Cada final de año toca hacer balance y propósito de enmienda para el siguiente. Es un clásico televisivo. Empezamos con el inevitable cursillo de los “cuartos” de las campanadas de año nuevo para aprender a tomar las uvas, luego vienen los consejos para evitar ser timado en las rebajas, para combatir las lorzas turroneras, para protegerse del frío, poco después del calor y los peligrosos rayos solares, cómo tomar el sol y escoger la cremita adecuada, cómo afrontar la depre postvacacional (para el que no tenga la depre del paro), la vuelta al cole y, de un tiempo a esta parte, los peligros que entraña el coletas, a todas horas.
Estoy hasta las gónadas de eslóganes baratos de superación que solo ponen cachondo a quienes los inventan o a la agencia publicitaria de turno que los acuña tras una sesión de brainstorming. Hemos perdido el tiempo estudiando. Teníamos que haber llenado la cabeza de citas, frases y titulares para sacarlas oportunamente ante cada uno de los momentos chungos que la vida tiene reservado a la mayoría de los mortales. Pero no, el personal, erre que erre, se atrevió a soñar, sacó adelante una o dos carreras, uno o dos másteres, uno o dos idiomas para acabar enfrentándose a un váter en Londres, servir copas en bares de negreros incultos, o doblar prendas a destajo en una tienda de ropa barata fabricada en países plagados de niños esclavos. Y dale gracias a dios, o a la virgen, pero nunca a cualquier desflorado o desflorada que prometió crear millones y millones de puestos de trabajo. De calidad. Ahora vete tú y dile al paisano “atrévete a soñar” sin arriesgarte a que te meta la escobilla recién sacada del WC en esa lengua valiente. Yo no sé si me controlaría.
De pronto, no sabemos soñar, o ya no tenemos webos para hacerlo, y nos piden que nos atrevamos. Eso sí, que no se cumplan tus sueños porque pueden afectar a la prima de riesgo, a la niña de Rajoy, a los mercados y, en general, a todo lo “macro”, a otra galaxia. Los sueños, como los empleos, deben ser de calidad. La receta, ya sabemos, es trabajar el doble, cobrar la mitad. Lo de un trabajo digno, o una vida digna, es un rollo populista que apesta, es una paja bolivariana. El padre de la famosa frasecita va a tomar las uvas en la cárcel por todo lo contrario, no dar un palo al agua y sí a todos los contribuyentes, sin piedad, sin escrúpulos, como suelen hacerse estas cosas. “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”, que no es otra cosa que honestidad. Era el patrón de los patrones, por algo habrá llegado a la cumbre.
Cuando ya no se tiene absolutamente nada de lo que se ha tenido, soñar es una puta pesadilla, como lo es estar despierto con los ojos clavados en el telediario. “El futuro es tuyo”, chaval. El presente, de otros.
Propósitos