Revista Deportes
Aún recuerdo allá por el comienzo de los años 80 cuando el árbitro otorgaba el alargue de un partido sin comunicarlo a los equipos. La espera era interminable y dañina cardíacamente hablando. También recuerdo aquellas entradas violentísimas en algunos partidos, aquellas atenciones de los "masajistas" que duraban una eternidad o incluso las cesiones al portero para que éste cogiera el balón con la mano y lo pusiera en juego cuando le diera en gana. Muchos años después, a todas estas circunstancias se le fueron dando tímidamente solución (el portero tiene 20´´ para sacar, por cierto, nunca respetado en caso de cesión y tampoco puede utilizar las manos; hoy día el reglamento es más inflexible con la violencia en el juego; el alargue de los partidos es anunciado por el árbitro....).
Posteriormente han surgido nuevas vicisitudes o puntos polémicos como los goles fantasma, las distancias de las barreras y los tiempos muertos en caso de urgencia extrema (calor), situaciones éstas que han tenido cumplida cuenta en el último Mundial (el balón ya lleva su chip, los árbitros pueden utilizar los sprays para marcar distancias así como el tiempo muerto puede ser utilizado).
Mientras, por el camino seguimos inmersos en las campañas de Fair Play o Not Racism y desgraciadamente los episodios de violencia entre aficionados trasladados al campo en algunos casos no encuentran su fin.
Los extremismos en cuanto a comportamientos e ideales son casi siempre el caldo de cultivo que se suelen darse cita en los campos de fútbol.
Es denigrante, inaudito y retrógrado no poder ir con tu hij@ a un partido y poder sentarte justo al lado de un aficionado del equipo rival simplemente porque lleves la camiseta de tu equipo como lo es también que el ánimo de los aficionados, por supuesto hay excepciones, en general esté mas cercano a la gresca, protesta, cabreo e insulto más que a disfrutar de un espectáculo deportivo.
Creo que en todo ello influimos desde los padres en casa hasta los responsables máximos del fútbol, pasando por cuantas personas nos dedicamos de alguna manera a este deporte universal.
Se trata de un juego, hay unas reglas, no vale ganar como sea, es necesario poner en valor las derrotas (saber perder), el aprendizaje, el reconocimiento de los méritos de tu rival, el respeto a todos los agentes que se dan cita en el juego...dificil, verdad?, pues todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad para que no juguemos a tener dobles caras; por una lado estoy a favor del fair play mientras por otro fomento la antideportividad porque, claro, "yo soy muy competitivo" y "tengo que ganar como sea".
Es momento cada inicio de temporada hacer nuestros análisis de conciencia particulares de todas las personas que nos dedicamos al fútbol, desde enseñantes hasta los deportistas de máximo nivel.
A nivel de FIFA, UEFA y Federaciones Nacionales y Territoriales (magnífica inicitativa de la FAF con la tarjeta verde), legislar normas, hacer que se cumplan sin medias tintas y ser inflexibles, así, evidentemente, como un juego universal que es y en el que la innovación, el reciclaje y el avance deben estar presentes, ser decididos y no dubitativos en dar pasos adelante en algunas cuestiones que mejorarían el juego.
Seguro cada uno tendremos un montón de propuestas, yo me atrevo con algunas como el saludo protocolario antes y después de cada partido de jugadores, entrenadores y árbitros, como hace siglos hacen en otros deportes; la expulsión temporal por alguna mala práctica, encontronazo o protesta (daría más belleza al juego tener que atacar o defender en superioridad o inferioridad) o tras lesión momentánea de un futbolista y que tenga que ser intervenido fuera del campo por los responsables médicos, que el infractor quede fuera también del campo hasta que el lesionado se restablezca, caso de no reestablecimiento, hasta que no se ejecute el cambio, el infractor estaría fuera del campo esperando incorporarse.
Han de pasar demasiados años para que se actúe en cuanto a legislación de normas nuevas mientras tanto se sigue sembrando sombra de dudas por no ser decididos ni tener el arrojo o atrevimiento de avanzar firmemente. Un servidor no pierde la esperanza aunque soy consciente que la mente de la gente es muy difícil educarla deportivamente.