Hasta hoy no había oido hablar de la edición genética, pero un artículo de Pilar Cubas (una investigadora del centro Nacional de Biotecnología del CSIC) me ha abierto los ojos. La edición génica (EG) es el futuro de la agricultura, porque permite/permitirá obtener nuevas y mejores semillas más rápido que con los sistemas actuales, sin suponer que el producto lleve un ADN extraño (no serán transgénicos). La EG permitirá aumentar la diversidad genética y recuperar especies vegetales perdidas después de años de selección genética al estilo “clásico”.
La EG se basa en un conjunto de técnicas llamadas NPBT (New Plant Breeding Techniques) que permiten “reparar” el ADN de un organismo vegetal, sustituyéndolo un gen inadecuado por un gen adecuado a lo que se busque. En la base de las NPBT está una herramienta de sustitución descubierta en 2001 por Francisco Monica, un investigador de la Universidad de Alicante.
La EG no es una técnica cara y está al alcance de pequeñas empresas (no como hasta ahora la selección clásica que está copada por unas pocas macro empresas de semillas a nivel mundial).
Pero el apoyo estatal nunca está de más, y en esa línea las grandes potencias mundiales están invirtiendo enormes sumas en el desarrollo de la EG. Por ejemplo China, que tiene el mayor número de patentes en este campo.
Además, en el ámbito regulatorio, China, Estados Unidos, Japón y otros, han dado vía libre a la venta de los alimentos editados genéticamente, porque no los consideran transgénicos y por tanto perjudiciales para la salud. En esa línea la Unión Europea no está alineada y sí que los considera genéticamente modificados, aunque hay un movimiento científico y empresarial que lucha por que cambien el criterio y permitan competir al mismo nivel que las empresas americanas o chinas en este campo.
Los alimentos editados genéticamente ya están a punto de llegar a nuestra dieta, y si todo va bien, serán lo que haga posible que los casi 10.000 millones de habitantes que alcanzará el mundo en este siglo, podamos alimentarnos.