Soldados ucranianos juegan a fútbol. Fuente: Reuters
"El fútbol es una guerra sin muertos pero con conflictos. Tiene drama, reflexión e ironía". La frase acuñada por el periodista y escritor Osvaldo Soriano traspasa el papel cuando las bombas caen sobre el césped. El balón enfrentó a El Salvador y Honduras en la 'Guerra del Fútbol' en 1970. Durante la Primera Guerra Mundial, en las trincheras de Bélgica, ingleses y alemanes apartaron los fusiles por las porterías en la Navidad de 1914. El deporte ha servido de mecha y de extintor. De tregua y batalla. Ahora tiene su último desafío en Ucrania.Desde que se desintegrara la Unión Soviética a principios de los noventa, Crimea ha sido una zona de disputa entre Ucrania y Rusia. Con una población de habla y tradiciones mayoritariamente rusas, mantener la región siempre fue fundamental para el Kremlin por la importancia militar y comercial del puerto de Sebastopol, única salida de su flota al Mar Negro y, a través de él, al Mediterráneo. De hecho, Rusia se reservó el dominio de la ciudad tras la independencia ucraniana y sólo lo cedió en 1997 cuando se garantizó el derecho a seguir conservando su base hasta 2042. La crisis internacional y el ambiente prebélico han hecho temblar los cimientos de Ucrania, un estado fragmentado en pro-europeos y pro-rusos. La batalla de Kiev se ha trasladado a Crimea, la península del perpetuo conflicto, y el fútbol ha pasado a un segundo plano.
La consecuencia ha sido tan directa como fulminante: la liga ucraniana se ha suspendido indefinidamente. El campeonato ni siquiera ha empezado, se llevan perdidas dos jornadas, y los equipos en competición europea han tenido que disputar sus partidos en el exilio, en Chipre, por la inestabilidad de la zona. El Dinamo de Kiev, ya eliminado, jugó y perdió en Nicosia ante el Valencia.
Éxodo futbolístico
Cinco jugadores del Chernomorets (Sito Riera, Pablo Fontanello, Markus Berger, Anderson Santana y Dja Djedjé) han dejado el equipo de Odesa, la tercera ciudad en importancia del país, por unas revueltas que incluyeron el asalto al parlamento. Bernard, la estrella brasileña del Shakhtar Donetsk, se ha marchado de Ucrania para jugar con su selección y planea llevarse a su familia. No piensa volver. Miles de personas abandonan la zona. La hierba crece silvestre en los estadios, marcados por su borroso futuro.
Los jugadores de Ucrania celebran uno de sus tantos ante EEUU. Fuente: Reuters
En Crimea, el porvenir de los dos clubes que militan en la Premier League ucraniana todavía es más incierto. El Sevastopol FC y el Simféropol Tavria no solo luchan contra la crisis económica y la decadencia deportiva (ambos ocupan la parte baja de la tabla), sino que deben hacer frente al éxodo de sus futbolistas y a la perdida de interés de sus ciudadanos. Aún así, el fútbol mantiene su magia. Días atrás, 200 soldados ucranianos acudieron, desarmados, a la base aérea de Belbeck, ocupada por Rusia, con la intención de recuperarla. Los rusos amenazaron con repeler por la fuerza lo que consideraban una 'provocación'. Pero los pacíficos 'asaltantes' no se acobardaron y comenzaron a jugar a fútbol ante su atenta mirada. El balón, una vez más, como válvula de escape para el miedo y la tensión.En medio del conflicto más grave desde la declaración de independencia, con la soberanía nacional y la unidad territorial en entredicho, la selección ucraniana jugó ayer ante Estados Unidos en Chipre. "Si no tenemos la oportunidad de jugar en casa, ¿por qué vamos a ir fuera en estos tiempos tan difíciles para nuestro país. Jugamos por nuestra gente, por nuestra patria", había asegurado la víspera el máximo responsable de la Federación, Anatoliy Konkov. Pero al final, el fútbol se impuso y la entristecida Ucrania ganó por 2-0 al gigante americano. La cita, por casualidades del destino, estuvo cargada de simbolismo. El fútbol respaldó 'indirectamente' a la política. Los goles de Yarmolenko y Devic dejaron un mensaje de orgullo que Dempsey y Altidore harían bien en transmitir a su secretario de Estado, John Kerry, que acaba de visitar Kiev.
Ucrania siempre ha sido zona de fricción entre Europa y Rusia. En Yalta, en la ahora violentada Crimea, Estados Unidos, la URSS y Reino Unido firmaron en 1945 un acuerdo de vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Fue el embrión de la Guerra Fría, cuyos restos explican la actual crisis ucraniana. Son momentos duros, también para el deporte. Entre la guerra y la paz, entre el futuro y el pasado. La diplomacia y el gas. El esférico languidece. No importa. El balón siempre encuentra salida.