madrugaron para ver México vs Holanda a las cuatro de la mañana, o Colombia vs Uruguay a las ocho con la fresca. Ni hablar de la final Argentina vs Alemania un lunes a las siete de la mañana. No se paralizó el país durante ese mes. Repito: a ellos no les interesó que Goetze haya hecho un gol en la final a ocho minutos de finalizar el partido, dejando sin alma a 40 millones de nosotros.
Sin embargo, se desvelan por el Rugby. Sí. Ese raro deporte donde unas personas gordas y gigantes, que son capaces de separarte el cuello del tronco con el dedo meñique, andan a los empujones de acá para allá, derribándose cada cinco segundos unos a otros, y tirándose todos encima de alguno que cae al piso con la pelota abrazada.
¿Cómo puede ser señores que pase esto en el mundo? ¿Cómo puede ser que un país entero ignore al fútbol? ¿Cómo puede ser que Nueva Zelanda, y todos los países del Pacifico, vivan apasionados por el Rugby?
La respuesta a estos interrogantes me llego esta semana a raíz de un vídeo que vi. Les dejo el vídeo en cuestión para que lo vean y analicen:
Como vieron, ellos (me refiero a esa raza rara que prefiere el Rugby al Fútbol) son machos, bien pero bien, machos. Se golpean y no les duele. Sangran por todos los poros y siguen corriendo. Y yo, iluso, creía que el que jugaba al Fútbol o miraba Fútbol, era macho de verdad. Pero no, estaba equivocado. El Fútbol no es cosa de machos como nos hicieron creer tanto tiempo. Esos “machos” que se sientan un domingo a la tarde, o cualquier día que pasen un partido, en su sillón preferido de la casa, con una cerveza en la mano y mandan a su esposa a lavar los platos y atender a los chicos. No señores. El fútbol ya no es cosa de machos. Después de ver este video, y muchos otros parecidos, me di cuenta que el fútbol se transformó, de un tiempo a esta parte, en un deporte de señoritas adolescentes histéricas, que se revuelcan por el piso como si una AK47 o un Mauser 1909 le hubiera volado las rodillas de un tiro al delantero en plena guerra, cuando el defensor no pasó ni cerca de su humanidad.
El Fútbol se transformó en un deporte que se vive pidiendo, como instruidos abogados querellantes, la silla eléctrica al rival por haber golpeado (levemente y sin querer) a nuestro jugador. En un deporte en donde los protagonistas hablan más con el árbitro que con sus compañeros. En un deporte que se reclama un lateral con tanta desesperación como si estuviéramos en una marcha por los Derechos Humanos. En un deporte en donde un jugador le saca la tibia de lugar a otro, porque este último le tiró un caño mientras iba ganando.
¿Qué nos pasó? ¿Cuándo se perdió la magia por este juego? ¿Quién inventó este nuevo deporte?
Por suerte, existen todavía jugadores como él que reivindican la profesión y les cierra el culo a los que detractan al Fútbol por ser cosa de maricones.
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